Hace 25 años en un instituto de Badalona —podría ser también de cualquier otra ciudad— un profesor de Literatura plantea un debate: aborto sí, aborto no. "De la tercera fila en adelante defenderéis el sí, de la tercera hacia atrás defenderéis el no", dice. "Da igual lo que pienses, da igual si estás a favor o en contra, tienes que buscar argumentos, escuchar a los compañeros y rebatir las ideas", añade. Se trata de un ejercicio que fomenta el pensamiento crítico, que permite ponerse en el lugar del otro y abrir los ojos al mundo. El tema es sensible pero después del debate, las clases continúan, la jornada acaba, los alumnos vuelven a casa, algunos comentan el trabajo, de otros no y al día siguiente, la vida continúa porque no ha pasado nada, porque en el aula se tiene que poder hablar de todo. ¿Sí? ¿De todo? ¿Y si en lugar del aborto el tema fuera la independencia? ¿Y si en lugar de 1993 fuera el 2018? ¿Se podría, hoy, hacer el mismo ejercicio?
La escuela catalana está en el punto de mira. Los continuos ataques al sistema educativo catalán, la persecución a los profesores del IES El Palau y el intento del gobierno español de extender la sombra del adoctrinamiento —ha hecho público que habría 500 profesores que adoctrinan— ha llevado a los maestros a hacer oír su voz. Esta semana han anunciado un conjunto de manifestaciones en defensa de la enseñanza catalana y han reivindicado que en el aula se tiene que poder hablar de todo. Aun así confiesan que hay autocensura, que los centros escolares se lo piensan dos veces antes de abordar algunas cuestiones.
Albert Quintana tiene 58 años y es profesor del IES Montilivi de Girona que con casi 1.700 alumnos es el segundo instituto más grande de Catalunya. Confiesa: "Ahora, antes de plantear un tema, te lo miras tres veces. Lo comentas con un compañero, con otro y piensas: ¿habrá algún motivo para que alguna familia se queje? No me parece mal que lo pienses tres veces, pero me preocupa el miedo, a que dejemos de hacer cosas por miedo. Si nos dejamos vencer por el miedo, dejaremos de ser buenos profesionales. Nos convertiremos en un tutorial al que se le pregunta y responde".
Lo mismo piensa Aleix Clos Marí, que es profesor de Catalán del IES Moisès Broggi de Barcelona, un instituto mediano, de unos 700 alumnos, donde se dan clases de ESO, Bachillerato y ciclos formativos. "Es verdad que hay una cierta prevención. No vas a saco. Tienes en cuenta cómo se dicen las cosas, cómo se tienen que decir... mides las palabras. No es que te cortes a la hora de dar una opinión pero sí que reflexionas antes. Buscas formas neutras, que nadie se enfade. Se tiene que hablar de todo mientras sea con respeto. Si no construimos pensamiento crítico no sé qué hacemos en la escuela".
Ahora, antes de plantear un tema, te lo miras tres veces (...) Me preocupa el miedo. Si nos dejamos vencer por el miedo, dejaremos de ser buenos profesionales, explica Quintana
Para Albert Quintana, "los alumnos vienen con la visión de la familia, pero dentro del aula ven que hay otras visiones y otras familias. Es bueno que sepan argumentar. La intención no es adoctrinar, es hacer pensamiento crítico y la escuela es un lugar privilegiado para hacer este ejercicio de contraste. Se tiene que poder hablar de todo, siempre desde el respeto".
Quintana, que pertenece a la Federación de Movimientos de Renovación Pedagógica de Catalunya cree que las acusaciones de adoctrinamiento aparecen "porque las cosas se miran desde fuera". "Cuando se juzga desde fuera y ya está, se llegan a conclusiones desenfocadas de lo que se está trabajando en el aula", dice, a la vez que hace autocrítica: "Tendríamos que trabajar más las relaciones con las familias, se tendrían que sentir más integradas. Cuando una familia pisa el colegio y los mismos hijos le explican qué pasa y cómo funciona, su mirada cambia".
Si no construimos pensamiento crítico no sé qué hacemos en la escuela, asegura Clos Marí
Diferente es la situación en el instituto de Aleix Clos Marí quien, probablemente por las dimensiones del centro —mucho más pequeño—, asegura que la relación con las familias es muy buena y estrecha, "estamos muy en contacto", asegura. Explica que en clase lleva una pinza amarilla. "Sí, en lugar de llevar un lazo amarillo, llevo una pinza amarilla, es una alternativa que he cogido para no "escurrir el bulto" y hay más profesores que la llevan. Tiene la misma carga. En el Instituto hay alumnos que bromean y me dicen: ¡profesor eso es adoctrinamiento! Y queda aquí".
En lugar de llevar un lazo amarillo, llevo una pinza amarilla, hay alumnos que bromean y me dicen: ¡profesor eso es adoctrinamiento!
Para Quintana, "el adoctrinamiento no es un problema para los alumnos. No tienen la sensación de que se les adoctrina y tampoco hemos hablado del tema porque tampoco queremos generar un problema más. Y la cuestión de la independencia no sale cada día, no es un tema recurrente, no hablamos cada día del procés... a veces el instituto parece una burbuja... se hablan de otras cosas, tienen otras preocupaciones".
La cuestión de la independencia no sale cada día, no es un tema recurrente, no hablamos cada día del procés (...) los alumnos tienen otras preocupaciones, dice Quintana
Lo mismo opina Clos, que forma parte de la Asociación de Maestros Rosa Sensat. Afirma que los alumnos "tienen intereses más inmediatos". "No hablan mucho porque, aunque la actual situación sea un desastre, desgraciadamente se va normalizando". Un ejemplo de esta normalidad es un mural con lemas independentistas que hay dentro de un aula. "El póster tiene algunas correcciones como que no se tiene que generalizar, que no se tiene que hablar de catalanes ni de españoles sino del gobierno catalán y del gobierno español, decía que se tiene que evitar poner a todo el mundo en el mismo saco. Pregunté de cuándo era aquello y quién lo había hecho. Nadie tenía ni idea. Estaba allí y ya está. Con eso quiero decir que el procés no le escuece a nadie".