Aunque el IPC cerró 2022 por debajo del 7%, los precios de los alimentos siguen por las nubes y, en un año, los alimentos han subido un 15,3%. Eso ha tenido efectos negativos en el consumo, ya que las familias consumen menos carne, menos lácteos y menos verdura y fruta frescas. ¿Abre el encarecimiento constante de todos estos productos la puerta a productos de menor calidad o sucedáneos sintéticos más fáciles y baratos de producir?
Las cifras asustan
El 25% de las familias españolas admite que compra menos verduras y hortalizas frescas y otro 29% ha reducido la compra de fruta. El consumo de lácteos es menor en un 23,3% de las familias y un 37.4% de estas asegura consumir menos carne de cerdo. Otro 28,5% afirma que compra menos carne de pollo. En lugar de estos productos, las familias consultadas admiten que han optado por productos de menor calidad. Los datos proceden de una encuesta realizada por Facua-Consumidores en Acción.
¿Puerta abierta a los sucedáneos?
Los datos, que podrían agravarse cuando se trasladen a los precios los efectos del impuesto al plástico, abren la puerta a sucedáneos e, incluso, a elaboraciones sintéticas que pueda reemplazar a alguno de los productos que más se encarecen. La harina de trigo ha experimentado incrementos notabílismos que llevan a diferentes organizaciones a movilizarse y la carne no parece que vaya a abajar. En paralelo, los anuncios de empresas que elaboran productos que pueden reemplazar a las hamburguesas tradicionales y hasta otros productos cárnicos como el foie son constantes. También, por supuesto, se desarrollan leches sintéticas y harinas con materias primas diferentes a los cereales y se las califica como aptas para consumo humano. Veremos en qué acaba todo.