Recién llegado el cambio de estación y se despide el invierno y, un año más, el día de la marmota: el próximo domingo hay cambio de horario en medio del eterno debate sobre si hace falta o no, si es bueno para la salud o no, y, de nuevo, la falta de consenso político. La abolición del cambio de hora es un debate existente entre la ciudadanía, si bien los gobiernos europeos no lo tienen ahora mismo como una prioridad. Fuentes europeas admiten este miércoles en declaraciones a la ACN que este debate está aparcado por la "complejidad" de encontrar un consenso entre Estados miembros y, de hecho, ahora mismo "no hay indicios que haya voluntad" entre los 27 para reabrir el melón. "No es la carpeta más fácil de debatir entre los estados", reconocen en Bruselas.

El debate viene de lejos. Ya en 2018, el entonces presidente de la Comisión Europea, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, tocando su final de mandato propuso eliminar el cambio de hora en Europa y mantener el horario de verano. El Ejecutivo comunitario puso sobre la mesa una directiva para abolir los cambios estacionales temprano a partir de septiembre de aquel año. En marzo de 2019, la Eurocámara se mostró favorable a abrir negociaciones con los estados y optaba para que la UE dé flexibilidad a los países a la hora de escoger si se quieren quedar al horario de verano o de invierno.

Ahora mismo, continúa vigente la directiva que obliga a los Estados miembros a cambiar al horario de verano el último domingo de marzo y a volver al horario de invierno el último domingo de octubre. Los estados, eso sí, son libres de escoger en qué zona horaria quieren estar. España se encuentra a la Hora de la Europa central (CET) como Francia y Alemania, mientras que Portugal está en la Hora de la Europa occidental (WET). El cambio de hora es una práctica que se introdujo en Europa para ahorrar energía durante la Primera Mundial y muchos países la recuperaron en los años 70. La Unión Europea empezó a legislarlo en 1980 con el objetivo de poner orden de cara al mercado único europeo.

Fuentes diplomáticas europeas explican a la ACN que los estados del sur de Europa quieren mantener el sistema actual "principalmente por motivos económicos", mientras que hay otros Estados miembros que quieren abolir el cambio de hora. Incapaces de ponerse de acuerdo durante seis años, han preferido aparcar las discusiones de momento. El ejecutivo comunitario ha instado a la presidencia polaca a reanudar las negociaciones, pero desde el Consejo de la UE dudan de que se mueva ficha.

Debate ciudadano

La Comisión Europea impulsó una consulta pública el verano del 2018 para evaluar el apoyo a la iniciativa. De los más de 4,6 millones de ciudadanos que respondieron, el 84% se declaró a favor de abolir el cambio de hora en la UE. Solo en Grecia y Chipre una mayoría ajustada prefiere mantener el sistema actual. En cambio, en España más del 90% de los consultados quiere eliminarlo. Los detractores del cambio de hora creen que es perjudicial a la salud humana (43%) y que no comporta un ahorro energético (20%), mientras que sus partidarios defienden que es positivo para las actividades de ocio por la noche (42%). Si tienen que escoger un horario, un 56% de los consultados se quedan con el de verano. La proporción más alta de encuestados a favor de un horario de verano permanente se encuentra en Portugal (79%), Chipre (73%) y Polonia (72%), mientras que en Finlandia (48%), Dinamarca (46%) y los Países Bajos (45%) está la proporción más alta de encuestados a favor del horario de invierno. España se encuentra en línea con la media europea a favor del horario de verano. Bruselas advirtió, sin embargo, que los resultados no se pueden considerar como representativos, aunque reconoce el interés que despierta el debate.

Varias campañas han surgido en la UE en los últimos años que promueven la abolición del cambio de hora. Es el caso de la Barcelona Time Use Initiative, que hace tiempo que reclama a la Comisión Europea que reactive el proceso para eliminar el final del cambio de hora estacional para 2026. La organización asegura que vivir en zonas horarias desalineadas incluye más riesgos de cáncer, diabetes, obesidad y trastornos metabólicos, así como efectos en el rendimiento de trabajadores y estudiantes, en el PIB general, problemas de salud mental, fatiga, letargia y menos concentración.