Un cura manipulador y "moderno para la época", visto en buenos ojos por parte de las familias y protegido por parte del Obispado, abusó sistemáticamente a niños de entre 8 y 15 años en sus estancias en parroquias de Barcelona y Caldes d'Estrac, en el Maresme. Así lo han denunciado a Catalunya Ràdio hasta 24 víctimas del mosén Josep Vendrell, muerto en el 2004, aunque el número de niños abusados por parte de este hombre podría ser mucho más alto, ya que siguió ejerciendo en Montcada y Reixac durante 15 años, después de haber cometido los abusos: en total, están prácticamente 30 años actuando con impunidad en iglesias catalanas, pues el Obispado de Barcelona, a pesar de saber de los escándalos por las denuncias de algunas de las familias, en lugar de expulsarlo lo fue cambiando de parroquia, al menos dos veces.
Catalunya Ràdio ha podido hablar con algunas de las 24 personas que, de momento, denuncian abusos y agresiones sexuales de Vendrell entre los años 60 y 70 en Barcelona y Caldes d'Estrac. Así, les describen como un "depredador sexual de manual", una persona "manipuladora y cautivadora", que aprovechaba su imagen de cura joven y moderno, no llevaba sotana, por ejemplo, para acercarse a los niños: aunque algunas familias pusieron el grito en el cielo por los abusos a sus hijos, tal como publica el diario El País, en general los padres de las criaturas de las parroquias, escolanías o de los grupos de escucha lo veían en buenos ojos y ninguno lo cuestionaba.
El testimonio de las víctimas
El Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, es el encargado de llevar a cabo una investigación de la pederastia y los abusos sexuales en la iglesia española, recogiendo centenares de casos en los últimos meses. Algunas de las víctimas de Vendrell también le han hecho llegar a su testimonio. En Catalunya Ràdio, Lluís Grau, uno de los niños abusados sexualmente, detalla su experiencia: "Siempre muy moderno y avanzado, aquel día dice: 'Si pongo a todos los críos detrás de una sábana con un agujero y sacan el pene, los conozco en todos.' Y digo, ahora alguien le saltará al cuello a estrangularlo... Nadie, ninguno de nuestros padres dijo nada", también como en un viaje que organizó el pederasta en Roma en 1970, fue abusado prácticamente cada día, a la hora de la siesta: "Todo el mundo tenía que ir a su dormitorio, menos yo, que iba al de él. Allí te tocaba lo que le venía bien. Evidentemente, pantalones y calzoncillos fuera. Te besaba la boca, que es lo que te deja el recuerdo más fijo, que parece que compartimos todas las víctimas."
Vendrell, muy bien valorado entre las familias de las iglesias en que ejerció, también trabajó en el grupo escucha Aurèli Escré, vinculado a la parroquia de San Tomás d'Aquino, donde lo han denunciado una decena de víctimas. Entre ellas, Leopoldo Lluc, que asegura que si bien algunos padres lo llegaron a denunciar, el resto le dieron apoyo: "El padre de uno de los niños lo fue a denunciar al obispado, otros a la policía... Y automáticamente estos niños se marcharon del agrupamiento. Nadie sabíamos por qué se marchaban del agrupamiento. Para nuestros padres el cura era un ídolo".
Las justificaciones del arzobispado para no abrir una investigación
Después de haberse hecho pública la denuncia, la archidiócesis de Barcelona dirigida por Joan Josep Omella ha indicado al diario El País que todavía no han abierto ninguna investigación. Eso choca con las reglas del Vaticano del 2020 para acabar con este encubrimiento de los abusadores sexuales dentro de la Iglesia católica, mientras que desde Barcelona justifican su inacción delante de lo que sería un depredador sexual porque las víctimas no han acudido a denunciarlo al obispado, negando su credibilidad: "Ningún estado de derecho en democracia permite la delación anónima, es decir, la denuncia sin que conste el denunciado; tampoco lo permite el Derecho canónico. En caso contrario, nos encontraríamos ante un sistema político y social totalitario, sin libertad, en que los ciudadanos vivirían con temor constante a ser denunciados anónimamente y sin defensa efectiva", ha respondido el arzobispado al medio, ante su petición de información.
Aunque la vía judicial está descartada, ya que el violador murió en el 2004, las víctimas han decidido denunciarlo públicamente y al Defensor del Pueblo, en algunos casos 50 años después de que abusaran de ellos. Además, dejan claro que no quieren una indemnización, sino denunciar el encubrimiento del Obispado y que se les reconozca como víctimas, hecho que les permitiría acceder a atención psicológica.