Pocas cosas hay –para la mayoría, vaya- que hagan tan feliz como una onza o una taza de chocolate y, seguramente por eso, cada año se consumen en todo el mundo 8,5 millones de toneladas de un alimento que, si forma parte de nuestra dieta, es gracias a que hace más de 500 años los Reyes Católicos decidieron financiar el viaje de Cristóbal Colón. En España, pese al papel clave que tuvo nuestro país en la introducción del chocolate en Occidente, sólo somos los décimos en consumo anual, con 5,7 kilos por habitante y año. Suizos y belgas, más civilizados en esto sin duda, casi nos doblan en consumo de chocolate, pero ¿por qué este alimento gusta tanto a quien le gusta?
Se funde en boca
En parte, tiene que ver con una propiedad singular: la de fundirse ligeramente cuando se degusta gracias, y así lo han explicado científicos de la Universidad de Leeds, a que ese aproximadamente 25 o 30% de grasa que contiene se combina con nuestra saliva y forma una película que recubre nuestra lengua al tiempo que las partículas de cacao se liberan y generan una sensación tactilogustativa inigualable.
Lengua mecánica
Para medirlo, los investigadores utilizaron un dispositivo mecánico que imitaba las condiciones anatómicas de una lengua real y comprobaron justo eso. Al hacerlo, acababan de descubrir el secreto: ya sabían por qué, siempre que tenemos chocolate en la boca, notamos esa sensación de suavidad incomparable que ningún caramelo ni crema iguala.
El estudio está publicado en la revista ACS Applied Materials and Interface y los chocolates que utilizaron tenían todos más de un 70% de cacao y más de un 24% de grasa. Su ensayo, pronto, se va a aplicar a otros alimentos que funcionan dinámicamente igual que el chocolate cuando se degustan en boca: pasando de sólido a emulsión. ¿Sabes cuáles son? Te lo contamos: el queso, el helado y la mantequilla. Seguro que, si eres de los que creemos que, sin chocolate, la vida sería peor, también te gustan los tres.