El espacio y el diseño de las ciudades donde vivimos nos condicionan la forma que tenemos de desplazarnos, de relacionarnos y de desarrollar nuestro día. El urbanismo es una ciencia que baila de la mano de un arte que crea espacios de calidad para la vida de los ciudadanos de todo el planeta.
Escuchar a Ramon Gras (Barcelona, 1984) es adentrarse a conocer como funcionan este arte y esta ciencia, un vals perfecto para hacer de estos lugares espacios de valor y de crecimiento sostenible y económico de calidad. Gras es investigador en innovación urbana, diseñador de ciudades e ingeniero de Caminos, Canales y Puertos de Barcelona. La start-up que ha incubado es una de las 22 más prometedoras de Harvard, lugar donde compagina la investigación con los viajes que hace por todo el mundo desarrollando proyectos. Cuando habla, contagia la pasión por su trabajo, una vocación y una pasión que dice que le viene de su padre.
Empecemos por el principio. ¿Qué es para usted el urbanismo?
El urbanismo es la disciplina que trata de manera interdisciplinar cómo se diseñan y funcionan las ciudades, así como el impacto que tienen en la vida de los ciudadanos. El arquitecto francés Louis Durand hizo tratados muy avanzados a su tiempo (s. XIX), vinculando la arquitectura y el urbanismo con el impacto psicológico que causan en las personas, y por lo tanto, en nuestro funcionamiento. Esta intuición, con Ildefons Cerdà, fundador del urbanismo moderno, permitió llegar a la conclusión de que el urbanismo no es solo el espacio que habitamos, sino que es aquel que determina nuestra forma de funcionar, una visión totalmente revolucionaria.
El urbanismo no es solo el espacio que habitamos; Es aquel que determina nuestra forma de funcionar
Interesante...
Durante muchos años, había habido muchos teóricos que hablaban de cómo este espacio físico configura nuestra forma de ser, nuestra actitud emocional y de relación con los demás, pero no se había hecho de forma rigurosa y científica. En los últimos 20 años, con el impulso de la ciencia y la teoría de redes —de la mano del profesor Geoffrey West—, se han puesto unas bases científicas para la ciencia de las ciudades.
¿Cómo nos condiciona el urbanismo a las personas?
Encontramos dos tipos de impactos del urbanismo. El más directo es ver cómo el diseño urbanístico configura la manera como nos relacionamos entre nosotros. La tipología bidimensional afecta estructuralmente el trazado de las calles, la disposición de los edificios y la centralidad de unas vías respecto a otras. Eso genera una jerarquía muy funcional en las ciudades que hace que algunas calles tengan una afluencia de personas mucho mayor que otras, que haya edificios más transitados, que algunos comercios tengan más visibilidad y más éxito y que algunas zonas de la ciudad tengan un área de centralidad mucho más superior que otras.
Un aspecto revolucionario de Cerdà fue calcular cuál era el mínimo número de metros cuadrados en planta y metros cúbicos en volumen para que una familia obrera con dos o tres hijos viviera en buenas condiciones. Con esta idea de minimizar el impacto del trabajo en su salud; teniendo unas buenas condiciones de higiene en el sistema hidráulico, de ventilación —teniendo presentes las pandemias frecuentes que había—, con el sistema de relación entre las personas, minimizando las muertes prematuras de niños y madres jóvenes, es un ejemplo del impacto que tiene la morfología en la calidad de vida de las personas.
¿Y el segundo?
El nivel de escala. Este afecta de manera intuitiva a la densidad, a cómo nosotros leemos la ciudad y cuál es el nivel de intensidad que tiene de vibración una ciudad. Cada vez que se duplica una ciudad, crece un 15% la riqueza media, los indicadores de innovación como las patentes, la concentración de la clase supercreativa, de trabajos intensivos con conocimiento, etc. Pero no todo es positivo, también crece un 15% el nivel de desigualdad interno y el crimen. Cuando se crece, se tiene más masa crítica y se es más eficiente, con menos recursos puedes abastecer a más gente. Eso quiere decir que una gasolinera es mucho más eficiente y ganará más dinero en el centro de una ciudad que en un pueblo pequeño, aunque haya un número de personas similar, porque la proximidad hace que el acceso sea más frecuente, etc.
Nuestra aproximación teórica académica y práctica ha sido hacer aterrizar los indicadores a escala humana. Eso es revolucionario porque nos permite leer, como si fuera con rayos X, las ciudades. Podemos ser los médicos de las ciudades, determinar cuál es el diagnóstico de fortalezas, debilidades, riesgos y oportunidades y, por lo tanto, hacer intervenciones de mucha calidad que tengan un impacto local importante, pero al mismo tiempo más global, de la red del sistema.
¿Cómo podemos readaptar o modelar una ciudad ya creada?
Las ciudades que tienen un legado histórico, infraestructural y económico de siglos, tienden a ser sistemas mucho más rígidos que ciudades nuevas que se pueden empezar de cero y modelar. Pero existe cierta flexibilidad, las ciudades son sistemas complejos con constante dinamismo y evolución. Con las herramientas de que disponemos, ahora tenemos un control mucho más exacto de la situación y nos permite obtener un diagnóstico más esmerado y útil para modelar o rediseñar de cara a un futuro.
Las ciudades son sistemas complejos con constante dinamismo y evolución
Muchas ciudades americanas se han dado cuenta de que se excedieron con el proceso de suburbanización que se dio entre los años 50-90, y ahora lo quieren corregir. Ciudades como Atlanta, que tiene la misma población que Barcelona, pero con 12 o 15 veces más de superficie construida, con una polución 12 veces superior por persona y un tiempo de transporte 3 veces superior al de Barcelona, generando el triple de coste económico. Eso lo tienes en Phoenix (Arizona), en Los Ángeles —una de las ciudades peor diseñadas de los EE.UU.—, en Houston o en buena parte de la Nueva York metropolitana fuera de Manhattan.
¿Y cómo se lleva a la práctica este cambio en el rediseño o modelización de las ciudades ya creadas?
La mentalidad americana es más dinámica y ágil que la europea, y eso nos permite identificar aquellas zonas más decadentes y hacer un plan del rediseño integral del área y de compensación financiera para los vecinos afectados. Allí encontramos una conciencia importante entre la administración y la ciudadanía ante estos cambios. Hace falta densificar y crear policentrismo, nuevas zonas de centralidad. Nosotros proponemos el modelo fractal porque es lo único que permite conseguir la ciudad de los 15 minutos.
¿La ciudad de los 15 minutos?
Lo que dice esta teoría es que el urbanismo de calidad es el que permite a todas las personas o a la inmensa mayoría de la ciudadanía desde allí donde vive o donde trabaja, tener acceso con un rango de 15-20 minutos andando, a todos los servicios básicos; vivienda, trabajo, centros comerciales, centros de salud, centros educativos, acceso al transporte público que te permite conectar con otras áreas de la ciudad, centros culturales, de ocio, etc. Eso te permite tener una interacción social mucho más próxima con los vecinos, tener un trato cotidiano en el mercado, en las plazas públicas, que los hijos puedan tener amigos cerca, etc. En general, no se cumple casi nunca. Es rarísimo, sólo hay algunas pequeñas partes de algunas ciudades que tienen este componente.
En los pueblos o ciudades más pequeñas tienen la ventaja de que su masa crítica es menor, por lo tanto, es más fácil que haya esta proximidad de los 15 minutos a los accesos a servicios. El problema es que la diversidad de los servicios es menor y cuando se tiene que tener acceso a hospitales mayores o a universidades, tienen que cambiar de ciudad. La calidad de vida puede ser mejor en un pueblo o ciudad pequeña, pero al mismo tiempo tiene estas limitaciones. Todo tiene ventajas e inconvenientes y lo que se tiene que hacer es un urbanismo adecuado por cada uno de ellos.
En Barcelona yo vivo en el Eixample y lo tengo todo a mano...
Tienes la suerte de vivir en una de las dos o tres excepciones mundiales. El Eixample lo diseñó Ildefons Cerdà con una visión fractal, y no es casualidad. Cerdà se anticipó y vio que las ciudades como Barcelona o el resto de grandes ciudades europeas, a menudo crecían con unos patrones que no eran adecuados. Cerdà y Duran consideraban que el diseño tiene que estar adecuado a la escala humana, a las personas. Así se refuerza su sentido de identidad y de cooperación.
Por eso, Cerdà creó esta trama que permitiría crear zonas de concentración de densidad y de actividad repartidas en la ciudad, que permitiera los beneficios no lineales de la agregación estratégica, que permitiera crear este entramado de gente próxima, pero a la vez que no esté todo muy concentrado en un único punto como París, Milán o Chicago. Cerdà pensó en este sistema policéntrico con un nodo principal, múltiples nodos de segundo orden, múltiples nodos de tercer orden, múltiples nodos de cuarto orden y todo en una armonía. Eso es el sistema fractal. Una intuición genial que 150 años después, el profesor László Barabási demostró como el sistema más eficiente para crear valor.
El sistema fractal que encontramos en el Eixample Barcelonés es el más eficiente para crear valor
Nosotros hemos visto que el único sistema que permite la libertad y la igualdad, la creación de valor y la captura de valor, la interacción social fructífera y, al mismo tiempo, el acceso a servicios y a la protección de las personas más vulnerables, es el sistema fractal. Fíjate como en muchos de los nuevos barrios que se han hecho en Barcelona en los últimos años no se cumple eso. El desarrollo urbanístico que se ha hecho en L'Hospitalet, en la zona de la Fira o plaza Europa, es deshumanizado, no hay un sentido de barrio ni de proximidad. Cada tipología de diseño urbano tiene una distribución estética, física y funcional que se puede describir visual y matemáticamente. Hay que adecuar los modelos fractales, scale-free, a cada contexto urbano.
Hablando de Barcelona, ahora parece que se tiende a implementar el urbanismo táctico; aquel que prioriza el peatón y la bicicleta o patinete ante el vehículo privado. ¿Como ve la forma como lo está implementando el ayuntamiento?
Soy muy escéptico. Creo que hay una falta de rigor en el análisis y en la toma de decisiones. El diagnóstico que hoy en día tiene el ayuntamiento de Barcelona, el Área Metropolitana o la Generalitat es muy pobre y superficial. No hay un conocimiento de la situación real. Es más importante hacer unas intervenciones estratégicas, tácticas y operacionales con rigor, antes que unos experimentos sociales que puedan desorientar a la ciudadanía, como pintar una calle como si fuera un parvulario. Se tiene que hacer un urbanismo maduro, y no el numerito que sirve para crear un titular, pero que no mejora la calidad de vida de las personas.
Algunas ideas como el concepto de las supermanzanas o el concepto de los ejes verdes van en la línea —de forma intuitiva—, de reforzar esta condición fractal del Eixample y de Barcelona, pero este análisis no se ha hecho a escala regional y no se ha hecho con la teoría de redes, por lo tanto es muy débil.
- ¿A las administraciones les preocupa lo suficiente el urbanismo de su territorio?
No [rotundo]. Las administraciones son conscientes de que el urbanismo y las infraestructuras son fundamentales, pero las herramientas que tiene la administración pública están muy obsoletas y parte de la profesión se ha quedado en una fase anterior, en los años 80. Les faltan herramientas y un buen diagnóstico real. El urbanismo de las últimas décadas —con algunas excepciones—, ha disminuido mucho su calidad.
En Catalunya, si no hay un cambio estructural en el urbanismo y en la estrategia económica, iremos directos a una decadencia económica muy fuerte. Se han cometido errores estratégicos muy grandes y no ha habido una actualización de la estrategia de la economía del conocimiento, con algunas excepciones como el 22@. Aquí no se han potenciado los centros de excelencia, ni el mérito, ni el valor, por lo tanto, se ha creado una cierta mediocridad ambiental que afecta a muchas profesiones y a muchas empresas. La cultura empresarial de Catalunya, sobre todo de las grandes empresas, es muy pobre.
Una de las problemáticas que se encuentra al orden del día son los pequeños pueblos que se están quedando sin habitantes. ¿Qué podemos hacer ante la despoblación de estos municipios?
Catalunya ha olvidado mucho su estrategia de economía del conocimiento y económica a largo plazo. Hay un paro muy elevado y una cultura empresarial muy débil que no genera oportunidades para dar al talento. Como resultado, la gente da como prioridad las pocas oportunidades que hay y que se encuentran sobre todo en las ciudades. Eso hace que te tengas que desplazar y marcharte del pueblo, donde quizás la calidad de vida es superior pero estas posibilidades son más escasas. Si eso estuviera más distribuido y hubiera una economía mucho más vibrante, la gente podría vivir en un pueblo del Urgell con calidad de vida y con un trabajo atractivo sin tener que moverse. Pero actualmente la estructura económica es débil.
¿Centrándonos en las ciudades, cuántas tipologías encontramos?
Existen 10 principales tipologías de ciudades y cada una de ellas viene determinada por una época histórica, un momento tecnológico, económico y político concreto. En función de la cosmovisión que tienes de la sociedad y de las herramientas de análisis y de diseño de que se dispone, se diseñan las ciudades. Para nombrar a las principales podemos decir que encontramos las ciudades de pequeño mundo; como los cascos antiguos medievales. Son ejemplos el casco antiguo de Brujas (Bélgica), Tallinn (Estonia), o el casco antiguo de Tarragona o Ávila. Zonas amuralladas por defensa, donde hay unas relaciones de proximidad entre todas las clases sociales, mezcladas entre sí. Este sistema es interesante pero no escalable, porque en el momento en el que crece, es insostenible.
Otro es el sistema radial o concéntrico; con una jerarquía en forma de círculo muy fuerte donde en el centro se encuentra el epicentro. Cuanto más lejos se está, más periférico y menos relevante. Eso genera que encontremos unas zonas más favorecidas que otras. Son ejemplos París, Pekín o Milán. Por otra parte encontramos las ciudades lineales; Arturo Soria tuvo una idea futurista utópica a mediados del XIX sobre una ciudad lineal que iba desde Cádiz a San Petersburgo, cruzando toda Europa. Soria consideraba que haciendo una ciudad lineal inmensa, todo el mundo estaría igual de cerca o de lejos de la trama principal. Este sistema no es adecuado porque permite que haya unas redes más relevantes que otras generando otra jerarquía; los que están más cerca son los más importantes. Como ejemplos encontramos Turín y la Ciudad Lineal de Madrid (un barrio en el este de Madrid).
Y dos más. Las ciudades jardín; aquellas que están más en contacto con la naturaleza, pero la gente va a la fábrica en la ciudad. En las zonas donde está la concentración de residencias hay una calidad de vida mayor, hecho que si se lleva al extremo, hace que se acabe rompiendo el tejido social, la interacción y el acceso a servicios. Además, no todo el mundo se puede permitir el mismo tipo de jardín, cosa que diferencia las clases. Ejemplos pueden ser New Towns, Canberra (Australia) o Sant Cugat. Y la última que destaco es la ciudad orgánica; donde la planificación ha sido mal pensada, sin una visión de territorio, de forma desordenada con una trama aleatoria. Como no hay nodos de diferentes órdenes, no se genera la suficiente concentración de usos, servicios, de interacción social que permite estos beneficios exponenciales para conseguir el éxito de la sociedad. Orgánicas hay muchas; São Paulo o Buenos Aires son los ejemplos más destacados.
¿Cómo serán las ciudades del futuro y qué papel tendrán las nuevas tecnologías?
Las nuevas tecnologías bien utilizadas nos permiten tener una comprensión mucho más profunda del fenómeno urbano y del impacto que tiene el diseño urbanístico en la manera de vivir y la calidad de vida de las personas. Eso se puede utilizar de múltiples maneras, y creo que evolucionará de manera heterogénea por todo el mundo. Posiblemente con regímenes autoritarios como China se utilizará por parte del Estado y del poder para controlar la población, pero con ciudades más abiertas, en sociedades oligárquicas pero con una aspiración democrática como la nuestra, es posible que si la administración pública, el mundo de la empresa privada y la ciudadanía lo exigen, se haga un urbanismo de mucha más calidad. Si seguimos funcionando con las modas del momento, no avanzaremos.
La robótica, la inteligencia artificial, la estructura económica y de conocimiento... O nosotros nos anticipamos a estos retos y diseñamos una sociedad más humana, donde la persona esté en el centro, o estos cambios tecnológicos pueden suponer una forma de servidumbre del siglo XXI.