No, no soy padre, pero como tío soy un 10. Si no, preguntádselo a Guillem, mi sobrino. La razón es que, aunque se encuentre en plena adolescencia, para él sigo estando en Marc, el tío enrollado. Y quiero que siga siendo así durante mucho más tiempo. Es por eso que este año, que hace 15, le hice un regalo especial por su cumpleaños: pasar el día en PortAventura World, él y yo, mano a mano.

Ya os adelanto que Guille, como le dicen sus amigos (a mí me gusta más decirle Guillem), flipó muy fuerte desde el primer momento. Claro está, si quería que mi sobrinillo, sí, para mí siempre será el sobrinillo, recuerde este día durante mucho tiempo, teníamos que ir a saco con las atracciones más fuertes desde el minuto cero. ¡Vamos, que os explico qué recorrido hicimos por el resort!

De entrada, una advertencia, hasta el 10 de noviembre, te encontrarás un PortAventura World totalmente diferente de lo que imaginas. Y es que da miedo, mucho miedo. Está ambientado de Halloween hasta el último detalle. No solo eso, sino que también hay espectáculos y pasajes del terror hechos expresamente para celebrar el día de los muertos.


Ahora bien, no nos dejamos asustar y empezamos el día en Furius Baco, una lanzadera que te hace acelerar de 0 a 135 km/h en tan solo 3 segundos. Durante los 850 metros de recorrido, casi tocas el suelo, traviesas vallas, túneles e incluso llegas a fregar el agua del lago del Mediterráneo. Me sentí como si estuviera en una carrera de Fórmula 1. Mi sobrino no paraba de gritar: "¡Aaaaaaaa!", mientras yo pensaba "¡Saldremos volando!". Bajé casi aturdido (también un poco acojonado). En cambio, Guillem esbozaba una sonrisa de oreja en oreja, como si lo que acabábamos de vivir fuera lo más normal del mundo.

Como le había prometido una jornada memorable en PortAventura World, el ritmo no podía decaer, así que enlazamos Furius Baco con Dragon Khan. Soy más de atracciones suaves yo, pero eso no se lo podía hacer saber a Guillem o automáticamente perdería la condición de tío 'guay' que tanto me había costado ganar.


Bien, sin más remedio que seguir haciéndome el valiente, nos subimos al emblemático Dragon Khan. ¿No os tengo que explicar nada, verdad? ¿Quién no conoce esta mítica atracción? Bien, por si acaso, os hago cinco céntimos. Es una montaña rusa que destaca por hacer una impresionante bajada, seguido de ocho loopings. Todo ello, en 69 segundos, a una velocidad máxima de 110 km/h. ¿Parece mucho chulo y tal, verdad? Pues sepas que es una lavadora para seres humanos. Me pasé el rato intentando mantener la cabeza enganchada a los hombros mientras hacíamos estos loopings del demonio. Y, en cambio, Guillem, como si nada. ¿De qué pasta está hecho este crío? "¡Tío, Dragon Khan es la pera! ¡Volvamos a subir!". ¡Qué remedio!

Afortunadamente, la segunda vez a bordo de Dragon Khan me sacó todas las manías. Cogí confianza y acabé cogiéndole el gusto a eso de ir a más de 100 kilómetros por hora boca abajo. ¡Quién lo iba a decir!

¿Sin embargo, resulta que todo eso solo era un entrenamiento porque, qué hay al lado de Dragon Khan? Pues Shambhala, una montaña rusa todavía más grande y más rápida. Mira que nos parecemos Guillem y yo, pero con las alturas y la velocidad somos como la noche y el día. Él, feliz como nunca y yo, a pesar de que ya más bregado en todo eso de las super atracciones, todavía un poco acojonado. Pero bien, una vez más, por mi sobrinillo lo que haga falta. Así que, al cabo de poco rato, ya nos encontrábamos de nuevo sobre esta gigantesca atracción denominada Shambhala.

Fotografía del Shambhala / Foto: PortAventura World

Si Dragon Khan es como una lavadora, Shambhala es como un ascensor sin cables. Y es que sus cinco elevaciones te provocan la sensación de haber perdido contacto con el asiento. Es brutal, totalmente brutal. Aunque no soy muy valiente, disfruté. Básicamente, porque, aunque impresione muchísimo, nunca había vivido una experiencia tan fuerte. Y creo que vale la pena vivir una cosa así.

Después de este torrente de emociones, quise comprobar si Guillem es tan valiente como parece. Por eso, lo llevé a La Leyenda del Rey Caníbal, un pasaje del terror situado en la atracción de Angkor (en la zona de China). Pues bien, la jugada no me salió demasiado bien porque Guillem no fue el único que salió acojonado... ¡Uau! ¡Está tan bien hecho, que llegas a tener la sensación de que la próxima víctima serás tú! ¡Terrorífico!


A continuación, fue Guillem quien me desafió a subir a la caída libre Hurakan Condor. Es una vivencia indescriptible, inexplicable, lo tienes que vivir. Pero para que te hagas una idea, piensa que, a medida que empiezas a subir lentamente, ves como el parque se hace más y más pequeño bajo tus pies y el viento te acaricia cada vez con más fuerza. Cuando llegas arriba de todo, aproximadamente a 100 metros de altura, tienes unos segundos para contemplar las vistas (son espectaculares). Pero de repente, quedas suspendido en el aire para, acto seguido, descender a toda velocidad. En este momento, una sensación de vértigo y libertad se apodera de ti. Todo pasa en un cerrar y abrir de ojos, pero nunca lo olvidarás.

Con el corazón a mil, seguimos explorando México hasta encontrar la Serpiente Emplumada, una atracción que a priori me tenía que dar un respiro. Pues no fue así. Giras y giras hasta tener la sensación de ser un cóctel que alguien ha sacudido con demasiado entusiasmo. Ya os lo digo ahora: tengo un nuevo respeto por las serpientes con plumas... Guillem, en cambio, venga a reír, venga a reír. Giro por aquí, giro por allá... Seguro que recordará durante mucho tiempo este día.

Ahora ya sí, llegada la hora de comer, nos dirigimos hasta el Far West para comer en el Iron Horse, donde leí que hacen unas hamburguesas buenísimas. A Guillem y a mí nos encantan. Y la verdad es que quedamos muy satisfechos con nuestras burguers al más puro estilo americano. Eso sí, las acompañamos con unas patatas fritas y una coca-cola. ¡Un día es un día!

Fotografía del Hurakan Condor / Foto: PortAventura World

Habiendo digerido, nos dirigimos a la que probablemente es la atracción más innovadora del parque, la llamada Uncharted: El Enigma de Penitence, situada en el Far West. ¿Por qué lo es? Pues porque se trata de un nuevo concepto de atracción. El recorrido es totalmente interior y a oscuras. Además, combina efectos digitales de última generación para que vivas la aventura de la forma más realista posible. Su recorrido es la combinación perfecta de lanzamientos laterales, plataformas giratorias, caídas libres invertidas y animaciones sorprendentes. 673 metros frenéticos y trepidantes por el interior de la montaña más misteriosa de PortAventura World.

En el Far West se encuentran también los Wild Buffalos. ¿No nos podíamos marchar de PortAventura sin subir a unos autos de choque, no creéis? Es por eso que lo convencí para que se subiera a un buffalo con ruedas. Esta vez, sin embargo, fue él a quien bajó escaldado, le di una lección de conducción. ¡Qué aprenda!


Desgraciadamente, no tuvimos tiempo de probar Hysteria in Boothill, la primera experiencia inmersiva de realidad mixta en un parque de atracciones. Nos han explicado que, guiándote por las voces de unos espíritus, tienes que plantar cara a fuerzas malignas y adentrarte en una casa abandonada... ¿Tú te atreverías?

En PortAventura World, el Halloween se vive tanto que cuando llega la hora de cierre, abandonas el parque acompañado de la Halloween Parade, un desfile de miedo lleno de carrozas, coreografías fantásticas y canciones.

Bien, después de este día, Guillem cree que tiene el mejor tío del mundo. ¡Y sí, es cierto, soy el mejor tío del mundo y también tengo el mejor sobrino del mundo!