Menos promesas y más actos, en definitiva, que se haga efectivo el compromiso de la clase política. La pregonera de la Mercè de este año, Custodia Moreno Rivero, se ha dirigido, por un lado, a los dirigentes del gobierno y la oposición para pedir que negocien huyendo del insulto y, por el otro, a la ciudadanía para que "participe" para que los fiscalice. ¿El objetivo? Conseguir que el "sí que se puede" no se quede en un "eslogan".
En un discurso contundente y emotivo a partes iguales - vistas las numerosas referencias a su constante lucha personal como mujer migrada y activista- ha pedido "estar alerta" ante los discursos de la extrema derecha o ha lamentado que "cincuenta años después" el derecho a la vivienda "sigue siendo un grave problema".
Emigrar para construirse un futuro
Feminista y líder vecinal, muy implicada por ejemplo en la desaparición del último barrio de barracas del Carmel, Moreno ha dedicado gran parte del parlamento a recordar su llegada a Barcelona a finales de los años 40 desde Andalucía y todas las dificultades con las cuales se encontró: "Yo siempre estaré agradecida a esta tierra. No nos regalaron nada, pero nos ofreció la oportunidad de llegar donde nos permitió la capacidad personal después del desierto de donde veníamos", ha asegurado.
Sentimiento de rabia
Pero, "más de 50 años después", considera que debe seguir manifestándose contra el panorama inmobiliario actual. Moreno afirma sentir rabia después de constatar que se tiene que seguir saliendo a la calle "para intentar parar desahucios". Una cuestión que, según ella, se necesita "vivienda pública de calidad y de alquiler".
Una indignación que ha seguido mostrando al hablar de otros ámbitos: "Siento rabia, mucha rabia cuando veo con qué naturalidad se justifican los discursos de esta extrema derecha que se llena la boca de las palabras democracia y libertad de expresión".
Tampoco ha olvidado la violencia de género, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres o los ataques al colectivo lgtbi, ni la necesidad de "salarios y pensiones justos" y la "rabia" que le hace ver cómo se discute "meses y meses" si "será el IPC, o doce o quince euros".
Y, sobre todo, la hipocresía de aquellos que, ante el drama de la migración, reaccionan negativamente olvidando que muchos de ellos vinieron en los años 40 y 50.
Insta a la participación ciudadana
Precisamente por todas estas cosas, la pregonera ha animado a la ciudadanía a "participar" y a ejercer el control que le corresponde de la actividad política. Y ha preguntado a la sociedad civil que sea "valiente", "atrevida" y "utópica", cómo le decían a ella "cuándo pedía una biblioteca para el barrio".
La migración desde Andalucía
Pero, como hemos comentado, la parte más beligerante del pregón ha ido acompañada de una gran referencia autobiográfica.
Y es que, como tantísimas personas más en Catalunya, Moreno llegó en Barcelona en una ola migratoria después de tres días de viaje en tren que acabaron a la estación de Francia.
Destaca haber tenido suerte, porque en 1947 "todavía no había empezado la represión tan espantosa hacia la inmigración que ejercieron las autoridades de esta ciudad a partir de los años 50, cuando comprobaron que no éramos unos cuantos los que vendíamos, sino miles."
Después de mostrar la documentación necesaria para no ser enviado de nuevo hacia tu lugar|sitio de origen, ella y su familia llegaron a "la casa" que habían alquilado. Pero no era una vivienda, sino una habitación. "Por suerte", ha continuado, "unos amigos nos acogieron". Y, así, es como llegaron a la barraca en el barrio de Can Baró donde estos residían.
De nuevo, como tantísimas personas más, compraron "una barraca a medio construir" y empezaron a sobrevivir la ciudad. Eso sí, sin olvidar a la familia que habían dejado atrás: "Íbamos a Gràcia solo para hacer las fotos que enviábamos a la familia para decirles que estábamos bien".
Ha hablado de los primeros años de escuela, la formación como enfermera con todas las dificultades de una familia pobre y de las primeras luchas sociales.
Moreno siempre estará agradecida a esta tierra, sí, pero también reconoce el mérito personal por haber mantenido una lucha constante para construirse un futuro.