Nervios, sudores fríos, bloqueos, vergüenza… Hablar en público no es fácil, y menos cuando sientes la presión de tener que impresionar a una audiencia, al jefe o a profesores.
Lo cierto es que todos nos vemos obligados a hacerlo en varias ocasiones durante nuestra vida, ya sea en el colegio o en el trabajo. Y si ya lo hacemos ante nuestros compañeros de clase y profesores cuando somos pequeños, ¿por qué nos ponemos tan nerviosos?
Según Sergi Mora, coach y terapeuta de las emociones, “a la mayoría de personas nos cuesta hablar en público porque tenemos miedo a que nos vean imperfectos”. Cuando nos exponemos estamos mostrando también aquello que no nos gusta de nosotros, y “al tener encima muchos ojos es más fácil sentir aquellas partes de nosotros que nos cuesta aceptar”, explica el terapeuta. Ya no es tanto el miedo a equivocarse, asegura, sino el miedo “a parecer inseguro, a no parecer experto, a no ser esbelto… Al final, tenemos miedo a que el público nos rechace”.
La confianza en uno mismo es el primer paso
Como cualquier habilidad, hablar en público requiere de una cierta práctica y técnica (mirar a los ojos de público, usar el tono de voz correcto…) para mejorar, sonar convincente y perder el miedo. En este sentido, uno de los factores más importantes es la autoconfianza, una aptitud que “debería enseñarse en los primeros 7 años de vida”, apunta el terapeuta. ¿Cómo? “Se enseña la autoconfianza cuando se deja al niño ser él o ella misma, cuando se le escucha y se le apoya, no cuando se le juzga o se le critica”.
Sin embargo, conservar la confianza en uno mismo no es tarea fácil, y cuando nos sentimos bajo presión es cuando afloran nuestras inseguridades. Para combatirlas y aprender a comunicar sin miedo, Mónica Martínez, periodista, presentadora de televisión y formadora en oratoria, ha publicado el libro ‘Método Suéltate’, en el que presenta consejos para preparar y exponer un buen discurso para dominar una reunión, una grabación delante de cámaras o cualquier encuentro con una audiencia.
Aprender a hablar en público, paso a paso
El primer paso, explica la periodista, tiene que ver con las emociones. Es importante entender qué sentimos y de dónde proceden esos sentimientos: “Hay que buscar su origen, porque en cada persona puede estar provocado por un motivo distinto”. Una vez sabes de dónde viene y lo aceptas, ya puedes empezar a controlarlo: “si evitas la emoción, te dominará. Es recomendable asumirlo”.
Cuando las emociones son negativas, debemos dar paso al poder de la autoestima. “Para que creas en ti y en que puedes hacerlo, debes crear una imagen mental de cómo lo harás, debes verte triunfador, logrando tu objetivo”, explica Mónica Martínez, que añade que “puedes engañar a tu mente imaginando que la situación problemática ya ha pasado y ha salido muy bien”.
Como decíamos, las emociones no se controlan, pero eso no significa que debamos dejarnos influenciar por las experiencias pasadas. “Maneja cómo te encuentras ahora para llegar al estado deseado, a cómo quieres sentirte”, recomienda la periodista. ¿Un consejo? Buscar una postura que genere sensación de confianza. De esta manera, enviaremos una señal de poder y energía a nuestro cerebro.
La práctica hace al maestro
Y qué mejor que ir bien preparado para tener la confianza necesaria. Aunque parezca obvio, uno de los grandes secretos es “haber preparado muy bien ese discurso en contenido y forma”, asegura Martínez. Algunos hablan de la regla 90-10 por ciento, lo que significa que en el discurso “debes ofrecer un 10% de todo lo que sabes. Prepara tu mensaje con el cien por cien de tus ideas, y luego construye un discurso solo con un 10 por ciento”. ¿El resultado? Un margen de seguridad brutal y mucha confianza en aquello que estás contando.
El mensaje debe provocar emociones en quien lo escucha. Hay que tener una idea principal sobre lo que se va a decir, y remarcar aquello que tiene más valor dentro del propio discurso. “Se trata de tener muy clara tu idea principal y línea argumental para ayudar al receptor con la comprensión de esta”, aconseja.
No hay que olvidar tampoco la comunicación no verbal. "La voz, los gestos faciales y el lenguaje corporal... Todo debe ir bien coordinado para ser efectivos”, recomienda la autora del libro. La postura, además, “es la responsable de comunicar la intensidad de la emoción y de aportar datos sobre cómo nos sentimos al hablar”.
Recuerda: confianza en uno mismo, una buena preparación del tema y un control de la comunicación no verbal. Que nos vean y nos escuchen seguros, porque si nosotros nos creemos y nos convencemos de lo que estamos explicando, ¡no habrá quien nos frene!