Para muchos, Minsk podría ser un viaje al pasado soviético. Para otros, una capital completamente desconocida y con pocos turistas. Minsk es la capital de Bielorrusia, un país conocido también como la última dictadura europea. Sin embargo, ¿qué se puede encontrar en Minsk? Seguramente la satisfacción más importante que pueda vivir el viajero sea poder ver el impacto arquitectónico que representó la Unión Soviética. Pero Minsk también es sentirse pequeño por los grandes edificios imperiosos, esculturas y monumentos, y es precisamente eso lo que ayuda a los visitantes a teletransportarse en el tiempo. Minsk es una capital refinada con una buena vida nocturna y un intento de abrirse al turismo.
Uno de los lugares que es de paso casi obligado son las Puertas de Minsk, que se ubican justamente en la avenida Kirov, donde hay varios centros comerciales y la estación principal de autobuses y de tren. En lo alto de las torres hay una hoz y un martillo.
Pero por avenidas la de la Independencia, que tiene más de 15 kilómetros. De hecho, cruza varios sitios de interés de la capital, como por ejemplo la catedral del Espíritu Santo, la plaza de la Independencia, donde se encuentra el ayuntamiento, el edificio del KGB, la plaza de Octubre, el Palacio de la República, y el Circo Nacional de Bielorrusia, entre otros.
El edificio del KGB es, simplemente, impresionante. Y hay que remarcar que la Agencia de Seguridad Estatal mantiene el nombre del KGB, a diferencia de Rusia, que lo cambió con la caída de la URSS. Hecho que, como no podría ser de otra manera, nos hace sentir que podemos viajar en el tiempo. El edificio está muy vigilado y lleno de cámaras. Eso sí, es muy seguro pasearse por los alrededores.
Además de caminar por las calles de la ciudad, uno también se puede perder por los parques. Minsk es una ciudad muy verde –y muy limpia– y tiene varios espacios naturales. El parque de la Victoria, que no hay que confundir con la plaza de la Victoria, es un pulmón enorme que da oxígeno a toda la capital. También se pueden alquilar barcas. Y es tan grande que es casi imposible oír los típicos sonidos de ciudad.
Andando se llega hasta la isla de las Lágrimas, al lado del río Svislassch, una isla artificial a la cual se accede cruzando el puente sobre el río. El lugar representa una zona verde importante y permite ver los edificios desde otra perspectiva. Aparte, la isla tiene una escultura que busca homenajear a todos los soldados bielorrusos que murieron en la guerra soviética de Afganistán.
No todo es soviético en Minsk. De hecho, también tiene edificios con un toque más futurista, como por ejemplo la Biblioteca Nacional de Bielorrusia. Tiene forma de rombo y simboliza el conocimiento que hemos adquirido a lo largo de los años. Su interior esconde la tercera colección de libros en ruso más grande del mundo.
Y ubicada al lado del metro Niamiha, está la catedral ortodoxa del Espíritu Santo. Se trata de uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad con techos verdes. Fue construida el siglo XVII aunque un siglo más tarde tuvo que ser reconstruida porque se quemó en un incendio.
Justo en el centro de la ciudad está la plaza de la Victoria. Y este es un lugar que se tiene que visitar sí o sí. Allí se encuentra una columna de 38 metros coronada con la cruz de la victoria que homenajea el triunfo de los soldados bielorrusos ante las fuerzas de ocupación nazi. Solo hay que mirar alrededor para observar varios edificios de tipo soviético. Bajo la plaza se encuentra un memorial que recuerda a las víctimas, es fácil de encontrar porque es justo el camino que se tiene que seguir para llegar al centro de esta plaza.
Arte urbano y museos
En la capital bielorrusa también hay un distrito más hipster y para los amantes de los grafitis. La mayor parte se concentra en la calle Oktjanrskaja. Las estatuas de Lenin conviven con murales en las paredes. Concretamente, hay uno de más de 3.000 metros cuadrados, y algunos que son reivindicativos incluyen animales en peligro de extinción del país, como el bisón.
Ahora bien, si se visita Minsk también hay que hacer una parada obligada en el Museo de la Gran Guerra Patriótica para poder entender el impacto de la Segunda Guerra Mundial en el país. Una curiosidad de este es que se abrió cuando la guerra todavía no se había acabado.
Otro museo que merece una visita especial es el Museo del Estado de la Bielorrusia Moderna. Según su página web, se trata de un museo joven y adelantado tecnológicamente. Su tarea principal es la de informar, presentar y comunicar sobre el país. El museo se estrenó el año 2012 y tiene toda una serie de objetos peculiares como fotografías del presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, con otros líderes políticos, muestras de su moneda, el rublo bielorruso, e, incluso, una maqueta de un barco que un niño de Gomel –región en el sur del país– regaló al presidente. En total, hay más de 4.000 objetos. Como curiosidad añadida, el museo se sitúa en la séptima planta del edificio administrativo de Lukashenko y para acceder se tiene que pasar un control de pasaporte exhaustivo. Y no hace falta mencionar que siempre hay alguien que nos acompaña durante toda la visita.
Cualquier bielorruso negará comer todo el día patata pero el caso es que el plato estrella del país es el draniki, que no es otra cosa que creps de patata con crema agria, y hay varios sitios donde comerlo. Uno de estos es el Podvor'ye, muy tradicional. Otra opción es el Lido, en uno de los centros comerciales de la ciudad, para probar diferentes platos y especialidades. Si lo que se busca es una combinación entre la cocina bielorrusa y la lituana, la mejor opción es el Kuhmistr.
Además del draniki, la patata tiene un papel muy importante en la cocina del país. Normalmente la utilizan como acompañamiento de otros platos, como el cerdo o la ternera. Se suele servir hervida o bien en forma de puré.
Curiosidades y otros cuentos
Minsk tiene dos líneas de metro, una de las cuales se llama Moscú, una pista de que las relaciones entre ambos países son bastante estrechas. Un hecho divertido es que para acceder a las estaciones del metro, los usuarios en vez de validar su billete, depositan unas pequeñas fichas de plástico en la máquina como si accedieran a un parque de atracciones. Hay controles de acceso, y normalmente, son personas y no máquinas las que venden las fichas.
Las paradas de metro son una pequeña ciudad subterránea. Grandes estaciones imperiosas, bien iluminadas y con un toque soviético.
La bebida tradicional es el квас –Kvas– y no tiene alcohol. Literalmente es como beberse pan. Se elabora con harina de centeno y malta. Y es muy popular entre los adolescentes. Para los que quieran disimular el sabor del centeno, también se puede encontrar combinado con fruta. Otra bebida típica del país es el vodka, aunque la cerveza tiene cada vez más adeptos y las hay de variedades diversas. Eso sí, hay que tener en cuenta que es absolutamente ilegal beber en las calles. Y la ley del país es muy estricta.
Pero Bielorrusia es un país muy verde y plano. De hecho, la montaña más alta que tienen, la Dzyarzhynskaya Hara, solo tiene 345 metros de altura. Los bosques representan el 36% del país y hay más de 20.800 ríos.