Europa se encuentra en plena crisis energética. Las amenazas de Rusia de cortar el gas no cesan y ya hace meses que el nerviosismo cierne sobre la UE. Es por eso que los países miembros se han propuesto reducir la dependencia de gas ruso y buscan alternativas con el reloj en cuenta atrás. Una de ellas podría ser el fracking, una práctica muy controvertida, pero que podría ocurrir una alternativa a la falta de gas.
El fracking consiste en romper rocas del subsuelo para extraer gas o petróleo poco accesibles. Para hacerlo, se inyecta agua, arena o productos químicos en un pozo para romper la capa rocosa subterránea y liberar reservas de petróleo o gas. Es decir, se crean nuevos agujeros las conexiones que ya existen a fin de que el petróleo o el gas fluyan hacia el pozo y se pueda extraer. Se trata de un mecanismo útil que en algunos países como los Estados Unidos ha hecho disparar la producción, pero que genera grandes impactos medioambientales.
Las entidades ecologistas y buena parte de los expertos están en contra del fracking por varios motivos. En primer lugar, porque este método utiliza grandes cantidades de recursos hídricos y porque los productos químicos que se utilizan pueden contaminar el resto de aguas y ecosistema del subsuelo. En segundo lugar, porque los gases que se producen durante la extracción pueden provocar asma, cáncer o malformaciones en personas expuestas por la contaminación del aire. En tercero, por el enorme impacto paisajístico que genera la deforestación necesaria para llevar a cabo esta práctica. Y, en cuarto lugar, porque el material que se extrae del fracking es metano, un combustible fósil que produce gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático. Además, en algunos casos la inyección ha producido terremotos.
Las opiniones son diversas y, en un momento de crisis energética como el actual, el debate se ha reabierto. Mientras algunos países como los Estados Unidos o China consideran que el fracking es un método de extracción rentable, seguro y necesario, de otros como Francia, Irlanda, Bulgaria o España lo han prohibido. Sin embargo, en el Estado hay voces dispares como la del Colegio Oficial de Geólogos, que insiste en la necesidad de que España investigue los recursos naturales disponibles por producción de hidrocarburos y considera que el fracking es un método "viable, tanto técnicamente como económica y medioambientalmente, siempre que se respeten los principios de cautela y acción preventiva".
El fracking en España
En los años ochenta se hicieron algunas extracciones en yacimientos españoles y, ahora, hace una década, varias compañías solicitaron realizar esta práctica en algunos lugares del Estado como Burgos, donde se sabe que puede haber reservas. Pero el rechazo social y la presión de algunas organizaciones como Greenpeace hizo que nunca se acabara llevando a cabo. Finalmente, después de las recomendaciones de la Unión Europea, en el 2021 el fracking se prohibió expresamente en España con la nueva ley del cambio climático.
En concreto, la nueva norma prohíbe dar nuevos permisos para "explorar, explotar o investigar hidrocarburos en todo el territorio nacional, incluidos el mar y la plataforma continental." Además, también contemplaba que aquellas licencias otorgadas se reconvirtieran hacia otros de energías renovables o la geotermia.