Cuando las mujeres migran, a menudo en el país de destino les espera un trabajo relacionado con los cuidados: lavar, cuidar niños, gente grandes y un largo etc., son los empleos recurrentes, los cuales desgraciadamente van acompañados de precariedad. Este hecho se le suma la vulnerabilidad de tener que regularizar su situación administrativa en el nuevo país y los ataques racistas y xenófobos que pueden recibir. Justamente, a esta discriminación añadida se están enfrentando ahora mujeres rusas trabajadoras del hogar. El colectivo Micaela, que reúne trabajadoras del hogar y cuidadoras migradas, avisa de un aumento del acoso contra mujeres rusas desde el inicio de la invasión en Ucrania. La vicepresidenta de la entidad, Gulnur Zamanova, ha explicado a la ACN que el último fin de semana despidieron a una mujer de 65 años que cuidaba a un abuelo en Barcelona por el hecho de ser rusa.
"Hay miedo", admite Zamanova, que esta discriminación vaya a más porque se trata de "personas sin recursos que no recurrirán a abogados y que acabarán perdonando". Zamanova recuerda que ellas no son las culpables de la guerra y que tampoco la quieren. Esperan que las malas acciones de los que las discriminan recaigan sobre su conciencia: "Tal harán, tal encontrarán".
La mujer despedida trabajaba sólo los fines de semana y el despido se le comunicó este sábado. "Hace unas semanas me hendías fustigando hasta que me despidieron", ha escrito la mujer a las redes sociales a través de los perfiles del colectivo Micaela. En su lugar, según ha explicado la entidad, trabaja ahora una mujer ucraniana. Se da la circunstancia, sin embargo, que tanto la mujer rusa como la ucraniana se conocían y se portaban bien entre ellas. En este sentido, lamentan que la familia del abuelo que despidió a la cuidadora rusa reaccionaran de manera "salvaje y absurda" por "ignorancia".
Ni cómplices, ni culpables
Gulnur Zamanova defiende que las mujeres migradas rusas no son ni responsables ni cómplices de la invasión de Vladímir Putin en Ucrania. "No queremos la guerra y no queremos conflictos con otras nacionalidades", afirma Zamanova, que insiste en aclarar que ella, antes que rusa, se siente baskiriana, una de las repúblicas de la federación rusa. El caso que detalla es de momento una anécdota, pero teme que pueda haber más después de ver también otros casos de acoso a mujeres rusas en espacios públicos. En este sentido, asegura que algunas mujeres tienen miedo a hablar en ruso en público por los recelos que eso pueda generar en algunas personas.
Hasta ahora, explica, los problemas y conflictos que iban surgiendo los iban solucionando entre ellas, se dedicaban a ayudar a encontrar trabajo a otras mujeres y defender los derechos del colectivo. La gestión de la discriminación de las mujeres rusas, afirma, es una situación totalmente nueva que les cuesta digerir.