Augusto tiene 62 años y este martes perderá su trabajo. "Tenía un contrato temporal de tres meses y la empresa no lo renovará", asegura este conductor de un VTC que opera a través de la aplicación Cabify. Este hombre llevaba años encadenando contratos de media jornada trabajando de comercial o de atención al público hasta que encontró la oferta de la compañía Forever Tour Dreams. "Los salarios no son de los peores y es la primera empresa con la que he firmado un contrato de cuarenta horas", explica.

Este trabajador pasó satisfactoriamente los primeros tres meses de prueba y en febrero tenía que renovar su vinculación con la compañía. Sin embargo, el acuerdo para establecer un tiempo mínimo de precontratación de 15 minutos y prohibir la geolocalización para los VTC ha diluido esta posibilidad. "A mi edad, intentaré trabajar en una autoescuela o sino aprovecharé para marcharme fuera", señala Augusto, que tiene muy claro que si pudiera seguiría trabajando de conductor.

"Echo de menos llevar clientes. Es toda una experiencia", señala Farouk. Este conductor dejó a su mujer y su hija pequeña en Almería para ir en busca de mejores oportunidades en Barcelona. "Allí llevaba una mala vida. Vine aquí para encontrar un trabajo con el que poder alimentar a mi hija", explica.

Al llegar a la capital catalana, el hombre consiguió trabajo de conductor de VTC y se alojó en casa de sus suegros durante un tiempo. Gracias a la ayuda de unos clientes de Cabify con quien coincidió en algunos de sus trayectos, Farouk encontró una habitación de alquiler, donde todavía reside.

Su contrato caduca el próximo mayo y si el acuerdo sigue adelante, la empresa ya le ha comunicado que tendrá que abandonar la compañía después de cuatro meses en plantilla. "No se qué haré. Tendré que buscarme la vida para poder enviar dinero a mi familia", lamenta.

Uno de los conductores con más experiencia en empresas de VTC es David Torres. Este trabajador que opera a través de Cabify desde hace tres meses, antes había formado parte de la plantilla de Uber. "Cambié la vida de monitor de fitness y zumba para conseguir una mejora salarial", explica.

El contrato de Torres fue uno de los últimos que renovó la compañía antes de que estallara la huelga del taxi. "No podemos vivir con miedo de ir a trabajar. Tenemos que luchar por nuestros derechos", señala el hombre, uno del millar de asalariados que la compañía Vector Ronda pretende despedir si sigue adelante el acuerdo.