Sí, de acuerdo: el Parlamento Europeo ratificó hace nada que a partir de 2035 no podrán venderse coches que generen emisiones de dióxido de carbono de origen fósil a la atmósfera y eso fue saludado por muchos de los que no se leen nada acerca de aquello sobre lo que escriben como el fin del coche convencional y el advenimiento por decreto de la movilidad eléctrica, pero ya explicamos por aquí que no, que tal cosa no era cierta. Lo que sucede en realidad; y eso si nadie lo remedia –que al final hay muchos que en eso andan-; es que, a partir de 2035, sólo se podrán fabricar vehículos eléctricos o, y es importante éste matiz, vehículos preparados para funcionar con motores de combustión que admitan combustibles sintéticos o, también, hidrógeno verde. Ahora, y suponemos que ante la gran cantidad de tonterías escritas, emitidas y leídas durante estas semanas, los gobiernos de Alemania e Italia toman cartas en el asunto.
Giorgia Meloni y el ministro de transporte alemán
La primera en hablar ha sido Giorgia Meloni, que adelantó en una entrevista lo que todos sabemos: si se dejan de fabricar motores de combustión en 2035, los europeos y los americanos lo pasaremos mal y los italianos, alemanes y españoles, peor todavía, porque en los tres países la industria automotriz es pieza clave de la economía. A los pocos días, y en Bloomberg, el ministro alemán de Transporte, Volker Wissing, abundaba en el particular y, directamente, hablaba ya de los combustibles sintéticos: “los necesitamos para operar de forma neutral ya que no hay otras alternativas reales para que el parque automovilístico sea neutro”. Polonía y Hungría, también con muchos trabajadores empleados en la industria automotriz, se han sumado ya al planteamiento, pero desde el Gobierno de España nadie dice nada.
¿Y las marcas y las petroleras?
Por suerte, ésas sí hablan. Repsol, la petrolera española, trabaja ya en el desarrollo de este tipo de combustibles, Toyota y Porsche redoblan planes alternativos que incluyen motores de hidrógeno como los que ya ha testado Rolls Royce y propulsores convencionales aptos para combustibles alternativos. En BMW, mientras, van a continuar desarrollando motores de combustión y lo hace porque están convencidos de algo: cuentan con que, de aquí a 2035, dispondremos de combustibles alternativos a la gasolina o el gasóleo tradicional que no generarán al arder emisiones de CO2 de origen fósil. ¿Hablamos del biodiesel o del bioetanol? Exactamente, no, pero sí de combustibles muy parecidos. Las principales petroleras trabajan ya en combustibles de este tipo.
¿Hacia dónde?
De aquí a 2035 quedan doce años y, en doce años, se antoja complicado que se solucionen los problemas que impiden que el coche eléctrico despegue. No son otros que su elevado precio, la degradación de las baterías (en diez años quedan prácticamente inservibles) y el laberinto burocrático que, al menos en España, hay que superar para obtener alguna de las subvenciones que concede el Estado para adquirir estos coches. De aquí a 2035 pueden pasar muchas cosas así que, que no cunda el pánico porque los coches que se vendan antes de esa fecha podrán seguir siendo convencionales, híbridos, semihíbridos o híbridos enchufables y, después, algo tendrán que vender en las gasolineras para que sigan funcionando. Y, si no, los gobiernos de Italia, Alemania, Polonia y Hungría nos solventarán la papeleta, que de Teresa Ribera, al menos en esta línea, poco vamos a ver.