Con la llegada de las otras temperaturas hay que extremar el cuidado contra los insectos que suelen atacar a nuestros animales de compañía, especialmente a los perros. Cualquier insecto que puede picar a una persona (abejas, avispas, arañas, mosquitos...), también puede picar a un perro, pero la diferencia, es que hay insectos que pueden transmitir enfermedades que son muy perjudiciales para su salud, como es el caso de la picadura del mosquito flebótomo hembra que transmite la temida Leishmaniasis. Cuando las temperaturas por la noche llegan a los 12 grados, es cuando se incrementa el peligro y nuestros perros tienen más riesgo de ser picados, porque los flebótomos ya están activos, y suponen un peligro para nuestras mascotas, si no se las protege de manera adecuada. El uso de un buen collar puede protegerlo durante varios meses, pero si ya lo lleva, hay que asegurarse de que el collar repelente no ha caducado y que, durante los meses de más actividad del flebótomo (primavera y verano), nuestros perros tienen esta barrera de protección contra los mosquitos que transmiten la enfermedad. En lugares endémicos, como es el caso de Catalunya, hay que extremar las precauciones y es conveniente que los perros lo lleven durante todo el año. Estos collares repelentes, dependiendo de la marca, también protegen a los perros contra otros insectos, como las garrapatas y las pulgas, que también proliferan mucho más en esta época del año. Los collares se pueden combinar con las pipetas anti pulgas o anti garrapatas para aumentar la protección.
La temida Leishmaniasis
La leishmaniasis se consideraba hace unos años el SIDA de los perros, prácticamente una condena mortal para el animal que tenía la mala suerte de ser infectado por esta enfermedad causada por un parásito del género Leishmània, que se transmite por la picadura de un mosquito flebótomo hembra, que es portador del parásito, y que se alimenta de la sangre del perro, sea de la raza que sea. Hoy en día, gracias al diagnóstico precoz, la existencia de vacunas, fármacos preventivos, y la mayor eficacia de los tratamientos, el índice de supervivencia ha mejorado mucho. Así y todo, los síntomas de la enfermedad, las lesiones, trastornos generales, y las secuelas que deja, son factores que pueden condicionar la vida de nuestros perros, y acortar su esperanza de vida. Los síntomas son muy variados, desde lesiones cutáneas (alopécicas y desecativas, úlceras), nódulos, adelgazamiento y pérdida de peso, apatía, fiebre, atrofia muscular, anemia, inapetencia, hemorragias, alteraciones renales, lesiones digestivas, lesiones oculares, alteraciones hepáticas y otros cuadros clínicos.
El tratamiento contra la leishmaniasis depende de muchos factores y es una enfermedad que actualmente no tiene cura, pero los fármacos actuales permiten cronificar la enfermedad y mejorar la calidad de vida de los perros infectados. El hecho de detectar la enfermedad a tiempo y someter al perro afectado al tratamiento adecuado, así como la respuesta del sistema inmunitario de cada perro, puede ser fundamental a la hora de responder a la enfermedad.
Lo único que podemos hacer para minimizar los riesgos -nunca se pueden eliminar del todo- es proteger a nuestros animales con los collares repelentes (si no hay picadura, no hay transmisión de la enfermedad) y realizar un test serológico para detectar si ha existido una infección para poder detectar la enfermedad de manera precoz. En caso de que el perro se infecte, el objetivo con los tratamientos es controlar la cantidad de parásitos en el organismo del animal y tratar los síntomas que puedan aparecer.
Existe una vacuna específica contra esta enfermedad para preparar el sistema inmunitario del perro contra una posible infección. Cuando tenemos la seguridad de que nuestro perro no es portador de la leishmaniasis, es cuando lo podemos vacunar. La vacuna es un elemento que puede evitar que la enfermedad pueda progresar y que aparezcan síntomas clínicos, pero solo se puede administrar la vacuna a los perros que hayan sido testados previamente y hayan resultado negativos.
Garrapatas, cada vez hay más
Protegerse contra las garrapatas también es imprescindible durante todo el año, con collares, pipetas o antiparasitarios orales, pero en esta época están más activas, y los veterinarios alertan de que cada vez hay más. Las garrapatas provocan una lesión local leve cuando pican, pero su verdadera peligrosidad está en la transmisión de las enfermedades que pueden provocar, al transmitir agentes infecciosos mientras se alimentan de la sangre del animal o la persona a la que pican. Enfermedades como la fiebre botonosa, la enfermedad de Lyme, la encefalitis, las babesiosis, la tularemia o la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo son algunas de las enfermedades que se pueden transmitir a través de la picadura de una garrapata. Este ácaro, del que hay un millar de especies descritas en todo el mundo, parasita externamente en algunos mamíferos, aves y reptiles, tanto salvajes como domésticos. Se encuentran principalmente donde hay vegetación, en los bosques, y zonas cubiertas de hierba en espacios urbanos, generalmente allí donde encontramos presencia de animales domésticos. Como no pueden volar ni saltar, acceden normalmente trepando a través de las patas de los animales y se instalan en zonas como las orejas, los ojos, el cuello| o entre los dedos de las patas.
Hay que eliminarlas cuanto antes mejor, porque cuanto más tiempo están en el huésped, más chupan y más opciones tenemos que puedan transmitir alguna enfermedad. La mejor manera de eliminarlas es con la ayuda de unas pinzas (hay algunas especiales que son económicas), o bien utilizar algunos remedios como la infusión de manzanilla (no les gusta el olor), o bien con el zumo de frutas cítricas como la naranja o el limón, el vinagre de manzana o el aceite de oliva, que actúan como repelente y ayudan que la garrapata se desprenda.