La Conferencia Episcopal Española (CEE) escoge el martes a su nuevo presidente para los siguientes cuatro años. El cardenal-arzobispo de Barcelona, Joan Josep Omella, se ha despedido este lunes del cargo y su sustituto saldrá de una votación secreta en Madrid. Según quien sea escogido, puede haber un cambio en la línea política de los obispos. Una línea política que ha estado marcada por el alineamiento con las posturas del papa Francisco (en temas como la pobreza o las migraciones) y la decisión de no chocar con el gobierno de Pedro Sánchez, hasta el punto de dar apoyo a los indultos a los líderes independentistas ―aunque se han mostrado más distantes con la amnistía―. Internamente, el mandato de Omella ha acabado marcado por la gestión de los casos de abusos y la respuesta a la secularización. Sea como sea, ¿quién sustituirá a Omella al frente de la Conferencia Episcopal Española?

Antes de entrar en las quinielas, hay que señalar que la renovación de la cúpula eclesial española va más allá de la elección del nuevo presidente: también se escoge al vicepresidente de la CEE y a casi todos los cargos ejecutivos de la nomenclatura de los obispos del Estado. Todo se hace en la asamblea general que ha empezado este lunes y que acabará el viernes con la habitual rueda de prensa del secretario general. Los electores son los arzobispos y obispos diocesanos, el arzobispo castrense (responsable de la iglesia al ejército), los arzobispos y obispos coadjutores y auxiliares, los administradores y algunos obispos eméritos. En el caso de Girona, la representación la hará el administración actual, ya que el nuevo prelado, Octavi Vilà, todavía no ha tomado posesión del cargo.

Cómo es la elección del presidente de los obispos

Hay un total de 79 electores (tres cardenales, dieciséis arzobispos, cincuenta obispos, nueve auxiliares y el administrador diocesano de Girona), pero no todos pueden ser elegidos como presidente o vicepresidente. Solo lo pueden ser aquellos obispos no auxiliares menores de 75 años, cosa que deja a Omella sin posibilidades. Tal como remarcan fuentes eclesiales a la ACN, la elección del presidente y de los cargos de la CEE no va precedida de ninguna "campaña electoral". Lo que ha habido durante los días previos son las denominadas "murmuraciones", donde empiezan a sonar los nombres con más posibilidades. El cargo de presidente de la conferencia es visto con cierto pesar por buena parte de los prelados por la presión mediática y la lectura política que lo acompaña. El proceso de conversación entre electores se intensifica con la llegada a Madrid de los obispos, que en el marco de la asamblea plenaria también comparten comidas, celebraciones religiosas y diferentes actas tanto públicos como privados.

Una vez empezada la asamblea, se hacen las votaciones. Cada una de ellas va precedida de una votación de sondeo, que no se vinculante y sirve como información para los obispos. Posteriormente, se hace la votación definitiva, que se puede repetir hasta tres veces. Para asegurar la privacidad, las votaciones se hacen de manera digital y solo pueden votar a los obispos que sean al pleno. Es decir, si alguno de ellos no puede asistir, tampoco puede votar (pero si que puede ser escogido). Para la elección de los cargos principales hace falta mayoría absoluta de los presentes, pero si en las dos primeras votaciones nadie no obtiene la mayoría necesaria, se procede a una tercera votación entre los dos obispos más votados. Si hubiera un empate, resultaría elegido el candidato de más edad.

El conservador Luis J. Argüello

Ahora sí, las quinielas. Medios especializados como Religión Digital apuntan que el sector conservador se decanta por el arzobispo de Valladolid, Luis J. Argüello. Se presenta por los pelos, ya que dentro de dos meses hará 71 años, edad límite para asumir un mandato de cuatro años. Como representante conservador, pertenece al aparato que durante años ha gobernado la conferencia: fue su secretario general hasta que hace un año dimitió para ser nombrado arzobispo de Valladolid. No se ha posicionado en la cuestión de la bendición a parejas homosexuales, pero queda claro que cuenta con la mayoría suficiente para alcanzar la mayoría absoluta porque su tarea como secretario fue bien valorada por la mayoría episcopal y porque su elección sería una señal en el modelo de Iglesia propuesto por el papa Francisco. Los obispos españoles no son fans de la labor de Jorge Mario Bergoglio al frente del Vaticano.

El arzobispo de Valladolid, Luis J. Argüello / Europa Press

El progresista José Cobo

Por otra parte, desde el Vaticano prefieren al cardenal José Cobo, progresista, joven y escogido recientemente arzobispo de Madrid, así como miembro del dicasterio de Obispos ―encargado del nombramiento de prelados―. De 57 años, no tiene vínculos estrechos con la CEE y representa una Iglesia mucho más próxima a la renovación del Papa. Su objetivo es cambiar la cara del episcopado español, pero eso le juega a la contra. Sabe que en algún momento le llegará el momento al frente de la conferencia, pero eso al papa Francisco no le sirve: con 87 años, necesita que las reformas se implementen pronto.

El arzobispo de Madrid, José Cobo / Europa Press

La elección del sustituto de Omella se conocerá el martes, pero no hay una agenda concreta después de este paso. A menudo hay un contacto con los periodistas, no ha previsto ni ningún discurso ni ninguna rueda de prensa. También es habitual que el nuevo presidente empiece una ronda de contactos con la presidencia del Gobierno, la Casa Real y el mismo Vaticano, pero no hay nada cerrado.

El nuevo presidente tendrá que hacer frente a dos cuestiones: la gestión de los casos de abusos y el posicionamiento eclesial sobre la amnistía. Por una parte, la Iglesia se prepara para hacer frente a las "reparaciones" y compensaciones a todas las víctimas, tanto las que tienen un reconocimiento judicial como las que han visto que sus casos han prescrito. El contexto general es la falta de vocaciones y el avance de la secularización, cosa que los obispos españoles han tratado intensamente los últimos tiempos. Por otra, se tendrá que definir la posición sobre el perdón a los encausados del procés, después de que Omella expresara apoyo rotundo a los indultos. Es una cuestión que ya ha dividido a los obispos catalanes y a los del resto del Estado.

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