Los partidos conservadores y de extrema derecha actuales acostumbran a introducir en el debate político la cuestión de la natalidad y las bajas tasas que se registran en las sociedades contemporáneas. Generalmente, se acaba concluyendo que las parejas no pueden tener hijos a causa de unas condiciones económicas difíciles, que hacen prácticamente imposible ayudar a levantar más vidas más allá de la propia.
Nuevas estadísticas, sin embargo, aportan nuevos diagnósticos sobre la situación. El problema de las sociedades contemporáneas ya no sería solo el hecho de que tenga tasas de natalidad bajas, sino que también crece la tasa de personas que deciden no tener pareja o parejas que, a pesar de tener una relación, deciden vivir separadas y optan por no tener hijos. Así lo ha expuesto este fin de semana el Financial Times.
El diario británico apunta que esta falta de emparejamientos es ya un cambio mucho más fundamental en la naturaleza de las sociedades modernas y apunta que "las relaciones no solo son menos frecuentes, sino que cada vez son más frágiles". El rotativo apunta además que la "disolución de las relaciones" es "más fuerte entre los más pobres".
Catalunya, la misma tendencia
Si ponemos el foco sobre Catalunya, comprobamos que la natalidad continúa en una dinámica regresiva. De hecho, la tendencia se mantiene a la baja desde el 2009. En el 2023 nacieron 54.182 bebés, que suponen un 3,9% menos que en el 2022, de acuerdo con los datos del Institut d'Estadística de Catalunya (Idescat).
Pero más allá de la natalidad, hay datos que a escala global indican cómo las personas se sienten cada vez más solas. Se trata de una tendencia global, que va desde los Estados Unidos, a Finlandia, pasando por Corea del Sur hasta Turquía, Túnez o Tailandia. En noviembre del 2024 se publicaron datos del Barómetro de la soledad no deseada a Catalunya, un estudio de la Fundación ONCE y Fundación AXA. El informe indicaba que casi una persona de cada cinco en Catalunya sufre soledad no deseada (18,4%) y que la soledad crónica se sitúa en un 12,6%.
El estudio también apuntaba que el 68,4% de las personas que sufren soledad llevan en esta situación desde hace más de dos años. El 46,3% de los catalanes han sufrido soledad en algún momento de su vida y este sentimiento es más frecuente entre los hombres (20,9%) que entre las mujeres (16%). En la juventud, el sentimiento de soledad se sube hasta el 28,4%.
Esta tendencia global, apunta Financial Times, convierte en estériles las políticas que intentan hacer reflotar la natalidad con bonificaciones para tener hijos, porque es una medida que no incide en el hecho de que hay un problema previo: la formación de parejas. Así pues, los retos demográficos actuales ya no están simplemente relacionados con las posibilidades o no de las parejas de tener hijos, sino también en que las personas se aparejan menos.
¿Cuáles son las causas?
El rotativo apunta que el hecho que esta situación se esté dando de forma global implica que las causas son transfronterizas más que condiciones específicas de cada país. La gente se casa a causa de una imposición social, por una devoción amorosa o bien por seguridad económica. En su ausencia, los matrimonios caen en picado. La tecnología estaría también facilitando este cambio: "Las redes sociales facilitan la difusión de los valores liberales (sobre todo entre las mujeres) y aumentan el empoderamiento femenino". De hecho, los datos acompañan esta teoría porque cuadran las estadísticas de uso de internet y el descenso entre los emparejamientos.
El diario británico concluye que "si bien los incentivos financieros y otras modificaciones políticas pueden aumentar las tasas de natalidad, están trabajando contra fuerzas socioculturales mucho más fuertes". Y apunta que "las políticas destinadas a facilitar la formación de relaciones pueden ser más efectivas que las destinadas a ayudar a las parejas a tener hijos". El diario concluye con esta reflexión: "Un mundo de solteros en aumento no es necesariamente mejor o peor que un lleno de parejas y familias, pero es fundamentalmente diferente de lo que hemos tenido, con importantes implicaciones sociales, económicas y políticas. Nos encontramos ante un enigma: ¿es eso lo que realmente quiere la gente? ¿Si no, qué hay que cambiar"?