Con la muerte del papa Francisco a la edad de 88 años, el Vaticano se dispone a cumplir una de las tradiciones más antiguas y simbólicas del papado: la destrucción del Anillo del Pescador. Este objeto cargado de historia, que remonta sus orígenes al menos hasta el siglo XIII, forma parte esencial de la indumentaria papal y está estrechamente ligado a la figura de San Pedro, pescador de profesión y considerado por la tradición católica como el primer papa.
Durante sus doce años de pontificado, el papa Francisco utilizó este anillo en numerosos actos ceremoniales. Miles de fieles lo besaron como muestra de reverencia, en un gesto que incluso generó debate sobre cuestiones de higiene pública en la era pospandémica.

La destrucción del anillo del Papa: los motivos
Ahora, siguiendo un rito cargado de significado práctico y simbólico, el anillo será destruido —o al menos desfigurado— dentro de los muros del Vaticano. Esta acción evita que el sello papal pueda ser utilizado para emitir documentos o decretos de manera fraudulenta después de la muerte del pontífice.
Históricamente, tanto el Anillo del Pescador como un objeto llamado bulla, un colgante que también servía como sello oficial, eran utilizados para autenticar cartas y decretos conocidos como breves papales. Para evitar falsificaciones, la tradición marcaba que ambos objetos fueran rotos con un martillo tan pronto como moría el papa. Esta práctica se mantiene ininterrumpidamente desde 1521 hasta el 2013, y ahora vuelve a repetirse con el fin del pontificado de Francisco.
La destrucción del anillo no solo marca el fin formal de su gobierno espiritual, sino que abre paso a un nuevo periodo de sede vacante, durante el cual se iniciará el proceso para escoger a un nuevo Santo Padre.
El anillo que define la personalidad de cada papa
A pesar de su profundo simbolismo y su relación directa con la autoridad papal, el Anillo del Pescador ha sido utilizado de maneras muy diversas a lo largo de los pontificados. Más que una norma rígida, su uso ha reflejado a menudo el estilo y la personalidad de cada papa. En este contexto, el papa Francisco ha marcado una distancia clara respecto de algunos de sus predecesores más recientes. A diferencia de Benedicto XVI, que llevaba el anillo de manera cotidiana, o de Juan Pablo II, que a menudo optaba por una réplica en forma de crucifijo, Francisco ha escogido un camino intermedio.

Durante las ceremonias oficiales, el pontífice argentino lucía el Anillo del Pescador como símbolo de su cargo. Sin embargo, en el día a día prefería llevar un sencillo anillo de plata, que conservaba desde su etapa como cardenal en Buenos Aires. Esta decisión, coherente con el estilo sobrio y próximo que ha caracterizado su pontificado, reforzaba su imagen de humildad y sencillez.
Esta flexibilidad en el uso del anillo refleja también una evolución en el significado de la simbología papal, cada vez más adaptada a las particularidades del líder religioso y al contexto contemporáneo. Sin embargo, su destrucción después de la muerte del papa sigue siendo un rito fundamental que marca el fin de una era y el comienzo de una nueva etapa para la Iglesia católica.