La vida en una cámper parece idílica. Una salida del sol con vistas, unos vinitos en las montañas... vivir en una furgoneta camperizada o una caravana puede parecer una vida de sueño y libertad en la carretera. Kilómetros para recurrir a tu ritmo e investigaciones de lugares y ciudades.
El coronavirus ha puesto todavía más de moda esta manera de viajar, ya sea para un fin de semana o por un viaje largo de meses alrededor. Sin embargo, podría ser no tan idílico como parece. Este estilo de vida aparentemente despreocupado podría comportar una serie de problemas únicos. Hay que compartir habitáculos realmente estrechos y pequeños, alejados de redes de apoyo y además, hay que luchar contra el aburrimiento y desafíos logísticos, como por ejemplo, no poder ducharse en un par de días o bien quedarse aislados en medio de una tormenta de nieve.
¿Cómo es vivir en una cámper?
Y a todos estos desafíos, ahora se suma la covid y las restricciones que ha comportado su aparición. Una cosa que conocen muy bien Peer y Shanon (@minipensioen) que empezaron su ruta en noviembre del 2020. En conversación con ElNacional.cat explican que cuando todo estaba cerrado a los Países Bajos –país de donde son– decidieron salir en ruta. "Empezamos por Suecia, que era el último país donde podíamos entrar sin demasiadas restricciones". Hacía muy frío, en algunos momentos 30 grados bajo cero y eso comportó algunos problemas porque no se podían echar demasiadas actividades. En este caso, no tanto por el coronavirus, sino por el tiempo. A pesar de todo, detallan que estuvieron muy a gusto los cerca de dos meses y medio que se pasaron, rodeados de auroras boreales y vistas espectaculares.
Después quisieron ir hasta Noruega, donde inicialmente tuvieron algún problema para entrar. Sin embargo, después de una PCR negativa y 10 días en un hotel para hacer la cuadragésima obligatoria, se le pasaron dos meses. Resaltan que estuvieron bien en el hotel para cambiar de aires. Treinta y seis horas de ferri después ya circulaban las Islas Feroe, también con restricciones de entrada y cuarentena obligatoria. La siguiente destinación, fue Islandia, donde insisten en que las medidas contra la covid eran muy restrictivas. Después de volver a los Países Bajos para preparar el próximo viaje, ya hace siete semanas que están por Turquía después de haber pasado por Croacia, Montenegro, Albania o Grecia. Y por ahora, no tienen intención de volver.
Tener el baño en el comedor
Aunque pueda parecer muy idílico y fantástico y a pesar de estar "muy contentos" de la vida que llevan, también subrayan algunas dificultades. "En invierno pasas mucho tiempo en el interior de la caravana, en Escandinavia estábamos a 30 grados bajo cero, por lo tanto, también tienes que tener un interior cómodo y agradable porque pasas muchas horas". En un mismo espacio de 7 metros cuadrados tienen una cama, lavabo, cocina y sala de estar. "A veces, si no queremos estar juntos, yo estoy mirando Netflix y él está jugando a algún juego", comenta Shanon. "Puedes hacer dos zonas". Sin embargo, hay algo que no se puede evitar y es que el lavabo está en el comedor. "Te acabas conociendo muchísimo", sonríe en Peer, que añade que "vivir en una caravana es el mejor test para una relación".
"Dentro no tenemos ducha, está fuera, por lo tanto durante los meses de invierno que estuvimos por Escandinavia, no la pudimos utilizar". Sin embargo, remarcan divertidos que se ducharon en los campings. "Ahora nos duchamos fuera", continúa Shanon, "pero siempre tienes que ir con el bikini puesto. Algunas veces tienes un buen espacio, aunque no deja de ser extraño estar desnudo".
Poca privacidad
¿Sin embargo, qué pasa cuando eres una familia? La cosa a veces puede complicarse. "Vivir en una furgoneta es la aventura más maravillosa que hemos vivido hasta ahora", destacan Justyna y Krystian (@the_slowlifers). Ahora bien, también insisten en que a pesar de las ventajas, también hay inconvenientes. "Somos una familia de tres y el obstáculo más importante es el espacio reducido cuando el clima no es muy bueno. Mi marido está trabajando de manera remota y cuando hace mal tiempo, tenemos que buscar fuentes de energía alternativas que no sean la solar", detalla la Justyna. Así, también dice que les cuesta encontrar "lugares tranquilos y agradables para pasar la noche", aunque en general, la experiencia es positiva.
Peer comenta que hace 17 años que están juntos y que se conocen muy bien. "Sabemos cuándo dejar espacio al otro". Los dos coinciden, pero que lo peor de la vida en una caravana es "la peste cuando tienes que ir al lavabo dentro" y "la poca privacidad". Shanon pone énfasis en las reservas de agua, que también se tienen que controlar. "Tienes que pensar en lavarte las manos, los dientes, fregar los platos... siempre se tiene que tener presente cuándo podrás volver a llenar el depósito". Y también, cómo no podría ser de otra manera, cuando podrás vaciar el lavabo. Recuerdan, claro está, que al final "tienes que hacer las mismas cosas que harías en casa. No sólo son vacaciones, tienes que lavar, fregar, organizar... se tiene que tener muy en cuenta".
Preguntados por como empezó todo, relatan que en el 2018 hicieron un viaje de 7 meses que se les hizo corto. Alquilaron su casa y fue "increíble". Ahora bien, tuvieron que volver porque todavía tenían trabajo. "Queríamos más, queríamos saber qué se sentía marchando y volviendo cuando quisiéramos o cuando nos sintiéramos preparados". Este fue el momento en que decidieron venderse la casa y todo lo que tenían dentro y ahora todavía están en ruta. "Primero queríamos coger unos vuelos, pero después optamos por la caravana. No era nuestra primera opción, pero estamos muy contentos, muy felices".