Un estudio prevé que 1.305 aves se extinguirán en los próximos dos siglos, cifra que representa más del doble de los pájaros desaparecidos de la tierra desde la aparición de los seres humanos, hace 130.000 años. Es una de las conclusiones de un estudio liderado por la Universidad de Birmingham y el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), publicado este jueves en la revista Science, que alerta de las graves consecuencias para los ecosistemas de la extinción de aves. En total, se calcula que hasta ahora han desaparecido como mínimo 610 especies, casi todas por causas humanas, hecho que representa una pérdida del 20% de diversidad funcional, es decir, del conjunto de roles que las diferentes especies ejercen en un ecosistema. Algunos de estos roles incluyen la polinización, el control de plagas de insectos, la dispersión de entonces que contribuye al crecimiento de la flora o la eliminación de materia orgánica que ejercen las aves carroñeras.
El estudio advierte que las consecuencias de la extinción son más grandes de lo que se creía. En este sentido, los investigadores resaltan que las aves "ejercen una función única al ecosistema" y que, por lo tanto, cuando desaparece una especie, su rol en el entorno natural muere con ella. "Además de la diversidad funcional, cada especie también tiene una cierta historia evolutiva, por lo tanto, cuando esta especie se extingue, es básicamente como cortar una rama del árbol de la vida", explica el investigador de la Universidad de Birmingham y primer autor del estudio, Tom Matthews. El estudio subraya en este sentido la necesidad de identificar las funciones ecológicas perdidas con cada extinción. "Comprender el impacto de las extinciones pasadas nos ayudará a calibrar mejor las consecuencias futuras a los ecosistemas y, por lo tanto, a mejorar las estrategias de conservación y restauración global", señala Matthews.
Las islas, las zonas con un riesgo más alto
Las zonas más afectadas por la extinción de aves son las islas, ya que el 80% de las especies extinguidas eran insulares, hecho que se traduce en una pérdida del 31% de diversidad funcional en estos ecosistemas. "El futuro no es muy alentador, ya que vemos que si no tomamos medidas, 1.000 especies insulares más podrían haberse extinguido en 2224" advierte Ferran Sanyol, investigador del CREAF y uno de los autores de la publicación. Algunas de las causas de esta alta extinción en las islas es que las aves no pueden escapar de nuevas especies exóticas o animales domésticos como los gatos, que las cazan o introducen nuevas enfermedades. Algunos ejemplos próximos son la pardela balear (Puffinus mauretanicus), un ave marina que habita en las Baleares que contribuye a los ciclos de nutrientes en las aguas costeras a través de sus deshechos, y que se encuentra en peligro de extinción. En las islas Canarias, la paloma rabiche (Columba junoniae) y la paloma turqué (Columba bollii) contribuyen a regenerar los bosques de laurisilva, ya que se alimentan de sus frutos y, a cambio, dispersan las semillas, y son especies que empiezan a estar amenazadas.
Fuera del ámbito insular, el ecosistema catalán también podría sufrir con la desaparición del quebrantahuesos (Gypaetus barbatus), un buitre que se alimenta de restos de huesos y ayuda a reciclar los nutrientes, y que a pesar de no estar amenazada a escala mundial, sí que corre el riesgo de desaparecer en nuestra casa.