En casa lo utilizamos para limpiar bien las baldosas, pero tiene muchos otros usos. Nos referimos, por supuesto, al amoníaco, un viejo conocido de la industria química que se empezó a producir industrialmente a principios del siglo XX y que los humanos llevamos usando desde época romana. Ahora, está todo listo para que protagonice la que se pronostica será la próxima revolución de los combustibles. Los sistemas de propulsión eléctrica se revelan, cada día más, como mera moda o, incluso, broma de mal gusto.

¿Amoníaco como combustible?

Con Italia y Alemania, los dos países que junto a Francia dominan el mercado europeo del automóvil, convencidas que el límite impuesto por la UE para vender coches con motor de combustión que no utilice combustibles neutros es un disparate, el amoníaco presenta su candidatura para convertirse en alternativa. El hidrógeno, a priori, era el producto químico mejor posicionado para sustituir a las gasolinas y gasóleos convencionales, pero en la carrera se han posicionado –de la mano e Toyota y Porsche- excepcionalmente bien los combustibles sintéticos, que podrían llegar a producirse con costes inferiores a los dos euros por litro. El amoníaco, mucho más barato de producir que el hidrógeno y con energía acumulada suficiente como para ser liberada en una combustión, se prefigura también como posibilidad.

 

Múltiples ensayos

El amoníaco no se utiliza actualmente para mover motores de coches, motos o camiones, pero sí se han hecho pruebas en locomotoras y barcos como, por ejemplo, en neozelandés MMA Leveque, que alcanza los 75 metros de eslora. Entre las ventajas del amoniaco figura que se almacena más fácilmente que el hidrógeno, que acumula más energía en el mismo volumen –hasta 70 veces más-, pero también es poco eficiente y resulta tóxico para los humanos. En los años 40, cuando no había gasolina disponible en el país, el amoniaco se usaba en Bélgica mezclado con carbón para propulsar autobuses. En Japón, mezclado con queroseno, mueve turbinas y hasta la NASA ha desarrollado ensayos en aviones con el amoniaco como protagonista.

En Zaragoza

Los ensayos para utilizar amoníaco como combustible están realizándose también en España: el Grupo de Procesos Termoquímicos del Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón (I3A) de la Universidad de Zaragoza investiga ya de hecho para usar el amoniaco en procesos de combustión con un nivel de emisiones mínimo. Reducir las emisiones es clave, porque el amoníaco produce al quemarse óxidos de nitrógeno que generan lluvia ácida y smog fotoquímico.