Películas, canciones, incluso libros, compras, regalos, paquetes, azúcar, turrón, barquillos, copas, lentejuelas, plumas, corbatas, pesebre, tió, árbol, pilota, escudella, canelones, dulces, sobras, sobremesas, sofá, juegos de mesa, gritos, familia, postales, amigos, fiesta. Ante esta retahíla de palabras hay dos opciones: o casi lloras de la emoción que te provoca que ya sea diciembre y hace semanas que tienes el pesebre y el tió en el comedor; o casi lloras, pero de angustia y nervios que te provoca estar en las puertas de Navidad. Las fiestas levantan pasiones, tan buenas como malas, y todo parece dirigido durante un mes y medio a aquellas personas llenas del espíritu navideño, mientras las que odian Navidad no pueden hacer nada y se resignan a esperar al 7 de enero para que todo vuelva a la normalidad.
Muchas de estas personas llevan el disgusto por dentro, ya que no quieren ser unos aguafiestas e incluso se intentan integrar en la alegría colectiva. Con todo, en los últimos años también hay quien esquiva de manera pública todo lo que tenga que ver con Navidad: el belén está guardado, han renunciado al árbol y esquivan así como podan las mil y una películas que ofrecen las plataformas y las listas de reproducción de Villancicos en el Spotify. No quieren saber nada de esta felicidad, que consideran impuesta: parece que todo el mundo está obligado a estar alegre y contento desde el puente de la Purísima y hasta después de Reyes. Sin embargo, más allá de encerrarse en casa durante semanas y no llenar la despensa de barquillos y turrones, como lo pueden hacer estas personas para superar Navidad sin morir al intento. En ElNacional.cat hemos hablado con Maria de Pablo, una psicóloga que nos da las nociones básicas para sobrevivir a las fiestas.
Una época intensa... y angustiante
"Navidad es una época muy intensa y estresando, al menos para|por personas que llegan a consulta", explica esta profesional, que advierte que eso no tiene necesariamente una connotación negativa, pero la euforia por las fiestas no es adecuada. "A las personas que no les gusta Navidad|Nadal, estos días los producen estrés y ansiedad y ya hace semanas que los pacientes empiezan a hablar del tema a terapia", detalla De Pablo, que destaca, entre los momentos que producen más angustia aquellos en que una persona tiene que decidir, por ejemplo, si invitar o no alguien en su casa por una comida o cena festiva, o si hacerle o no un regalo a alguien determinado.
Cuando preparamos la lista de invitados nos podemos encontrar con personas con quienes hemos ido perdiendo la relación durante los últimos meses o años, pero pensamos que se podrían ofender si no los invitamos, ya que siempre habéis pasado, por ejemplo, la nochebuena juntas. O también puede pasar al revés, cuando nos invitan a casa de alguien a quien hace mucho tiempo que no vemos, con quién ya no tenemos nada en común y que sabemos que probablemente nos han invitado solo por compromiso. Con los regalos pasa el mismo, y también entra el tema económico: nos rompemos la cabeza pensando un detalle para alguien y después nos angustiamos por si a esta persona no le gusta y no se atreve a decírnoslo, o por si, al contrario, nos hace una jugarreta en público y nos deja en evidencia. Al fin y al cabo son situaciones que nos pueden suponer un malestar.
La familia y el luto, el problema más común
De Pablo advierte, sin embargo, que casi siempre, el motivo por el cual a las personas no les gusta Navidad tiene que ver con algo relacionado con la familia, aunque cada caso se tiene que analizar por separado. "Cuando hay un conflicto al sistema familiar, eso nos genera angustia y hace que vivamos Navidad con tensión", explica la psicóloga, que también detalla que a veces los motivos son más generales, como que las fiestas nos hacen remover los lutos. "Hay personas que a terapia nos comentan, por ejemplo, que este es la primera Navidad que pasan sin una persona querida, como un abuelo que ha muerto en el último año y que era mucho presente a su vida. Suelen ser días de recordar mucho y quizás nos vienen a la memoria cosas que hayan pasado durante estas fechas en concreto, episodios traumáticos de años anteriores que coinciden con estos días," como una ruptura sentimental o un descalabro emocional.
La experta recuerda que si bien nuestra cultura nos ha hecho entender que estos son unos días para|pasar en familia, aprovechar las vacaciones para hacer cosas en compañía, en realidad, nadie nos obliga a que sea así. Con todo, al ser una visión tan extendida, si a alguien no le apetece pasar la tarde mirando películas navideñas, jugando a juegos de mesa con su núcleo familiar, o ir a una cena en casa de su abuela con tíos que no soportan y se pasan la cena haciendo comentarios inapropiados o desagradables, se sienta mal por este motivo. "Al fin y al cabo, es normal que nos sintamos de esta manera", reconoce De Pablo.
No quiero ir a una comida: ¿qué hago?
En la mayoría de casos, cuando vemos que se acerca el 25 de diciembre, nos damos cuenta de que no podemos dejar pasar más la decisión de ir o no a comer con la familia. ¿Qué hacemos? La psicóloga recuerda que encima del papel no tendríamos que hacer nada para encajar en este molde, pero esta teoría es difícil de llevar a la práctica: "Esto es psicología positiva y no es realista. No es tan fácil como decir yo hago lo que quiero y ya está. Estamos en una situación que nos genera mucho conflicto interno". Así, el ideal sería, según ella, encontrar la posición que resulte más cómoda y que se adapte más a nuestra situación, teniendo en cuenta que es prácticamente imposible que sea la solución ideal. Eso consiste, fundamentalmente, en encontrar un equilibrio entre aquello que nos dicen que tenemos que hacer y lo que menos desgaste emocional nos supone.
El ejemplo que pone a la psicóloga es claro: "Si a mí no me cuesta demasiado esfuerzo ir a la comida con toda la familia un ratito y después me voy, pues sería una buena opción. En cambio, si se me hace una montaña y creo que estaré mucho mejor quedándome en casa por que pienso que me generará menos esfuerzo emocional tener que gestionar el hecho de no ir que ir, pues vale más quedarse en casa solo y tranquilo". Lo que no podemos esperar, sin embargo, es que esta situación sea de paz total, ya que estrés en este sentido, habrá, aunque sea el mínimo.