Hace unos días hablábamos de las consecuencias negativas del uso de Instagram en las adolescentes, un problema que admitió la misma compañía después de la filtración de un estudio donde se revelaba que "a un 32% de chicas que afirman sentirse mal con su cuerpo, Instagram las hace sentir peor".
Las redes sociales pueden suponer graves problemas en la autoestima de las personas, sobre todo cuando hablamos de niños o adolescentes. No obstante, el uso de estas plataformas no para de crecer: desde que empezó la pandemia, los menores utilizan un 36% más las pantallas que antes. En cifras, el tiempo que pasan en las redes ha aumentado en un 76% con respecto al año 2019.
La clave está en educar sobre el uso de las pantallas y las redes sociales desde que son niños, antes de que lleguen a la adolescencia.
¿Cuál es el papel de los padres y madres para controlar el uso de las pantallas de sus hijos?
Muchas parejas se conforman por opuestos que se complementan: uno de los dos es más estricto y el otro es más permisivo. Lo que se trata es de intentar fijar una posición de acuerdo mutuo, donde haya partes de ambas posturas, y que a partir de aquí puedan existir momentos donde las dos figuras están más estrictos o más relajados según las circunstancias.
En este punto, lo fundamental es no transmitir duda. El desafío más importante es ponerse de acuerdo y formar un bloque compacto sin dudas entre ellos.
Pactar el contenido y el tiempo
Y es que, tanto en el caso del control de las pantallas y el uso de las redes como en cualquier otra medida de la educación de los hijos, es crucial que los padres entiendan que ser buen padre supone tiempo y experiencia.
En referencia precisamente al uso de estas plataformas o pantallas, no se trata solo de pensar cuánto tiempo se permitirá, sino también de pactar qué contenido se podrá ver o qué redes se podrán utilizar y de qué manera, un tema que con la vuelta a la normalidad ha tomado especial relevancia.
Lo explica el psicólogo Sebastián Girona: "Durante el confinamiento y la pandemia los tiempos de pantalla de los niños se han distorsionado en gran medida. Es importante poder pensar en la gradualidad de esto, y entender que los niños difícilmente pueden volver de un día para el otro a los tiempos de pantalla prepandémicos, sino que hará falta que haya un tiempo de adaptación. Dependerá de los padres entender y tener paciencia sin perder el foco".
Un niño sin límites puede convertirse en un adulto limitado
¿Y qué pasa si no se ponen límites? Según el psicólogo, "un niño sin límites será un adulto limitado". Algunos padres piensan que los límites son negativos para los niños, pero realmente estos "necesitan e incluso a veces piden los límites a los padres".
Algunos padres y madres se sienten mal cuando no pueden dar todos los gustos a sus hijos. Eso, no obstante, no es sano: dar a los niños todo lo que piden los afecta negativamente. "Si los padres a veces dicen que sí y a veces que no, están frustrando a un poco a los hijos, pero en un ambiente controlado. Después, más tarde o más temprano, la vida nos frustra a todos, y si eso ya nos pasó en casa en una medida razonable, cuando somos adultos estamos más preparados para afrontarlo", asegura Sebastián Girona.
Básicamente, si estas pequeñas frustraciones no se dan en la infancia, cuando llegue la adultez estos niños y niñas no sabrán como actuar, y se sentirán limitados.