"No llevo la mascarilla en el metro porque no tiene ningún tipo de sentido". "Yo ya no pido la mascarilla a los viajeros porque nos insultan o agreden". Son las dos caras de la moneda. La mayoría de la gente que viaja en metro en Barcelona lleva puesto el tapabocas, pero cada vez se desvanece más; poco a poco son más las personas que ya no obedecen esta medida para reducir la propagación del covid. ElNacional.cat ha hecho esta semana un viaje por la Barcelona subterránea y ha podido conversar con trabajadores del metro, usuarios habituales y turistas sobre qué pasa últimamente con las mascarillas en este tipo de transporte.

La FFP2 de Núria la protege de aquellos viajeros que se le acercan para pedirle ayuda. Es maquinista y acaba de conducir el tren hasta la estación de Tetuán. En el vestíbulo se encuentra con pasajeros que tienen problemas diversos. Algunos no saben cómo funciona la máquina de venta de billetes, otros tienen dudas con los abonos y hay quien preguntan cuál es la mejor ruta para llegar a un sitio. Pero todos tienen una cosa en común: no hay nadie que lleve puesta la mascarilla. El tapabocas únicamente es obligatorio dentro del convoy. "Eso es un problema, porque genera mucha confusión y al final nadie se la pone en ningún sitio", asegura en declaraciones a este diario.

"Ha llegado un punto en que ya no tiene ni pies ni cabeza pedirlo a los viajeros; le dices a uno, pero después entran cuatro más que tampoco la llevan", afirma. Actualmente, ni maquinistas, ni revisores ni personal de seguridad del metro tienen la potestad de multar a quien no lleva mascarilla. Solo pueden pedir e instar. Núria es partidaria de dar este poder a los trabajadores, sobre todo "por las personas mayores". Admite que está un poco obsesionada con el coronavirus. Siempre lleva mascarillas en el bolsillo por si acaso. "Lo que no puede ser es lo que a mí me pasó el otro día: le di una a un turista y se rio de mí poniéndosela en la muñeca", añade.

Esperando un convoy en el andén de esta estación hay, precisamente, una turista. Se llama Alina y es de Londres. Admite que no tiene ni la más remota idea de cuál es la normativa en Catalunya sobre las mascarillas y afirma que en la capital británica nadie la lleva nunca en el transporte público. Si en Londres entra alguien dentro del autobús con mascarilla, la gente le mira con cara extraña; parece que tenga que estar contagiado", dice. Cogemos el metro con ella. Nos explica que no lleva ningún tapabocas encima y que se siente completamente segura.

Bajamos en la parada de Passeig de Gràcia. Por sus pasillos camina Carla, otra maquinista que se dirige hacia la L3 a hacer el relevo a una compañera. Asegura que, desde que sufrió una mala experiencia con una viajera, no ha vuelto a pedirle nunca más a un pasajero que se ponga la mascarilla. "A nosotros nos insultan, a los compañeros de seguridad directamente les agreden", dice. Opina, además, que la pandemia ha trastocado a toda la ciudadanía, de un lado y del otro: "Hace unas semanas un grupo de viajeros empezó a increpar a una compañera porque no llevaba la mascarilla; le decían 'hija de puta', cuando ella estaba cerrada dentro de su cabina, sin poder contagiar a nadie".

Un vagón de la L3, con gente que lleva la mascarilla y gente que no / Foto: Montse Giralt

Carla entra dentro de la cabina y se va. Pocos segundos después llega al andén Xavier, un hombre de poco más de cincuenta años que lleva puesta una mascarilla quirúrgica. Según él, son los turistas quien menos la llevan. Aunque dice que le parece bien que la mascarilla sea obligatoria, admite que no le molesta que la gente no se la ponga. "Mientras yo la lleve, ya me siento seguro", dice. Se sienta a su lado Anna, una mujer polaca que hace años que vive en Barcelona. No lleva mascarilla, pero asegura que es una excepción: "Casi siempre la llevo encima, pero si alguna vez me lo olvido -como hoy- es porque el covid ya no me preocupa y no se me pasa por la cabeza". Según ella, la mascarilla tendría que ser obligatoria en el transporte público solo cuando aumenta la incidencia del coronavirus.

Una mujer con mascarilla en el interior del metro, acompañada de una viajera que no la lleva / Foto: Montse Giralt

Subimos al metro con ellos, en dirección a Zona Universitaria. Una pareja de amigos conversan dentro del vagón sin mascarilla. Mati es mallorquín y Gemma es menorquina. Es él a quien argumenta por qué no llevan el tapabocas: "Durante la pandemia he cumplido siempre con todas las normativas a rajatabla, pero la mascarilla en el metro ha dejado de tener cualquier tipo de sentido; no he escuchado ni una noticia relacionada con el coronavirus en todo el verano". "Si los revisores me pudieran sancionar, sí que me la pondría, con el fin de evitarme una multa", sentencia.

Interior de un vagón, con mucha gente sin tapabocas / Foto: Montse Giralt

Es lo mismo que sostiene a Marta, otra joven que se baja en la parada de la línea verde de Sants Estació. Ella, sin embargo, desconoce que los trabajadores del metro no puedan multar. De todos modos, ella tampoco no la lleva. Dice que no se saltó nunca el toque de queda, pero que ahora solamente se pone la mascarilla si tiene a una persona mayor a su lado. "Me siento segura", dice.