Terribles las portadas de los diarios de Barcelona con esas fotografías de las maldades del temporal Gloria. Los puentes hundidos. Las carreteras arrasadas. Esos artefactos que definen el dominio del hombre sobre la naturaleza han sido machacados por el ejército de la misma naturaleza que es el agua desencadenada. Qué cosa. Da pavor ver esas fotos agrisadas y sin personas —la tormenta las ha expulsado— de vías y carreteras que no llevan a ninguna parte. Son paisajes de nadie, salvajes, indómitos. Es el presente saqueado.
Las cuatro portadas asustan y casi sobra, por inútil, la letra de los titulares. Compara las fotos de El Periódico y de El Punt Avui, que son la misma imagen del mismo lugar con una diferencia que parece mínima y es gigante. En una se ve un hombre que saca fotos —devastado o desbordado, qué más da— y en la otra no hay nadie.
Convendría un intérprete como Carlos Pérez de Rozas para establecer el análisis exacto de esas imágenes. Seguramente te diría que el hombre de las fotos ofrece una brizna de esperanza, que las personas, en ambientes asolados, siempre dejan entrever que hay futuro. Gente como ese hombre construyeron el puente hundido, la carretera deshecha. Si están, podrán rehacerlos. La foto de El Periódico contiene una esperanza. La de El Punt Avui, una ausencia. El Periódico capta "el instante decisivo" que Henri Cartier-Bresson, fotógrafo eterno, atribuía a las buenas fotos. De hecho, en la foto favorita de Pérez de Rozas sobre el 11-S se ve a un peatón que toma fotos de los edificios humeantes con una cámara descartable. Es de Susan Meiselas, de Magnum.
En las portadas de los diarios de Madrid llaman la atención tres ausencias (se salva La Razón): las calamidades del Gloria, el juicio al mayor Trapero, el baldeo que han dado a España en la ONU. En el fondo, tanto da, porque es muy probable que las primeras páginas de los diarios de papel tengan más influencia como pósteres expuestos en el quiosco que otra cosa, dado que se venden cada vez menos diarios y, además, cada vez hay menos quioscos para despacharlos. Pero las portadas impresas son una ventana abierta al criterio de la dirección y de los jefes de redacción de cada diario a la hora de fijar negro sobre blanco cuáles son los asuntos decisivos del día anterior.
¿Cuál será el denominador común de esas ausencias? Es feo decirlo. Haría falta formular un juicio de intenciones —y eso no está bien. Aquí ya se ha dicho muchas veces que comentar portadas es un deporte de riesgo con un reglamento —si lo hubiera— que caería, más o menos, entre las artes adivinatorias y los juegos de azar.
En este contexto, sin embargo, se puede adelantar una teoría: que la prensa de Madrid, desde hace tiempo, está sólo pendiente de dos factores. Uno es que los hechos puedan, digamos, adaptarse a sus preferencias, digamos, partidarias. Eso ayudaría a entender que el aumento del salario mínimo reciba honores en El País (y en La Vanguardia, que no es de Madrid) y sea menospreciado o ignorado en el resto. ¿No es un maltrato para el segundo mayor aumento de la historia del SMI?
El otro factor es que España no quede mal, pase lo que pase, en estos momentos en que cualquier presencia negativa del país se mira como una debilidad o una traición. En el esfuerzo por componerle una bella figura, es del todo inconveniente destacar la devastación del temporal, la devastación del estado español en el examen sobre derechos humanos a que ha debido someterse ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, o la devastación infligida por Trapero al fiscal tras un interrogatorio de más de ocho horas a bocajarro.
Este último asunto tiene algunos matices, que quizá se entienden mejor con un par de frases clave que el cronista de los juicios del procés de El País deja caer hoy en su crónica. "No se descartaba del todo que [el fiscal] Carballo lograra construir un relato verosímil donde el jefe de los Mossos quedara como parte necesaria de la traición independentista al Estado", dice el cronista, que añade: "Carballo sabe que un interrogatorio de ocho horas [a Trapero] sin conseguir un titular claro de culpabilidad es un fracaso". Da toda la impresión que el Periodismo de Estado™ sufre si el fiscal no le facilita el trabajo "fabricando un relato verosímil" y "un titular claro de culpabilidad". Así que, si es para quedar mal, no hay portada.