Después de pasar unos días en Minsk, la capital de Bielorrusia, hace falta investigar un poco más para conocer la otra realidad del país. El 77% de la población vive en las ciudades mientras que el 23% lo hace en zonas rurales. Por este motivo se pueden cruzar grandes tramos de carreteras sin encontrarse con nadie. Pero vamos por partes.
Las ciudades más importantes, como Grodno, Brest y Gomel, están bien conectadas con la capital con trenes y autobuses. Y de hecho, si lo que se quiere es moverse por pueblecitos pequeños de la zona, hay minibuses muy económicos que van a la velocidad de la luz por cualquier carretera.
Ahora bien, si la intención es cruzar el país, alquilar un coche puede ser una de las opciones más viables (y relativamente fáciles). Con el objetivo de llegar hasta Brahin, esta fue la elección que tuvo más cuórum. Brahin es una ciudad de 3.700 habitantes de la provincia de Gomel –en el sur del país–, centro administrativo de la región de Brahin y situada a poco más de una hora de Chernóbil. De hecho, como resultado de la catástrofe nuclear, esta población se vio gravemente contaminada y más de 1.651 familias abandonaron la zona.
La ruta más rápida son casi cuatro horas de ida y cuatro más de vuelta y más de 700 km, pero durante el camino también hay ciudades donde vale la pena detenerse. Es el caso de Babruisk, más o menos a medio camino. La ciudad ocupa unos 66 km2 y tiene más de 450 calles. Conocida por su industria y maquinaria, es una de las ciudades más antiguas del país.
Siguiendo hacia el sur nos encontramos con la ciudad de Mazyr y centro administrativo de su región, en la provincia de Gomel –se encuentra, exactamente a 133 km de la ciudad de Gomel y a 220 km de Minsk. En Mazyr se encuentra el puerto de Pjov, en el río Pripiat, el más importante de Bielorrusia. Como la mayoría de pueblos y ciudades, Mazyr también tiene su estatua de Lenin. De hecho, es bastante extraño encontrarse con un municipio sin esta característica plaza.
Pero la ruta hasta Brahin continúa. Carreteras vacías, llenas de ríos, lagos estancados, algunas granjas, grandes extensiones de trigo y varios animales, sobre todo pájaros. En las autopistas o vías rápidas –gratuitas– es frecuente encontrarse pasos de cebra separados por unos cuantos kilómetros. Eso provoca una conducción muy activa porque sin previo aviso, se modifica el límite de velocidad. Además, también hay vendedores ambulantes surgidos de la nada, situados al margen de la carretera, que venden paraguas, maíz o cualquier cosa que se pueda necesitar en medio de la carretera.
Además, también es normal ver paradas de autobús de la época soviética a lo largo del recorrido. Normalmente, la gente prueba suerte y se espera hasta que pasa alguno de los buses locales o bien hacen autostop.
Finalmente, Brahin. Una ciudad reconstruida con parques, edificios renovados, casas... y una majestuosa plaza Lenin, y al lado un monumento para recordar la catástrofe nuclear de Chernóbil. Y nos desviamos un poco.
Nos vamos hacia Potashnya, un pequeño núcleo de casas con calles sin asfaltar y tejados de amianto. Los tejados de amianto son un hecho recurrente en el país. La mayoría de municipios tienen casas con tejados de este tipo y un pequeño huerto, donde cultivan hortalizas, verduras y frutas. En estos pueblos también es muy habitual encontrarse Ladas de hace unos años.
En Potashnya, en cambio, solo hay cuatro casas de madera, y un par o tres comidas por la vegetación. Algunas babushka –abuelas, en ruso– se asoman interesadas. No se ven coches en el pueblo. No hay alumbrado público, ni bancos, ni contenedores. La otra Bielorrusia.