Este lunes el departamento de Interior cambió el jefe de los Mossos d'Esquadra. Un movimiento que fuera de Catalunya, cuando pasa con otras policías, tiene poco recorrido mediático, pero que en nuestro país, por varios motivos, siempre se acaba convirtiendo en una noticia de primera página. Una reunión fugaz entre el conseller Joan Ignasi Elena y el hasta ahora comisario jefe, Josep Maria Estela, sirvió para cerrar esta etapa. Estela se negó a dimitir y se ejecutó el plan que el conseller ya había ordenado preparar el viernes por la tarde: destituirlo.

Los motivos que llevan Interior a hacer cesar Estela son conocidos. Dos pulsos del jefe de los Mossos al conseller. Ni al director ni a sus excompañeros de Prefectura, directamente al conseller. Primero con un "él o yo" con el comisario Eduard Sallent, que se había convertido en una pieza clave para diseñar la reestructuración del cuerpo. Elena no cedió, a pesar de la presión mediática, y se mantuvo firme. Estela aseguraba que Sallent tenía línea directa con la dirección política y que mandaba más que él. Le llegaron a plantear que se fuera él, si veía que no podía controlar la Prefectura.

Joan Ignasi Elena, conseller de Interior, entrando en la sede del departamento / Foto: Montse Giralt

Aquella crisis, que el entorno de Josep Maria Estela aireó, aprovechando que el gobierno de Aragonès no pasaba sus mejores momentos, se intentó cerrar. Un día largo de conversaciones en Vilanova i la Geltrú, donde vive el conseller, acabaron con una carta a todos los agentes de los Mossos firmada por Estela. Se ponía al lado del conseller e intentaba así seguir al frente del cuerpo. Era el peaje para no ser destituido después de haber puesto en un compromiso al conseller Elena, quien lo había nombrado en diciembre de 2020.

El fallido golpe de estado, cerrado en falso

Sin embargo, Estela sabía que estaba en falso. Había perdido la confianza del equipo del conseller. Interior oficialmente intentaban ofrecer una tregua al comisario jefe, pidiéndole que volviera a trabajar de manera conjunta con Sallent y la intendente Rosa Bosch, la tercera pata de la Prefectura. Pero todo saltó por los aires el viernes.

La fase final de la elección de los nuevos comisarios de los Mossos d'Esquadra acabó con un encuentro muy tenso en la sede del departamento viernes a primera hora. Con la lista de las personas que tenían mejor puntuación de la treintena de intendentes que se habían presentado al concurso de libre designación, y siguiendo la línea estratégica marcada desde el primer día por el equipo Elena, se decidió nombrar comisarías a cuatro mujeres -Rosa Bosch, Montserrat Estruch, Sílvia Catà y Mónica Luis-, de las cinco que se habían presentado, y eligiendo únicamente dos hombres, Ramon Chacón y Miguel Àngel Garcia Alvira -tal como adelantó ElNacional.cat.

Elena, Pere Ferrer y el comisario Estela con un grupo de mandos de los Mossos, en Egara / Foto: Sergi Alcàzar

La opción de 4-2 que defendía el conseller, y la que acabó haciéndose, la Ley de la policía así lo manda, encendió los ánimos del comisario jefe, que intentó negarse a aceptar esta elección, y queriendo únicamente hacer comisarías dos mujeres, según las fuentes. Elena entendió que no podía mantener al frente del cuerpo a una persona que, a su entender, no solamente había generado ruido contra el conseller, sino que disparaba contra la línea de flotación del Govern, la línea estratégica del mandato Elena: "Feminizar los Mossos d'Esquadra".

El ruido de sables de los mandos

Durante todo el fin de semana, cuando se llegó a plantear que Interior ya había decidido ejecutar Estela, se sucedieron filtraciones del entorno del jefe del cuerpo para presionar al conseller. Volvían a apuntar al comisario Sallent e incluso el sindicato mayoritario de los mandos, SICME, hicieron sonar los sables. En una amenazada de rebelión velada, instigada por Roderic Moreno, amigo personal de Estela, pidiendo un congreso extraordinario, el sindicato posicionaba en contra la destitución del comisario jefe.

El conseller no claudicó al intento de golpe de estado policial cuando Estela pidió echar Sallent y tampoco lo hizo este fin de semana con las presiones de los mandos. La minoría parlamentaria tampoco lo ha hecho virar en su estrategia, asegurando que, el golpe de efecto de destituir al comisario jefe para oponerse a las líneas políticas, que no operativas, del departamento, demuestra, contrariamente, la fortaleza del Gobierno de Pere Aragonés. El mismo conseller, en sede parlamentaria, ya había avisado a Estela. "No permitiré injerencias políticas en la operativa, pero tampoco injerencias policiales en las decisiones políticas", aseguró.

Desde Interior aseguran que no contemplan ningún tipo de rebelión, a pesar de las amenazas, de los comisarios y de los intendentes que tienen posiciones de mando, ni en Egara, dónde se concentran los poderes centrales, y tampoco al territorio, un espacio, sobre todo en Lleida y Tarragona, que había controlado Josep Maria Estela. Sin embargo, no esconden que la presión del entorno del major Trapero, coordinado con el entorno de Estela, han intentado desestabilizar el cuerpo, pero esperan que se cierre la inestabilidad con Eduard Sallent de cabeza del cuerpo, "sin interinato ni temporalidad", tal como ha detallado el director Pere Ferre este martes por la mañana en Catalunya Ràdio.

El comisario Sallent tiene el encargo de poner orden, implementar las líneas estratégicas y poner el cuerpo de los Mossos d'Esquadra a punto para desplegar la nueva estructura organizativa, que avanzó antes del verano ElNacional.cat.