Un satélite europeo de dos toneladas y sin control se ha desintegrado en la atmósfera este miércoles, según ha confirmado la Agencia Espacial Europea (ESA). Se trata del satélite Heritage ERS-2, que ha entrado de forma natural en la atmósfera terrestre para desintegrarse después de haber finalizado su vida útil. La previsión era que la entrada se produjera este miércoles a las 16.41 horas, pero finalmente ha tenido lugar a las 18.17 horas. La incertidumbre se ha debido a la influencia de la imprevisible actividad solar, que afecta la densidad de la atmósfera y, por lo tanto, a la resistencia que experimenta el satélite.
Cuando el satélite alcanza unos 80 kilómetros respecto de la Tierra, empieza a romperse en trozos que se quemarán completamente. Alguno de ellos puede sobrevivir, pero la ESA ha recordado que los riesgos asociados a las reentradas de satélites son muy bajos y lo más posible es que caigan al mar. De hecho, el punto de entrada se ha producido sobre el océano Pacífico, a muchos quilómetros tanto de San Francisco como de Hawái (Estados Unidos).
La reentrada del ERS-2
El ERS-2 fue lanzado en 1995 siguiendo los pasos de su satélite hermano, el ERS-1 —que fue lanzado cuatro años antes—. En aquel momento, ambos eran los satélites de observación de la Tierra más sofisticados nunca desarrollados. El proceso de reentrada controlada del satélite empezó en 2011 y ahora ha llegado el momento que volver a entrar en la atmósfera de forma natural (no controlada), desintegrándose.
La ESA declaró acabada su misión el año 2011 y redujo su altitud de unos 785 kilómetros a 573 kilómetros para minimizar el riesgo de colisión con otros satélites. De la misma manera, se aseguró que todas las baterías y sistemas presurizados se vaciaran o se volvieran seguros, a la vez que se apagaran los sistemas electrónicos. Es así como se redujo el peligro que una avería interna hiciera que el satélite se rompiera en trozos mientras todavía se encontraba a una altitud utilizada por los satélites activos.
Un satélite para comprender el cambio climático
La eliminación de este satélite se llevó a cabo teniendo en cuenta las directrices de reducción de restos espaciales que la ESA imponía en aquel momento a los nuevos proyectos, "lo que demuestra el firme compromiso de la agencia para reducir la basura espacial". Después de 13 años de degradación orbital, el satélite ha vuelto a entrar de manera natural a la atmósfera terrestre. La Oficina de Restos Espaciales de la ESA lo ha seguido de muy cerca, en coordinación con varios socios internacionales.
Los ERS llevaban un paquete de instrumentos como un radar de apertura sintética de imágenes, un altímetro de radar y otros potentes sensores para medir la temperatura de la superficie oceánica y los vientos del mar. Además, el ERS-2 tenía un sensor adicional para medir el ozono atmosférico. Los dos recopilaron una gran cantidad de datos sobre la disminución del hielo polar, los cambios en la superficie terrestre, el aumento del nivel del mar, el calentamiento de los océanos y la química atmosférica. Además, se utilizaron para vigilar graves inundaciones y terremotos en lugares remotos. "La misión asentó las bases de muchos de los satélites actuales y de la posición de la ESA a la vanguardia de la observación de la Tierra", según la agencia. Se han publicado miles de artículos científicos basados en su información y, gracias al programa Heritage, que garantiza que los datos de los satélites ahora inactivos sigan haciéndose servir, "seguirán surgiendo más hallazgos sobre nuestro mundo en constante transformación y los riesgos a los cuales nos enfrentamos".