10 de octubre de 2012, Congreso de los Diputados. Sesión de control al primer gobierno de Mariano Rajoy. El entonces diputado del PSC en el hemiciclo estatal, Francesc Vallès, pregunta al ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, si realmente creía que el auge del independentismo respondía a la "dirección" que había emprendido el sistema educativo de Catalunya. Wert respondía afirmativamente. Aseveraba que "la deriva que ha adoptado parte del sistema educativo en Catalunya facilita que se produzca una ocultación o una minimización de los elementos comunes, particularmente históricos, que conforman la historia de Catalunya dentro de España". En este contexto, el ministro abría las puertas a dar una estocada al modelo de inmersión lingüística y manifestaba su clara intención: "Nuestro interés es españolizar a los alumnos catalanes". Casi una década después, el Govern tiene un dilema y un reloj que corre: la justicia le insta a aplicar un mínimo del 25% de castellano en las escuelas catalanas. Ahora bien, ¿qué indican los resultados de las evaluaciones? ¿El modelo de inmersión lingüística compromete la enseñanza en lengua castellana?
Las cifras académicas son bien nítidas: el conocimiento, comprensión y expresión en lengua catalana y castellana son equiparables. El barómetro son los exámenes anuales de corrección externa que miden el nivel de competencias adquiridas en varias materias. En el caso de Primaria, se hacen en el sexto curso y, con respecto a la Educación Secundaria Obligatoria, se realizan en cuarto. El modelo de prueba es el mismo para todo el alumnado.
Similitud en las calificaciones
En el primer nivel, la Educación Primaria, los resultados evidencian la similitud en las puntuaciones medias globales. En ambos idiomas, se utilizan los mismos criterios para medir la consecución de las competencias: comprensión lectora (se observa a través de varios ejercicios la obtención, interpretación, valoración y reflexión de la información plasmada en la prueba) y expresión escrita (el foco se pone en el vocabulario, morfosintaxis y la redacción, para valorar el grado de competencia discursiva y corrección lingüística). En las últimas pruebas, correspondientes al curso escolar 2020-2021, el alumnado de sexto obtuvo una puntuación media de 76,7 puntos sobre 100. La diferencia con la media resultante de las pruebas de castellano es escasa: 3,2, de manera que esta se situaba en 73,5. Si echamos una ojeada a los controles efectuados en cursos anteriores, en los años 2013, 2015 y 2018, los escolares consiguieron una mejor puntuación en lengua castellana que en lengua catalana. De hecho, el año 2018, la diferencia fue de casi tres puntos y medio (73,6 en catalán y 77 en castellano).
La tendencia se repite en el curso de finalización de la Educación Secundaria Obligatoria. En este caso, todavía se refleja un nivel superior en materia de lengua castellana: de los últimos cinco cursos, la puntuación media global del examen de castellano es más alta que la resultante en catalán. Desde el 2013, no hay una media por debajo de 75 puntos en lengua castellana. Por otra parte, otro dato importante es el porcentaje de alumnos que tienen un nivel bajo, medio-bajo, medio-alto y alto de lengua catalana y castellana. El 11,6% de los alumnos de cuarto de ESO que hicieron las pruebas de evaluación en el 2021 tienen un nivel bajo de catalán, porcentaje que cae al 11,3% en el caso del castellano. La diferencia se incrementa cuando observamos el nivel alto: un 22,2% del alumnado tiene esta calificación en lengua catalana y el tanto por ciento se dispara al 27,2% en el caso de la lengua castellana. En relación con la ortografía, la media de faltas que se computaron en la prueba de catalán son 7,6, mientras que en la de castellano fueron 7,4. El 36,2% hizo 9 o más faltas en castellano, cifra que sube al 37,5% en catalán.
La comparación con otras comunidades autónomas también demuestra un buen aprendizaje del castellano en Catalunya. El año 2010, los alumnos de segundo de ESO hicieron la Evaluación General de Diagnóstico. Por niveles de competencia lingüística en lengua castellana, Catalunya está por encima de la media estatal. El nivel <1 y 1 son los más bajos: mientras que el promedio en España de ambos niveles sumaba el 18%, en Catalunya era del 15%. En el nivel 2 y 3, Catalunya concentraba el 59% de los alumnos, en tanto que la media estatal se situaba en el 55%. Y en el escalafón más elevado, el del 4 y 5, encontrábamos al 26% de los alumnos catalanes y la media en el Estado era del 27%.
El uso del catalán, en retroceso en las aulas
A todo ello hay que sumar que, en los últimos años, se ha puesto de manifiesto un claro retroceso del uso social del catalán y en el contexto escolar. También es extensible al ámbito universitario, según los datos que publicó el Departament de Recerca i Universitats este viernes. Eso probaría que el castellano, al menos en este terreno, no es nada residual. En diciembre de 2021, el Consell Superior d’Avaluació del Sistema Educatiu publicaba un informe sociodemográfico y lingüístico de los alumnos de cuarto de ESO. El estudio se había hecho también el año 2006 y 2013, de manera que permite observar la evolución o regresión que se ha producido en varias vertientes. Preguntados por el uso de la lengua catalana cuando el profesorado se dirige a la clase, un 46,8% de los alumnos percibe que el catalán se utiliza "siempre o casi siempre", un porcentaje que ha caído casi un 17% en 15 años: el tanto por ciento era del 63,1% en el 2006 y, en el 2013, del 61,1%. Cuando cambian los papeles de emisor y receptor, es decir, cuando se da la circunstancia que es el alumno quien se dirige al docente, el porcentaje es todavía más bajo: el 39,4% del alumnado "siempre o casi siempre" habla con el profesorado en catalán, cuando en el 2006 la cifra era del 56%.
La bajada es mucho más pronunciada en el caso de los usos lingüísticos a la hora de trabajar en grupo en el aula. Cuando la comunicación es con otros compañeros, el uso de la lengua catalana se desploma: si el año 2006 el 67,8% de los jóvenes manifestaban hablar "siempre o casi siempre" en catalán cuando trabajaban en grupo, en el 2021 sólo lo hacen un 21,4%. Paralelamente, se ha reforzado el tanto por ciento de los que "nunca o casi nunca" usan el catalán: del 10,9% del 2006 al 28,4% actual. Si llevamos la estadística al exterior de los centros educativos, la comunicación entre compañeros de clase en catalán sólo es del 21,2% "siempre o casi siempre", a diferencia del 33% del 2006 o del 23,1% del 2013. De hecho, el 37% de los encuestados perciben el castellano como su lengua de identificación, un 27,1% tanto el catalán como el castellano y un 27%, el catalán.
¿Cómo se ha llegado hasta aquí?
El año 2015, empezaba una batalla normativa —con la elaboración de la ley Wert, que incluía preceptos para el adelanto del dinero de las matrículas de escuelas privadas destinado a las familias que quisieran que sus hijos recibieran la enseñanza en castellano en Catalunya— y un frente jurídico. La Abogacía del Estado, en representación del Ministerio de Educación encabezado por José Ignacio Wert, presentaba el 24 de abril de 2015 un recurso en el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) contra "la inactividad de la Generalitat de Catalunya, omitiendo todo posible desarrollo normativo que haya fijado el uso del castellano en proporción razonable para su impartición ordinaria en las aulas e incumpliendo la obligación legal de garantizar la enseñanza en castellano como lengua vehicular normal". Concretamente, pedían al alto tribunal que ordenara "la aplicación de medidas de ejecución" que garantizaran que "todos los alumnos reciban de forma efectiva e inmediata la enseñanza mediante la utilización vehicular de las dos lenguas oficiales en régimen de igualdad o, subsidiariamente, en los porcentajes que se determinen, que no tienen que ser inferiores al 25% en ninguna de las dos lenguas".
Los fundamentos que planteaba la Abogacía era que se incumplían tres artículos de la Constitución —el 3.1, el 14 y el 27.1— y una disposición adicional de la Llei Orgànica d'Educació. La parte demandada, es decir, la Generalitat, solicitaba la inadmisión del recurso por la "falta de requerimiento previo" previsto en la ley. La primera vez llegaba con la resolución: el TSJC estimaba parcialmente el recurso en diciembre de 2020 porque "el uso vehicular de la lengua castellana en el sistema de enseñanza de Catalunya es residual" y la Generalitat "no había ejercido su competencia dictando la normativa" que instaba a desplegar una mayor presencia del castellano en las aulas. Así pues, pedían medidas "efectivas e inmediatas" al Govern para consolidar "la utilización vehicular normal de las dos lenguas oficiales en los porcentajes que se determinen, que no podrán ser inferiores al 25% en uno y otro caso". Consecuentemente, se urgía a un mínimo de un 25% del castellano en las aulas catalanas, a través de la asignatura de castellano y de otra materia troncal no lingüística, que también se tenía que impartir en este idioma.
La Generalitat desplegaba su ofensiva en los tribunales para detener el ataque e interponía un recurso de casación en el Tribunal Supremo que, en noviembre de 2021, no lo admitía a trámite. Recibida la notificación del Supremo, el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya decretaba la firmeza de su sentencia de 2020 y notificaba el 21 de enero de este año que la Generalitat tiene 10 días para cumplir la orden del 25% de castellano, como mínimo. Sin embargo, el plazo acaba siendo de un máximo de dos meses, según recoge el artículo 104 de la ley contenciosa administrativa. Si el Govern no lo aplica en este periodo, el ejecutivo central o un tercero (una asociación) puede reclamar al TSJC la ejecución forzosa. La alternativa sería una modificación de la Llei Orgànica d'Educació en materia lingüística o bien no acatar, con los riesgos legales que comporte. En el mientras tanto, al menos una decena de centros educativos del territorio han visto sus proyectos lingüísticos tumbados por el alto tribunal catalán: la escuela Puig de les Cadiretes de Llagostera, la Escola Bogatell de Barcelona o algunos cursos de la escuela Turó del Drac de Canet de Mar o el colegio Vora del Mar de Cubelles son ejemplos. Sea como sea, los pilares de los proyectos lingüísticos en las escuelas catalanas se resquebrajan y, quizás, se tendrán que reponer. No obstante, los datos daban argumentos para su buen sostenimiento.