Tradicionalmente, se han asociado los trabajos que requieren de un esfuerzo físico más importante a las figuras masculinas, aquellos quienes parece que únicamente posean la fuerza y la valentía para cargar con las bombonas de butano, apagar los incendios, trabajar en la obra, esculpir la madera, modelar el hierro o cargar las balas de paja, entre otros.
Esta semana, se inició conmemorando el Día de la mujer trabajadora, una jornada que sirve para reivindicar la igualdad entre ambos sexos y para poner en valor la figura femenina en una sociedad donde el machismo, impera todavía en muchos sectores. El del campesinado, podría ser uno de ellos. Las mujeres campesinas han quedado en un segundo plano durante mucho tiempo, a espaldas de unos agricultores o campesinos que han ocupado la titularidad y la cara visible de muchas masías. Ellas sin embargo, siempre han estado allí.
Maria, Aina, Txell, Eva y la Filomena, son cinco mujeres dedicadas al campo. Trabajan como campesinas y pastoras, a pesar de que muchos todavía asocian su trabajo a la figura del hombre mayor y fuerte que se pasa el día en la granja, arriba y abajo con el tractor arando el campo.
El rebaño de ovejas de Maria y Aina
Maria (Roda de Ter, 1980) y Aina (Vic, 1984) son socias -junto con Sergi- de El Serradet de Barneres, una pequeña granja que se encuentra en Sant Martí Sescorts (L'Esquirol). Ambas son veterinarias de profesión, a pesar de que hace muchos años que se dedican al negocio que ostentan, produciendo quesos -madurado y fresco-, requesón, yogur, cordero lechal y leche, que extraen del centenar de ovejas que tienen en su corral, clasificadas desde P1 a P5 -lo tienen clasificado igual que el parvulario de la escuela-, por grupos de edad.
"En casa no eran campesinos pero, de pequeña, recuerdo que mi padre me llevaba por los prados a ver las vacas y las ovejas", recuerda Maria, que se inició en el sector trabajando en una granja de Tona, ordeñando cabras ahora hace 14 años, cuando tan sólo tenía 27. ¡Este año, el negocio ecológico y de proximidad, celebra 10 años de existencia, y Maria recuerda como en los inicios, "¡el dueño de las tierras se creía que duraríamos dos días, y mira dónde estamos!" [ríe].
Son las 11 de la mañana y nos encontramos con la campesina en el corral para sacar las ovejas a pacer, que ya están exaltadas porque saben que es la hora de salir. "¡Cuando las sacamos a pacer, fíjate cómo comen! Sólo se tragan la hierba, sin cesar". Maria explica que son rumiantes, eso quiere decir que al volver al corral con la barriga bien llena, empiezan la digestión durante toda la tarde–noche, pasando la comida del estómago a la boca y masticándola de nuevo para digerirla bien.
A mí me gusta mucho estar en granja, cuando ordeñas, ves a cada animal
La campesina relata que en septiembre–octubre, cuando se acaba la leche y, por lo tanto, los frescos, es el momento en que sacan los quesos madurado y los venden en el mercado durante toda el otoño–invierno. "El invierno es mucho más tranquilo porque no tenemos que ordeñar. Las ovejas dejan de producir leche y es entonces cuando las preñan los dos carneros que tenemos, que tienen un mes de trabajo al año!". ¡¿Dos carneros para 100 ovejas?! "Sí, sí... ¡Quedan agotados!", dice sonriente Maria, señalando los dos animales que tienen apartados del rebaño.
La pastora explica que el trabajo se lo reparten de forma rotatoria, de manera que cada día les toca un turno y una tarea diferente. "Una se encarga de la granja y el ordeño, la otra de la elaboración y la tercera, es quien va a vender a mercado", que va variando según el día por los diferentes municipios de la Plana de Vic.
El papel de la mujer en el campo
Maria y Aina, las dos socias, coinciden en que "la mujer siempre ha estado trabajando en el campo, el problema es que no se la ha visibilizado". Las socias explican que su papel de antes, "quedaba relegado al huerto, con cuatro conejos y cuatro gallinas que servían para la autovestimenta familiar," un trabajo esencial y necesario que contribuía a la subsistencia de la explotación y de sus miembros.
La mujer siempre ha estado en el campo, pero no se la ha visibilizado
"Tradicionalmente eran los hombres los que tenían la titularidad de la explotación, ni se planteaba que las mujeres pudieran llegar a tenerla, ellas trabajaban pero sin cobrar ni estar dadas de alta. Con la ley que surgió hace unos años, eso se regula, y se tiene en cuenta a la mujer, favoreciendo que sean también titulares" unos hechos que todavía hoy arrastramos, lamentan ambas campesinas.
Nos sentimos más libres para hacer lo que queremos
Las pastoras coinciden en que el sector está cambiando y que ahora, la mujer es más visible, aunque todavía queda camino. "Nos sentimos más libres para hacer lo que queremos", apunta María, que explica que, a veces, cuando sale a pacer fuera de la finca, todavía algunos se ríen y se sorprenden al ver que es una mujer quien lleva el rebaño; "algunas miradas hacen daño, o lo percibo como si se burlaran", concluye la pastora.
El obrador de elaboración propia
Al lado del corral, tienen el obrador donde hacen los productos km 0 a partir de la leche de sus ovejas. Entramos y Aina, nos explica cómo hace los yogures. "Una vez tenemos la leche en la cuba de pasteurización, sube hasta 80 grados. Una vez pasteurizada, la dejamos un rato hasta que baja a unos 40 grados, tiramos el fermento, lo envasamos y lo dejamos descansar en calor unas 6-7 horas. Al final los ponemos en la nevera para ir a vender al mercado!"
Con toda esta cantidad de trabajo, las dos socias -y Sergi, el tercero-, decidieron contratar a una cuarta persona a media jornada, que los ayuda en las tareas de la granja los meses donde hay más trabajo del año. En estos momentos, Txell (Manlleu, 1994) ocupa esta posición, una joven de Manlleu, que repite experiencia después de hacer unos intercambios de WorldWide Opportunities on Organic Farms (WWOF). "En Piamonte (Italia) estuve con una familia que iniciaba un proyecto con cabras; salíamos cada día a pacerlas, las ordeñábamos dos veces al día, se hacían los quesos y se vendían".
Estoy aquí porque creo en este tipo de proyecto, de proximidad, directo al productor, que mantiene vivo el territorio
La joven -que proviene del mundo cultural, graduada en bellas artes-, le gustó mucho la experiencia y recuerda como al volver, le quedó el gusanillo y la inquietud de poder repetir más adelante. "Conocía el Serradet de ir a comprar al mercado y del tejido asociativo de Manlleu, así que me inscribí en la oferta y estuve de suerte!". Txell explica que no ha dejado de lado el sector cultural, "me llena mucho" y apunta: "estoy aquí porque creo en este tipo de proyectos, por la apuesta de la comida ecológica, de proximidad, directa al productor que mantiene vivo el territorio. Pequeños productores que se juntan y que crean redes como Mengem Osona".
Al llegar a la granja, Txell da leche a las más pequeñas tres veces al día y después ordeñan todas las ovejas. Lo que más le gusta es el entorno en el que trabaja, el contacto con los animales, "eso es fantástico, el otro día vi cómo salía la luna por la noche y los días que vengo por la mañana, veo a salir el sol por Cabrera". A pesar de todo, reconoce que "tenía una idea muy romántica de lo que era ser pastora y estar en el campo, pero nadie te explica que quizás te tienes que levantar a las cinco de la mañana y trabajar de lunes a domingo, porque los animales comen cada día".
Respecto al papel de las mujeres en el campo, Txell coincide con sus compañeras. "Las mujeres han estado siempre pero no se han visibilizado". En la misma línea, apunta que la sorpresa a menudo forma parte de su día al explicar a qué se dedica. "La gente se sorprende y parece mentira, porque referentes hay muchos," y añade; "si mi hermano dijera que es campesino no habría ninguna sorpresa, sólo porque se ha cambiado de sector, pero no por el trabajo!".
Agricultura 100% ecológica
De L'Esquirol saltamos a Gurb, donde nos espera Eva (1987, Castellbisbal) que, junto con su pareja Armand, inició hace cinco años un negocio de venta directa al consumidor a partir de cestas; El Circell. "Aquí hacemos huerta variada según la temporada, teniendo presente que vivimos en Osona y que la temporada es mucho más limitada, por el frío y las heladas que tenemos". Ahora tienen plantaciones de brassicas -de la familia de las coles-, y ya han empezado con las plantaciones de primavera, entre los dos campos que tiene la pareja al lado de la masía donde viven, donde hay un par de invernaderos que utilizan para alargar la temporada.
Las estaciones te marcan el ritmo de vida
Antes de iniciar el negocio, la pareja estuvo haciendo un voluntariado en Francia con una explotación que regentaba un matrimonio de unos 50 años. "Un día, le manifesté a la mujer; 'yo quiero vivir tranquila', y me respondió; 'no te equivoques, no estarás nunca tranquila", recuerda Eva, que confiesa que muchas veces todavía recuerda la conversación. La campesina sin embargo, afirma que compensa, y valora mucho el vínculo entre los ritmos de la naturaleza y el entorno. "La luz nos guía, en verano podemos trabajar de las 6 de la mañana a las 10 de la noche, pero en invierno el sol a las 8 todavía no ha salido y a las 6 ya se ha puesto". Un hecho que les hace ir más compasados con los ritmos naturales, "cosa de la que la mayoría de gente ni se da cuenta".
Te tiene que gustar y apasionar, si no, no te dedicas al campo
Recorriendo los terrenos, Eva explica que invierten mucho tiempo y que económicamente les resulta "muy justo", por eso, dice que este es un trabajo que "te tiene que gustar y apasionar porque sino, no te dedicarías a ello". La agricultora recuerda que no se lo planteó como un tipo de trabajo, sino como una forma de vida, que es lo que compensa. "Parece muy bucólico y se ve como algo idílico, pero se tiene que probar para ver si te gusta y saber si es lo tuyo o no".
¿Y las mujeres en el campo? "Hay más de las que creemos, a las agrupaciones donde estoy, hay más mujeres que hombres," exclama, pero se lamenta recordando cómo "hace poco nos compramos un tractor y nadie me miró para explicarme cómo funciona". Asimismo "cuando llega alguien a la masía y preguntan por la jefe de la explotación, preguntan por mi compañero, y en realidad soy yo la titular". Unas situaciones, apunta Eva, que desea que en su generación vayan cambiando.
La campesina apunta a otro factor que le ha condicionado en relación a su dedicación al trabajo; la maternidad. "Empezamos hace cinco años y mi hijo mayor tiene cuatro. La maternidad añade una dificultad cuando llega un momento de la crianza, los primeros años, que si quieres dar el pecho, la madre tiene que estar más presente que el padre", un hecho, apunta la campesina, que dificulta -en todos los sectores- la conciliación de las mujeres en relación a su vida laboral y personal. "Este es un hecho que va en detrimento nuestro, porque las ayudas no existen". Y concluye; "el mercado laboral no está preparado por eso".
Toda una vida dedicada al campo
Filomena (1932, Sant Boi de Lluçanès) es la última mujer que conocemos y que visitamos antes de acabar la ruta osonenca. La campesina nos espera sentada en la puerta de las Rocasses (Sant Hipòlit de Voltregà), en la masía donde llegó con tan sólo 16 años a trabajar de sirvienta. Una casa donde conoció al que sería su futuro marido -el heredero de la familia que servía-, con quien años más tarde tendrían siete hijos. Algunos de ellos -Bernat, Josep, Pilar y Montse-, le ayudan a recordar cómo vivieron aquellos años donde "madre era la encargada de levantar la familia y ayudar en las tareas que hiciera falta".
"Ahora me lo paso mejor que antes, cuando no tenía nunca fiesta y me pasaba el día trabajando", dice sonriendo Filomena, que recuerda cómo compaginaba los trabajos domésticos con ordeñar las vacas, cuidar los cerdos, dar de comer a los conejos, a las gallinas, a los patos y a las ocas que tenían en el terreno. De pequeños, madre e hijos iban al mercado en Vic a vender los conejos para ganar algún dinero, que les ayudaba a llegar a final de mes. "La madre cuidaba y procuraba para los de casa, sirviendo como si fuera un restaurante. Desayunábamos, llevábamos la bebida a los que trabajaban en el campo; los pedos de monja, los batidos de huevo fresco...", recuerdan entre sonrisas, los hijos de Filomena.
La campesina representa una de las muchas figuras femeninas que habían quedado relegadas a unas tareas domésticas de cura familiar, que compaginaba con los trabajos en el huerto y en la granja con el ganado. "Los hombres procuraban por las cosas mayores, como el vino, el pan o el aceite, y del resto, se tenía que ocupar ella", dicen los hijos, que reconocen que su madre, "la mujer, trabajaba mucho más que el hombre", que dedicaba únicamente su jornada al campo.