Cada día es plena noche cuando les suena el despertador. En pleno noviembre —sin turistas—, en el Estartit deben quedar 2.000 habitantes. A las siete de la mañana, la hora en que nos ha citado Joan Massagué (36), las calles están vacías, sólo se escucha el sonido de las olas. Nos encontramos en la cofradía de pescadores, el lugar donde cada uno tiene su espacio personal. Joan nos explica que antes estaban todos juntos. Ahora, en todo el municipio, sólo quedan tres que practican el arte menor de la pesca artesanal: Climent, Isaac y él, Joan.
Mientras se prepara un café, el pescador explica que lleva 15 años dedicándose al oficio. "Es vocacional. A mi abuelo no lo vi pescar prácticamente nunca, pero a mi padre sí. Recuerdo que con 9 años salimos a recoger la red del salmonete, una red que se quita cuando se pone el sol. La empezamos a recoger y venía mucho. Llegamos a las dos de la madrugada a casa. Ya te puedes imaginar, mi madre nos echó la bronca diciéndole a mi padre que qué hacía con un niño pequeño en medio del mar a aquellas horas". A pesar de todo, el padre de Joan no quiso que fuera pescador. "Me hizo ir a estudiar alguna cosa, pero al cumplir los 18 años, decidí ir a Palamós a sacarme el título de patrón de pesca".
Llega Isaac a la cofradía. Ambos son firmes defensores de la pesca artesanal. Ellos utilizan artes pasivos, los dejan en el agua y son artes de parada. El daño que causan en el ecosistema es mucho menor en comparación con la pesca de arrastre, que se lleva todo lo que pasa por su camino. "Los que practican la pesca industrial cada día hacen el mismo trabajo, nosotros, según la temporada, utilizamos un arte otro y así vamos buscando las especies que más nos interesan. Un buen pescador artesanal no se tendría que dedicar a una sola pesca durante todo el año". Isaac se dedica más exclusivamente a la pesca del pulpo, utilizando nasas y trampas y Joan, en cambio, utiliza la red y el palangre como puntales.
Un buen pescador artesanal no se tendría que dedicar a una sola pesca durante todo el año
De camino hacia las barcas, observamos como sale el sol de detrás de las Medes, "qué espectáculo que tenéis aquí cada día", les digo impresionado observando los colores del cielo. "Esto es lo mejor, ¿en Barcelona os despertáis con niebla y no veis nada, verdad?", exclaman entre sonrisas. Los dos pescadores salen siempre que las condiciones marítimas se lo permiten. Por término medio, unos 110 - 120 días al año, aunque Joan, por poco que sea, sale cada día. "Mi estrategia de pesca es esta, al final un día u otro pillas el día fuerte". El hecho de tener cerca las Medes les beneficia, porque lo utilizan como un refugio natural de pesca. Eso les permite más flexibilidad en función de dónde sopla el viento y según cuáles sean las condiciones marítimas, jugando así con las alternativas para pescar en diferentes lugares.
¿Los pescadores, buenos meteorólogos?
Antes de salir, les pregunto por el tiempo que hará y si tendremos o no buena mar. "Antiguamente éramos buenos meteorólogos, ahora somos buenos observando y analizando las previsiones meteorológicas", dice Joan. "Cada día dedico un par o tres de veces a mirar el Windfinder, un modelo que me dice desglosado por horas la altura de las olas, la velocidad y la dirección del viento, la precipitación...". Una información que le sirve para decidir a dos días vista —no más—, si saldrá o no al día siguiente, aunque reconoce que un poco de tramontana también le gusta, "así intensifica más el trabajo".
Nos despedimos de Isaac, cargamos las cajas y el hielo y salimos del puerto con Helsa, la barca de Joan. "Empecé con una barca de madera muy cutre que me compré en el Port de la Selva. Un hombre del Estartit había comprado la antigua barca de mi padre y siempre me decía: 'Me duele la espalda, Joan, esta barca te la quedarás tú'. Y así fue, me la tenía que quedar por fuerza, la sentía mía. Cuando salía con mi padre de pequeño ya iba en esta barca". Joan recuerda que el nombre le proviene del primer propietario, Toni Llavero, un famoso pescador de la Escala. "Llavero le puso este nombre porque tiene dos hijas, Helena y Sabina. Mi padre la compró y se quedó con el nombre, somos amigos de Toni y es un nombre que nos gusta". Por eso, dice el pescador, no lo piensa cambiar.
La pesca artesanal, un oficio vocacional
Dejando atrás el Estartit, Joan explica que su semana empieza el domingo, porque el fin de semana no se pesca, así se deja descansar el mar. "El domingo ya se puede ir a calar, a colocar la red. Normalmente yo salgo por la tarde, entre las tres y las siete". Así el lunes, justo en el momento en que sale el sol —que es cuando el pez está en movimiento—, Joan llega a la boya y empieza a recoger la red. El pescador detalla que "los peces son como las personas, hasta ahora todo el mundo duerme, pero al salir el sol, se empieza a ver ambiente y coches en las calles. En el mar pasa lo mismo".
El pescador suele pescar entre la zona de Begur y el Cap de Creus. De camino, Joan relata como la Reserva Natural Integral de las Medes la fomentaron los mismos pescadores del Estartit. "Actualmente no se puede pescar en un perímetro de 120 metros desde la propia roca, pero en el perímetro de fuera, nos han creado un pre-parque, que es una zona donde sólo podemos pescar los pescadores del Estartit. Así la costa la tenemos compartida, pero el perímetro más directo a las Medes es para nosotros".
Llegando al primer punto de pesca, delante de la desembocadura del Ter, nos espera flotando una boya con el nombre de la barca, la matrícula y en la parte superior, una letra que sirve de identificación del tipo de arte de pesca que se está llevando a cabo. "La R es de redes; la 'P' de palangre y la 'T' de 'trampa', que hace referencia a las nasas y las trampas". Este indicador es un buen método de control para saber si se están cumpliendo o no las reglas, ya que las nasas, por ejemplo, se pueden dejar todo el fin de semana en el agua a diferencia de la red, que se tiene que extraer.
Mientras Joan empieza a recoger el trasmallo, la red que sirve para pescar el pez de escama, el pescador mira con atención la proa de la barca, pendiente de si en cualquier momento aparece algún pez que lo deje boquiabierto y se le haga la boca agua. "Antiguamente decían que la red cuando la recogían y no venía mucho pescado no pasaba nada. La importancia se la daban a que no viniera sucia. Si no había venido mucho pez, pero veían la red limpia, ya se conformaban. Los días que viene sucia, ganas lo mismo. pero estás más tiempo sacando hierbas y no compensa".
De repente, aparecen los primeros peces. Al sacarlos del agua con la red, Joan los separa manualmente y los coloca directamente en una cámara donde con el choque del agua y el hielo, se mantienen en buen estado hasta llegar a la lonja.
"Lo que quiere todo pescador es que haya el pez que queremos, que esté donde nosotros queremos y que se enganche en la red que nosotros queremos". Y eso no es así, explica Joan, que evita normalmente coger más hielo de la cuenta, para no tener una decepción al volver al puerto con las cajas vacías. Mi padre me decía que cuando pienso que más sé del mar, de las temporadas y de donde y cuando se tiene que pescar cada cosa, me doy más cuenta de que menos sé, porque pasan cosas que te rompen los esquemas. Y eso es lo bonito de la pesca".
Con la pasión que le dedica, se nota que el pescador ama y le gusta su oficio. De repente, pesca un rodaballo pero es demasiado pequeño, por eso decide tirarlo al agua. "Me hace mucha ilusión porque sé que otro día lo pescaré y será más grande. Normalmente cuando tiro un pez pequeño pienso: ¡venga, compénsame, que suba uno grande ahora!" (ríe).
La contaminación en el mar
Mientras sigue recogiendo los metros y metros de trasmallo, Joan se muestra preocupado y reflexiona sobre la calidad del agua del mar. "Aquí en la desembocadura del Ter con el mar se acostumbran a acumular medusas y basura: plásticos, troncos... Si veo algún plástico, lo cojo y lo recojo, pero ¿y todo lo que no vemos? ¿Cuántas veces nos han explicado lo que hay en el mar aparte de antibióticos, anticonceptivos, pesticidas y metales pesados, entre otros? ¡Eso es lo que me gustaría saber realmente y no nos explican!".
¿Cuál es la mejor época de pesca?
Respecto a las temporadas de pesca, en primavera es cuando hay más peces en movimiento. "No sabes qué hacer, es la época de reproducción y de más actividad con diferencia. Puedes ir a la sepia, a la red, al palangre, al mero, Isaac es cuando coge más pulpo... Todo está en auge". La suerte es que tienen mucho abanico. "La pesca artesanal es muy selectiva, tenemos redes para ir al salmonete, redes para ir al salmonete un poco más grande, muchos peces tienen redes específicas y, dentro de estas redes, hay incluso de diferentes medidas".
Una vez recogido todo el trasmallo, el pescador toma rumbo en dirección al puerto, donde el día anterior caló tras el mismo muelle. Allí recogerá el boliche otro tipo de red enfocado al pez plano.
De camino, le pregunto sobre si le gusta el hecho de salir a navegar cada día solo. "La soledad la puedes sentir más por la noche, cuando sales del puerto en un primer momento y está todo oscuro, pero nada, dura unos minutos. Lo bueno de ir solo es que puedes ir a tu aire. Si en la barca vas acompañado, se tiene que ir muy bien compenetrado". Joan se ve que es un hombre sociable, habla sin problema y responde a todas las preguntas con una sonrisa. "Los días que tengo rato navegando, quizás me pongo música en la radio, también nos comunicamos entre los pescadores y escuchamos las barcas de arrastre de Roses que están más mar adentro y nos avisan del mal tiempo".
Joan abre un portillo del suelo de la barca y, bajo nuestros pies, tiene todo un espacio donde guarda redes, cabos y otros utensilios que utiliza en su día a día. "Para la pesca del calamar, aquí debajo tengo incluso una litera que la utilizo en verano cuando pescamos toda la noche". El pescador detalla que para la pesca del calamar salen del puerto una hora antes de que se ponga el sol y vuelven una vez amanece. De noche, "la luna intensifica más la pesca, sobre todo cuando está llena, cuando está creciente, son días importantes porque hay más movimiento. El pez está más excitado y los depredadores más animados".
Una vez recogidas los boliches y de vuelta al puerto, hablamos sobre si el oficio de pescador es rentable hoy en día y si le permite ganarse bien la vida. "Yendo bien, tendría que hacer una media de unos 4.000 euros brutos al mes, después cuenta con los gastos de autónomos, el gasóleo, el mantenimiento de la barca, los aparatos electrónicos que se oxidan, las redes, etc. ¿Es un buen sueldo? Comparado con las horas que dedico... ¡Un compañero lo calculó una vez y no nos salía ni a 10 euros la hora!".
Menos demanda, precios más bajos
Como no podía ser de otro modo, la pandemia del coronavirus también ha afectado al precio del pescado. Al haber menos demanda, los precios han bajado. Un hecho que repercute directamente en el trabajo de los pescadores, que se han tenido que adaptar a pescar el pescado más demandado. "Ahora con la Covid-19, nos dedicamos a pescar peces que comerías más en casa, como por ejemplo la sepia, el rodaballo, el rape, el lenguado... Peces más típicos tienen ahora más valor porque es lo que come la gente en sus casas. El de restaurante, el pescado grande, no tanto".
Nuestra pesca es sostenible, si sacas lo necesario, el próximo año volverá a haber los mismos peces
Entramos al puerto a las 11 de la mañana, Joan aminora la marcha y navegando entre las barcas, confiesa que no se ve practicando otro tipo de pesca que no sea la artesanal. "Esto va con la mentalidad de cada uno, yo desayunando, comiendo y cenando una vez al día tengo bastante. La pesca industrial para mí consistiría en desayunar, comer y cenar tres veces al día, tener cinco coches y cuatro casas. No lo necesito. Nosotros somos de coger lo que necesitamos. Nuestra pesca es sostenible, si sacas lo necesario, el próximo año volverá a haber los mismo peces".
Joan amarra la barca y empieza a clasificar el pescado en cajas. Le suena el teléfono y lo deja sonar. Dice que es su padre, Joan, que lo llama para comentar la jugada. "Siempre me llama a esta hora y yo le hago esperar un poco. Mi padre me lleva las cuentas, me dice si voy bien, si no, me lo compara con el año anterior... ¡Mi padre no viene, pero no me deja descansar mucho!", exclama sonriendo.
Joan, sin embargo, todavía no ha acabado su jornada laboral. Ahora tendrá que ir a etiquetar el pescado antes de ser enviado hacia la lonja de Palamós. Después, irá a comer a casa de sus padres, donde muchos días, después de comer, Joan (padre) le hace un croquis para enseñarle nuevos lugares donde pescar. "Nos sentamos en el sofá con mi padre y me hace un dibujo; 'Mira, esto es aquella roca, esta es la otra, ve aquí, hazlo así...". Joan (hijo) le dice que lo acompañe, pero el padre prefiere hacerle el croquis desde casa.
Entre las tres y las cinco de la tarde, Joan pondrá en marcha la barca de nuevo y le tocará salir para ir a calar la red para el día siguiente. "La red no puede estar más de 16 horas en el mar. Se tiene que recoger y, por la tarde, volver a calar de nuevo". Un hecho necesario, porque, tal y como apunta el pescador, "se tienen que dejar unas horas para que los peces se vuelvan a situar".