¿Hay homicidas sexuales en las prisiones de Catalunya? Sí. Un equipo de profesionales, liderado por el jefe de la Unidad de Psiquiatría Forense del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Catalunya (IMLCFC), Àngel Cuquerella Fuentes, ha realizado la primera investigación sobre este colectivo minoritario, pero de alto riesgo con el objetivo de planificar intervenciones más eficaces y personalizadas ante su elevado potencial de reincidencia.

En el estudio, los investigadores identificaron a 13 homicidas sexuales encerrados en las prisiones catalanas. Este grupo representa un 3,2% de los presos condenados por asesinato en Catalunya en el año 2023 (unas 315 personas), una proporción similar a la prevalencia de homicidas sexuales estimada en otros países occidentales. La investigación, con el título Análisis de los homicidas sexuales en Catalunya: Características, gestión y reincidencia,  y publicado por el CEJFE, se presenta como "el primer esfuerzo académico dedicado a desvelar la génesis de los homicidas sexuales a Catalunya, a identificar los retos en su gestión penitenciaria y a examinar su potencial de reincidencia".

Las doctoras Rosa Viñas Racionero, Marian Martínez García y Núria Querol Viñas también han participado en la investigación, en colaboración con profesionales de los servicios penitenciarios, del Institut Català de la Salut y la Universidad de Barcelona. Hicieron entrevistas y evaluaciones psicométricas con los agresores, entrevistas con los profesionales encargados de su tratamiento y gestión, así el análisis de datos extraídos de sus expedientes penitenciarios y condenas. Para completar el estudio se comparó la actuación de los 13 homicidas sexuales (aunque solo 9 aceptaron hacer las entrevistas) y dos grupos control: 9 agresores sexuales y 9 homicidas no sexuales. Se indica que los 13 homicidas sexuales del estudio atacaron a un total de 87 víctimas a lo largo de su vida, superando notablemente a las 25 víctimas de los 9 agresores sexuales y las 17 víctimas de los 9 homicidas no sexuales.

Prisión Brians 1
Unidad de la prisión de Brians 1. / Foto: Departament de Justicia / Archivo

¿El homicida sexual nace o se hace?

Los investigadores catalanes citan literatura científica internacional sobre los homicidas sexuales. Hay dos ramas de teorías. La primera asegura que estos delincuentes tienen un componente genético, hereditario, que presentan rasgos sádicos o sufren una "compulsión" que los impulsa a matar. Y la segunda rama mantiene que hay "un proceso evolutivo", en función del entorno y la familia donde se vive. En esta teoría se enmarca el estudio de 36 homicidas sexuales en serie realizado por el FBI durante la década de los 80, que se hizo famoso con la serie de televisión Mentes criminales. Este estudio defiende que los homicidas sexuales siguen un proceso evolutivo que empieza en la primera infancia con el desarrollo de una personalidad patológica, marcada por dificultades en las relaciones interpersonales a causa de vivencias de abuso en el seno familiar. "Estos jóvenes crecen aislados del resto de la sociedad y desarrollan mecanismos de afrontamiento basados en la gratificación sexual patológica y violenta. El homicidio sexual es una evolución natural de esta necesidad de gratificarse y bregar con estados internos negativos", explican los investigadores.

Así, el homicidio sexual se define como aquel donde: Hay evidencia forense de elementos sexuales presentes en el acto de matar; el agresor admite que el homicidio tuvo un componente sexual, o hay sospecha de que el homicidio estaba motivado sexualmente.

Esta sospecha se confirma si se encuentran al menos dos de los siguientes elementos identificados por los investigadores del FBI: la víctima se encuentra desnuda o vestida de manera insinuante; se dejan a la vista los órganos sexuales de la víctima; se introducen objetos en el cuerpo de la víctima (especialmente en los órganos sexuales); el cuerpo de la víctima es dejado en una postura abiertamente sexual; evidencia de actividad sexual con penetración, y evidencia de actos de carácter sádico, como la mutilación del cuerpo.

Los investigadores destacan que determinar la tasa de homicidios sexuales es "una tarea extremadamente compleja". Por ejemplo, exponen que cuando la motivación sexual no es claramente evidente durante la comisión del crimen, dificulta la identificación de estos homicidios como sexuales, aunque lo son. Añaden que países como Estados Unidos, Canadá o Reino Unido estiman que entre el 1% y el 4% de todos el homicidios son de cariz sexual. En el Estado español, el estudio del homicida sexual "es todavía muy limitado y no tenemos estadísticas básicas o estudios en profundidad", aseguran.

¿Quiénes son los 13 homicidas?

Para localizar a los homicidas sexuales, los investigadores buscaron entre los condenados por homicidio o agresiones sexuales en las prisiones catalanas, con los criterios descritos en la bibliografía científica. Encontraron a 13 internos que cumplían condena. Y se aclara que de todos los agresores condenados por asesinato y agresión sexual que han salido en libertad definitiva en el periodo comprendido entre el 2013 y 2017, "ninguno cumplía con los criterios de inclusión".

En el estudio, se detalla que los 13 homicidas sexuales son hombres (9 españoles y 4 extranjeros), que ingresaron en la prisión entre los años 1999 y 2018 por delitos violentos contra 68 víctimas. En el momento de la investigación, los participantes tenían una media de edad de 52 años y cuatro de ellos se identificaban como gais o bisexuales.

Los 13 homicidas sexuales tenían entre 22 y 46 años al momento de cometer los crímenes por los cuales entraron en la prisión. Mataron o intentaron matar a 16 víctimas, hechos por los cuales cumplían condena. Estas eran principalmente mujeres, aunque también fueron atacados dos niños de 9 años, un niño de 14 años, y una niña de 13 años. Seis de los 13 homicidas sexuales analizados habían agredido sexualmente o asesinado múltiples víctimas, hecho que los clasifica como agresores en serie.

Víctimas, la mayoría desconocidas

Con respecto a las víctimas, se indica que 9 de las 16 víctimas eran desconocidas y el agresor entró en contacto con ellas por primera vez al momento de los ataques. La otro mitad de las víctimas eran conocidas por el agresor, pero con varios niveles de intimidad entre ellos. Tres víctimas eran menores con los que los agresores entraron en contacto días antes de la agresión. Solo dos de ellos tenían una pareja sentimental en el momento del estudio, pero seis tenían hijos de una relación anterior.

Los investigadores precisan que "la selección de la víctima no fue precipitada". Solo en seis de los 16 casos de asesinato, los agresores atacaron a la víctima porque se encontraba al alcance; es decir, la mayoría de las víctimas (10) eran escogidas con cuidado y, de hecho, seis de ellas fueron asediadas antes de los asesinatos.

Víctimas asfixiadas y sin ropa

También se detalla que de las 16 víctimas, 6 fueron atacadas en el domicilio del agresor; 3 en casa de la víctima o de los dos (1 caso). Solo seis víctimas fueron llevadas y atacadas en lugares remotos o en un garaje público (1 caso).

Los agresores utilizaron diferentes estrategias para evitar que las víctimas se resistieran a los ataques. En 8 casos el uso de la propia fuerza y superioridad física; en 5 casos el uso de ligaduras para evitar que la víctima se moviera; en 2 casos con el uso de narcóticos o 2 aprovechando que las víctimas estaban ebrias, o en 3 casos el uso de armas para amenazar o directamente herir a la víctima.

Con respecto al asesinato, 9 víctimas fueron asfixiadas; 8 golpeadas; 6 apuñaladas, 1 ahogada, 1 mordida. Generalmente, durante el curso de esta agresión, los agresores también las atacaban sexualmente, la mayoría penetrándolas.

En total, cinco víctimas van sobreviven a los ataques de los homicidas sexuales de este estudio y 11 murieron. En siete de los 11 víctimas asesinadas, estas quedan sin ropa o con los genitales expuestos a la escena del crimen. Incluso, en tres casos, las víctimas fueron escondidas en el domicilio del agresor de tres días a, incluso, un año.

Cuidadores negligentes o una amenaza

Se indica que los homicidas sexuales se pueden identificar analizando sus trayectorias sexuales y de violencia. Estos agresores suelen empezar sus trayectorias criminales no sexuales a finales de la infancia y principios de la adolescencia. También demuestran un interés sexual patológico desde la pubertad que se puede manifestar en fantasías sexuales violentas, ataques no provocados a mujeres o menores que están motivados por sus fantasías sexuales, e incluso agresiones sexuales.

En el caso de los 13 investigados, se precisa que "todos los agresores crecieron en familias inicialmente intactas, conviviendo con sus padres y hermanos". No obstante, cuatro de los nueve participantes relataron que estos "entornos familiares eran físicamente abusivos" y 6 de ellos "emocionalmente fríos" ya que sus cuidadores representaban una amenaza o los descuidaban. Al menos tres de los participantes tenían familiares que habían matado a sus mujeres, y uno de ellos fue testigo indirecto de abusos sexuales de su padre hacia sus hermanas. Como mínimo cuatro de los participantes identificaron una conexión directa entre estas experiencias y su comportamiento en la edad adulta.

Con respecto al proceso de escolarización, ninguno de los 13 homicidas sexuales de la muestra cursó estudios universitarios. La mayoría (9) no habían estudiado más allá de la educación primaria, y el resto lo dejó durante o después de la educación secundaria (4). Uno de ellos relata que dejó de ir a la escuela por las palizas que recibía en casa y por sentirse diferente del resto.

GRAFIC HOMICIDAS Sexuales
Evolución de los homicidas sexuales, según el estudio.

El trauma sufrido genera rabia

"Las incapacidades de los progenitores de proyectar una imagen positiva hacia los participantes o de expresar un mínimo de estima propició que estos crecieran sin la experiencia o capacidad de vincularse afectivamente a los demás", explican los investigadores. Cuatro de ellos relataron que huyeron de casa durante la adolescencia, "impulsados por la necesidad de escapar del maltrato físico y el miedo de perder el control hasta el punto de matar a sus padres o cuidadores en medio de una pelea". Estas historias -sostienen a los forenses- "dejan clara su percepción del mundo como un lugar peligroso, donde la supervivencia es la única prioridad y mostrar debilidad es un riesgo intolerable". La crudeza de sus vidas se sigue reflejando en el hecho de que cuatro de estos agresores también sufrieron hambre o pasaron frío, sin ni siquiera ropa adecuada para cubrirse.

"El trauma sufrido generó en ellos una rabia profunda y una sensación constante de desprotección, de la cual solo deseaban huir", manifiestan los estudiosos. Detallan que un participante relató que desde los 12 años estaba "continuamente enfadado" y "quería hacer daño a quien fuera" para hacerles sentir la impotencia que él sentía cuando lo maltrataban— fenómeno que en la teoría psicoanalítica se llama compulsión de repetición y es por lo común asociado a cómo la gente trata de afrontar el trauma.

Se asegura que en comparación con el grupo de homicidas sexuales, una menor proporción de los agresores de los grupos controles habían sufrido abuso durante la infancia o adolescencia. Además, se expone que incluso en los casos donde estos agresores de los grupos control habían sufrido situaciones de maltrato, "el impacto del trauma en su capacidad de relacionarse con los demás no era tant profundo".

La desconfianza como norma

Los homicidas sexuales que participaron en las entrevistas, en general, "no tenían amigos en la escuela y tampoco parecía que buscaran establecer". Se explica que "esta falta de conexiones sociales desde la infancia a menudo iba acompañada de una profunda rabia contra una sociedad que percibían como hostil y que los rechazaba". En al menos cinco de los nueve casos los participantes expresaron esta frustración con una intensidad notable.

"Aislados tanto socialmente como dentro de su propio entorno familiar, estos individuos no desarrollaron las habilidades necesarias para gestionar los conflictos interpersonales de manera productiva, ni tampoco aprendieron la empatía necesaria para interactuar con normalidad en la vida adulta". En lugar de eso, "asimilaron la desconfianza como norma y aprendieron a ignorar las reglas sociales, convencidos de que tenían el derecho de tomar lo que quisieran antes de que alguien más se lo cogiera a ellos".

Como relató uno de los participantes: "me miraba al espejo y veía un monstruo... vivía en piloto automático, haciendo el mínimo para sobrevivir." Este sentimiento de enajenación influyó directamente en su comportamiento criminal. Los profesionales de la prisión observaron que este mismo participante había insinuado que parte de sus crímenes estaban impulsados por la necesidad de obtener gratificación inmediata, incluso a costa de los otros. "Uno tiene que vivir un poquito", dijo de manera casual, sugiriendo que su búsqueda de alivio momentáneo justificaba sus actos. "Este patrón de autogratificación a corto plazo es un aspecto recurrente en el perfil de estos agresores", afirman.

Sin trabajo estable o formación militar

Por eso, añaden que "no es sorprendente", que de adultos, los homicidas sexuales de la muestra "continuaran por una trayectoria de pobre rendimiento laboral". Siete de los agresores entrevistados describieron una trayectoria laboral muy irregular, mientras que dos de ellos mencionaron que nunca habían trabajado. Ninguno de los agresores tuvo un trabajo calificado y ocho de ellos no tenían estabilidad laboral en el momento de los hechos. El único individuo que tenía un trabajo estable en el momento de los crímenes la mantenía por motivos que iban más allá de la subsistencia: trabajaba precisamente en el lugar donde seleccionaba y atacaba a sus víctimas.

De forma sorprendente, se narra que "a pesar de su incapacidad para mantener un trabajo estable o integrarse en la sociedad de manera convencional, hay un elemento común entre algunos de los participantes que destaca: al menos cuatro de los agresores tenían preparación militar". La estructura estricta del ejército puede haber jugado un papel importante en su capacidad para controlar su comportamiento, ofreciéndoles una vía socialmente aceptable para canalizar sus tendencias violentas, se razona en el estudio.

Fusión de sexo y violencia

"¿Qué entiendes por pornografía?" ¿o "qué descubriste y aprendiste del sexo con la pornografía"? son algunas de las preguntas que se hicieron a los nueve participantes con el fin de profundizar en la génesis conductual e intrapsíquica de su comportamiento violento.

Los homicidas sexuales erotizan tanto los actos sexuales como los violentos. "Hay una fusión de la sexualidada y la violència". Para ellos, el sexo no es igualmente gratificante si no incorpora el uso de la violencia física, como se puede observar en un caso dónde el uso de la violencia es completamente gratuito ya que la víctima no se podía mover, indican a los investigadores. En cambio, en los agresores sexuales del grupo de control, incluso los más violentos, la violencia es utilizada para conseguir la sumisión de la víctima. Una vez la víctima está sometida, el uso de la violencia acostumbra a parar.

Se detalla que en el caso de los homicidas sexuales primero de todo se desarrolla un interés parafílic. "Específicamente, se produce una fuerte asociación entre sexo y agresión durante el desarrollo sexual de estos homicidas". Una explicación plausible -se afirma- es que "el aislamiento experimentado en entornos traumáticos o negligentes, combinado con la agresividad aprendida, interfiere en su desarrollo sexual, fijándolo en preferencias parafíliques." Este punto es de vital importancia -se asegura- porque, "aunque a menudo el foco de atención recae en sus comportamientos en la edad adulta, el origen de los intereses parafílics se encuentra en la infancia y la adolescencia". Por lo tanto, se concluye que se tiene que considerar importante analizar el contexto familiar y social en el desarrollo de estas personas.

En este sentido, al menos ocho de los nueve participantes describieron un "consumo problemático de pornografía", y la mayoría de los homicidas sexuales admitieron tener numerosas relaciones sexuales, haciendo uso de la prostitución en la mitad de los casos.

Se precisa que en los homicidas sexuales, "los primeros comportamientos delictivos violentos acostumbran a servir de ensayo para futuros actos sexuales violentos y para liberar la rabia o la frustración sin tener miedo a las consecuencias". Este sería el caso de cuatro agresores de esta muestra que tenían antecedentes por violencia sexual, y dos de ellos tenían 16 años cuando fueron arrestados por sus primeros delitos sexuales.

De las narraciones de los cuatri agresores con antecedentes por delitos sexuales se extrae que estos agresores ya habían matado o intentado matar antes. Es decir, eran homicidas sexuales reincidentes que habían cometido con anterioridad el mismo tipo de crimen por el cual estaban condenados en el momento actual. Su reincidencia se produjo durante permisos penitenciarios en dos casos; a los tres meses de salir de la prisión, en un caso, o al año y medio de haber salido de la prisión, en otro caso.

Durante la adolescencia, los homicidas sexuales de este estudio siguen experimentando el mismo malestar emocional y problemas relacionales que sufrieron durante la infancia Así pues, las fantasías sexuales violentas no solo persistían sino que evolucionaban en temática e intensidad, afectando al desarrollo de la personalidad y convirtiéndose en uno de los principales catalizadores de la conducta parafílica adulta.

Al llegar a la vida adulta, los homicidas sexuales del estudio catalán mostraban una "vida sexual claramente patológica", marcada tanto por la intensidad de su impulso sexual (hiperfilia) como por el tipo de estímulo que les provocaba excitación (parafilia). "Esta diferencia fue fundamental para distinguir entre los homicidas sexuales y los agresores sexuales del grupo control en el presente estudio", destacan a los investigadores.

El sadismo sexual

En este sentido, los investigadores afirman que los resultados del estudio revelan que "los homicidas sexuales y los agresores del grupo control no se diferencian por la magnitud de su impulso sexual (hiperfilia), sino por el contenido claramente parafílic de su conducta sexual". Los agresores sexuales del grupo control mostraban menos patrones de excitación atípicos, frente los homicidas sexuales, y sus ataques estaban motivados por el odio o la rabia cuando sus avances sexuales eran rechazados. "Valorar estas diferencias no ha sido una tarea sencilla", confiesan los profesionales.

Se añade que la parafilia más común es el sadismo sexual, y se confirma en la mayoría de agresores analizados. Es decir, la mayoría de ellos obtenían placer del sufrimiento, control, poder sobre, o sumisión de la víctima.

Por ejemplo, entre los comportamientos de los homicidas de la muestra, se destaca la preferencia por agredir sexualmente a la víctima mientras la veían morir asfixiada, la práctica de eviscerar a la víctima para ver su sangre, o la necesidad de continuar con la agresión una vez la víctima ya está muerta. Estos comportamientos son claramente extremos y consistentes con el encontrado en otros estudios que sugieren que los homicidas sexuales con rasgos de sadismo desarrollan conductas cada vez más radicales a medida que evolucionan sus fantasías sexuales. Así pues, los forenses manifiestan que "un paso indispensable para detectar a un homicida sexual es un análisis exhaustivo de su personalidad".

Se manifiesta que los homicidas sexuales de menores "constituyen un grupo único que merece ser estudiado con más detenimiento en futuros estudios".

¿Tienen patologías?

La literatura cinetífica detalla tres grandes perfiles de personalidad y comportamiento sexual patológico, y se han encontrado evidencias en el estudio. Son: la estructura de personalidad antisocial y sadismo sexual, la estructura de personalidad esquizoide, la estructura de personalidad límite.

Estudios recientes han destacado que los agresores sádicos o motivados por el odio tienden a atacar desconocidos, mientras que aquellos impulsados por el deseo de poder o control optan por víctimas con las cuales tienen algún tipo de relación. El presente estudio ofrece cierto apoyo a esta distinción, se afirma.

La elección de la víctima constituye el último peldaño de una espiral descendente que desemboca en el homicidio sexual, se asegura. Una vez elegida la víctima, el agresor proyecta sobre ella sus fantasías sexuales violentas, que se manifiestan de manera diversa según sus emociones y su estructura de personalidad

Los doctores también exponen que una parte de los homicidas tienen una apariencia de personas normales, pero que "esta fachada esconde déficits emocionales muy graves, como la alexitimia, falta de empatía, desinhibición conductual ocasional y falta de respuesta al castigo". Su verdadera naturaleza aparece cuando "otros trastornos o estresores externos erosionan los pocos controles que tienen sobre sí mismos".

Así pues, los investigadores afirman que para evaluar a estos agresores, es fundamental analizar la estructura de su personalidad para comprender mejor cómo se manifiesta su conducta sexual patológica. "A pesar de sus intentos de parecer pseudonormales en los tests psicométricos, los homicidas sexuales presentan alteraciones de la personalidad más graves en comparación con los homicidios no sexuales". 

"La gran cuestión es como la personalidad y la sexualidad patológica del agresor se retroalimentan", se reflexiona.

Se añade que los homicidas sexuales se caracterizan por una patología de personalidad o psicótica más severa que otros homicidas, y una conducta parafílica más compleja que la mayoría de agresores sexuales. Entre las alteraciones más destacadas hay la psicopatía, el trastorno de personalidad antisocial, el trastorno de personalidad esquizoide, el trastorno de personalidad límite, el sadismo sexual, el fetichismo, y el abuso de alcohol y drogas.

 A pesar de esta introversión y rasgos de personalidad patológicos, solo dos de los agresores de la muestra sufrían una enfermedad mental severa de tipo psicótico. En el resto, su contacto con la realidad estaba bien preservado.

"Necesitaba liberar la rabia"

El estudio también detalla que en general, "los homicidios sexuales suelen ocurrir a momentos de gran estrés en la vida de los agresores", como la sensación de pérdida de control en determinadas circunstancias (como conflictos interpersonales, problemas matrimoniales, o un aumento del estrés a causa de la llegada de un hijo), la falta de recursos para hacer frente a situaciones problemáticas (problemas económicos, laborales o legales) o la necesidad de desahogar la tensión acumulada (como el malestar emocional, disfunciones sexuales que se vivían con frustración, o el luto por la pérdida de una persona próxima). En situaciones esporádicas, solo encontrarse con una víctima potencial que está bajo los efectos del alcohol también propició los homicidios.

Por último, hay una minoría de agresores con patología psiquiátrica que, movidos por sus fantasías sexuales y la compulsión de matar, pueden atacar a una víctima de manera completamente oportunista e impulsiva si esta se encuentra en el lugar y momento equivocados, explican los investigadores.

En los siete casos donde había una motivación psicosexual subyacente claramente delimitada, lo que se detectó es que los agresores se encontraban en un momento de estrés justo antes de los asesinatos (o intentos). Por ejemplo, un agresor explicó que se sentía maltratado por su mujer y "necesitaba liberar la rabia".

¿Rehabilitación productiva?

Los homicidas sexuales analizados recibieron condenas que iban desde los 18 años de prisión hasta la pena privativa de libertad permanente revisable. Se precisa que su puesta en libertad empezaría a partir del 2024 hasta el 2066, excepto en los dos casos de pena de prisión permanente revisable.

El año 2023 se estimó que la tasa de reincidencia penitenciaria en Catalunya era del 21% durante los cinco años posteriores al excarcelamiento. Por delitos, el estudio precisaba que la mayoría de los crímenes se cometen durante el primer año de libertad (65%). Se añade que los internos que han cumplido condena por delitos contra las personas tienen una tasa de reincidencia de entre el 46% y el 67%, mientras que en el caso de los delitos contra la libertad sexual, esta tasa es todavía más alta, situándose entre el 82% y el 91%. Eso sugiere que los internos liberados después de haber cometido un homicidio sexual podrían tener una probabilidad más elevada de reincidencia violenta que el resto de internos, tal como también indican estudios realizados en Australia, los Estados Unidos y Europa, se razona.

Además, en el estudio se asegura que "no se pudo determinar con precisión si la participación de los homicidas sexuales en los programas de rehabilitación era realmente productiva". Es decir, explican que fue difícil discernir cuáles de los participantes se involucraban genuinamente en los programas de intervención especializada y cuáles lo hacían de manera instrumentalizada, con el único objetivo de conseguir beneficios como permisos o salidas anticipadas.

Finalmente, los investigadores admiten "limitaciones" de su estudio como el hecho de que la muestra analizada es pequeña, aunque en conjunto los homicidas sexuales son una minoría. Y propone más estudios y programas más personales para intentar evitar nuevas víctimas, así como darles herramientas si salen de la cárcel, como los programas Círculos o el Ángel Azul, y que "no tengan que pagar por esta ayuda terapéutica". Proponen un plan de excarcelación "riguroso" y "sólido" ya que estass personas salen en libertad después de haber pasado 20 y 30 años en la prisión.

Al final del estudio, los investigadores presentan una serie de recomendaciones para intentar mejorar la evaluación y la gestión de los homicidas sexuales dentro del sistema penitenciario catalán, teniendo en cuenta la complejidad y el alto riesgo que presenta este colectivo. Precisan que hace falta: analizar el inicio y el tipo de trayectoria delictiva; evaluar la evolución de la conducta parafílica; examinar la relación entre la patología psiquiátrica y los patrones de violencia durante los homicidios, y considerar la selección de la víctima.

"La combinación de un enfoque interdisciplinario, una identificación precoz de los casos, evaluaciones exhaustivas, y la creación de planes de rehabilitación y excarcelación adecuados es fundamental para garantizar una intervención efectiva", sostienen. Además, "establecer mecanismos estables de investigación y revisión periódica de los programas de tratamiento contribuirá a una mejor comprensión y gestión de estos delitos, con "el objetivo final de reducir la reincidencia y proteger a la sociedad", concluyen.

 

En la foto principal, un taller de tratamiento en la prisión de 4 Camins. / Foto: Departament de Justicia/ Archivo