En Brasil, tonterías las justas: lo demostraron hace unas semanas cuando detuvieron a los 1.500 bolsonaristas que, en un intento de golpe de estado tumultuario, asaltaron el Palacio Nereu Ramos, sede del Congreso de aquel país, lo volvieron a evidenciar cuando decretaron prisión preventiva para más de 350 de ellos pocos días después y lo han vuelto a dejar claro este 3 de enero con la expeditiva solución que acaban de darle al problema que planteaba el portaaviones Sao Paulo, un navío botado en 1959 que prestó servicio en la Marina Nacional Francesa con el nombre de Foch hasta que Brasil lo compró en 2001 y que ha acabado en el fondo del mar. Los brasileños lo han decidido así porque, al contener el barco una indeterminada cantidad de amianto –se habla de hasta 45 toneladas- nadie quería hacerse cargo de él para desguazarlo. Bolsonaro, que anda por Florida estos días y acaba de pedir un visado de turista, haría bien en pensárselo dos veces antes de volver a su país.
¿Por qué era un problema el viejo portaaviones?
Cuando se botó en 1959, el hasta hace nada portaaviones Sao Paulo se llamaba Foch, en honor del mariscal héroe de la I Guerra Mundial era uno de los navíos más modernos de la época. Con 265 metros de eslora, 8,6 de calado, 51,2 de manga y capacidad para 15 cazabombarderos y 11 helicópteros, se construyó según criterios hoy inaceptables, puesto que incluía revestimientos de amianto para prevenir incendios, Oficialmente, los inspectores brasileños calculaban que la cantidad rondaría las 10 toneladas, pero se sospechaba que podían ser más: el Clemenceau, portaaviones francés idéntico al Sao Paulo, incluía según Francia 45 toneladas. Con todo, la empresa de desguaces turca Sök Denizcilik – el Príncipe de Asturias español se ha desguazado también en Turquía- compró el barco por unos dos millones de euros, pero durante medio año ha vagado por los mares a la espera de que algún puerto lo aceptase para proceder al desguace, algo que no ha sucedido.
Al fondo del mar
Finalmente, la Marina de Brasil ha tomado una decisión: visto que el barco no iba a ser aceptado por ningún país y que no podía seguir en alta mar indefinidamente, tomó la determinación de hundirlo a 350 km de la costa brasileña. A última hora, la ministra de Medio Ambiente brasileña, Marina Silva, intentó paralizar la decisión, pero los jueces no estimaron su petición de medidas cautelares al considerar que la Marina de Brasil había sopesado “adecuadamente” el impacto ambiental del hundimiento de un barco que presentaba varias vías de agua. Desde este miércoles, el Sao Paulo está en el fondo del mar.