Trabajadora sexual y feminista. Así se define Georgina Orellano, secretaria general de Ammar, un sindicato fundado en 1995 que agrupa a centenares de prostitutas de toda Argentina. Orellano tiene 31 años y lleva haciendo la calle casi trece.

"Entre las opciones a mi alcance, que son trabajos precarios, dedicarme a la prostitución era lo que más me retribuía económicamente y lo que más me llamaba la atención", explica. Orellano es uno de los referentes del movimiento sindical de prostitutas y el pasado octubre visitó Barcelona para participar en varias conferencias sobre el papel que pueden jugar las trabajadoras sexuales como parte de la clase obrera.

Su sola presencia parece generar producir urticaria en algunos debates feministas. "La voz en primera persona derriba muchos prejuicios y estereotipos. Defender el trabajo sexual genera toda una serie de discursos violentos que acaban por invisibilizar a un sector históricamente condenado a la clandestinidad y expuesto a violencia y extorsiones", asegura.

Tras la pseudolegalización del sindicato Otras y con el debate sobre la legalización de la prostitución más candente que nunca, testimonios como el de Orellano pretenden ser una guía para alentar a las prostitutas a participar en una discusión extremadamente polarizada.

Un modelo de esclavitud

La Plataforma Catalana pel Dret a no ser Prostituïdes lleva desde 2011 luchando por la abolición de la prostitución. "El trabajo sexual no debe existir, no puede ser una opción laboral para las mujeres", señala Sylviane Dahan, una de las portavoces. El gran hito de esta entidad es el manifiesto Pau de les dones. Según el escrito, la prostitución es equiparable a la trata de seres humanos y supone un modelo de esclavitud y de violencia estructural contra las mujeres.

La pugna de la organización para ganar visibilidad no ha dado sus frutos hasta este mismo año, cuando un centenar de personalidades de distintos ámbitos han aceptado firmar el documento, entre las cuales el exfiscal Carlos Jiménez Villarejo y la directora de cine Iciar Bollain.

También cuentan con el apoyo de la Red de Municipios Libres de Trata, que el pasado 8 de noviembre organizó un acto de firma simbólica del manifiesto, que presidió la alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet, Núria Parlon, entre otros.

En plena contienda por hacerse oír, Paula Ezquerra ha encontrado en la prostitución un mecanismo de empoderamiento como persona y mujer en esta sociedad. "Me vi fuera de casa muy joven. El trabajo sexual no es el sueño de ninguna persona, pero fue mi solución", cuenta esta mujer de 47 años, nacida en Buenos Aires pero con media vida en el barrio del Raval de Barcelona.

Ezquerra asegura que, pese a no ser la profesión de su vida, se siente agradecida por haber podido dedicarse a la prostitución. "Representa una ruptura con el patriarcado, una sociedad donde las mujeres nos empoderamos de nuestra sexualidad", defiende.

Alzar la voz

Con este propósito nació la asamblea Putas Indignadas, de la que es una de las representantes. Esta entidad —que aspira a desarrollarse como organización sindical— aboga por defender los derechos de las trabajadoras sexuales y acabar con la "demonización" de la prostitución, sin pretender idealizarla. Su objetivo es tener la voz que tantas veces se les ha negado en los debates feministas.

"No solo soy trabajadora sexual, soy independiente y concibo este trabajo de manera cooperativista", señala Verónika Arauzo. Esta activista de 44 años concilia la defensa de los derechos de las personas transgénero con la prostitución desde hace más de una década. A pesar de haber probado suerte en numerosas ocasiones como camarera o empleada de un cáterin entre otros, Arauzo siempre ha vuelto al trabajo sexual. "Me da autonomía. Yo soy mi propia empresa y quien dictamina cómo, cuándo y dónde", sentencia.

Despenalización

Una de las entidades que más a luchado por garantizar el derecho de las mujeres a ejercer de prostitutas es Genera, una asociación afincada en Barcelona con más de 15 años de experiencia en el campo. "No diferenciar entre dos fenómenos como la prostitución voluntaria y la forzada no permite abordar ninguno de una forma rigurosa y de acuerdo con las necesidades de las personas implicadas", lamenta Anna Saliente, portavoz de la entidad.

El primer paso para hacerse hueco en el debate feminista parece claro para Orellano: la despenalización del trabajo sexual. "Nos espera un futuro de lucha por ganar espacios, por tener respeto en la sociedad. Aunque a algunos les moleste, las putas también somos trabajadoras; y unidas, jamás seremos abolidas".