El magnate Adnan Khashoggi, ilustre traficante de armas en los años 80 y mejor anfitrión en las lujosas fiestas de la Marbella en su mayor esplendor, ha muerto a los 81 años de edad en Londres. Khashoggi, que recibía el apodo de AK, era un empresario saudí bien relacionado con las más altas esferas empresariales, políticas i reales del mundo, un hecho que le hizo estrechar lazos y ejercer de intermediario entre los fabricantes de armas occidentales i los de Oriente Medio. Entre los años 70 i 80 fue incluso considerado el hombre más rico del mundo, con una fortuna valorada en 40.000 millones de dólares.
Nacido en La Meca e hijo de un médico de la familia real saudí, cursó estudios en los Estados Unidos y se benefició de las guerras que azotaban Oriente Medio. Sus excéntricas fiestas le relacionaron con los personajes más codiciados del mundo, un factor que le ayudo en su carrera profesional como señor de la guerra y en su popularidad. Entre ellos había Francisco de Borbón, sobrino del Rey Juan Carlos; actores como Brooke Shields, Liz Taylor, George Hamilton o Farrah Fawcett Majors; o dictadores como Mobutu Sese Seko, de Zaire.
Su mansión en Marbella y su yate, ambos bienes embargados cuando llegó su ocaso, no solamente han dejado huella, sino que aun existen. La primera fue adquirida por inversionistas de todo el mundo y se ha convertido en una de las urbanizaciones más lujosas de Europa. En cuanto al navío, ha pasado por varias manos y hoy forma parte del elenco de bienes del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
Su influencia y poder no le hicieron evitar una persecución que acabó en cárcel. El presidente Reagan le acusó de mantener lazos comerciales con el régimen iraní y poco después cayó en pena con el embargo de su mansión marbellí. También hizo lo suyo en Filipinas ayudando a su exdictador Ferdinand Marcos a esconder 100 millones de dólares de las arcas públicas y a él mismo en las paradisíacas islas de Hawaii. Aun siendo absuelto por la primera acusación, ello le obligó a llevar una estricta inactividad que le hizo perder influencia y otros hombres de negocios se hicieron con los clientes que él acunaba. En cuanto a la segunda, le sumió entre rejas para certificar su muerte empresarial.
Aun así, su riqueza, sus buenas relaciones y su popularidad le hicieron seguir en el mapa de la jet set mundial, apareciendo para sorpresa de muchos, hace un año, en el baile de la Cruz Roja en Mónaco, donde estaban presentes el príncipe Alberto y su esposa. Su estado de salud también sorprendió, ayudado con un bastón, junto a su segunda mujer.