Las baterías tienen un problema muy grave y, mucho más aún, desde que se utilizan para propulsar coches: se degradan. ¿Te imaginas gastarte 40.000 euros en un coche y encontrarte que, tras diez años de uso, sólo te ofrece 150 kilómetros de autonomía en lugar de los casi 400 de los que te hablaban antes de comprarlo? Pues eso, precisamente, es lo que sucede ahora. Por eso, el número de científicos que intentan descubrir una manera de solucionar ese problema crece cada año. Uno de los que más éxito ha tenido recientemente es un equipo de la Universidad de Chicago.
¿Qué han logrado?
Lo cuentan en un estudio que acaban de publicar en la revista científica Joule: han descubierto que la degradación de los cátodos de la batería es una consecuencia del deterioro que provoca la expansión y contracción de electrodo. Cuando se trabaja con un metal muy ligero como el litio, que ofrece una alta relación entre peso y densidad de energía, la acumulación de ciclos de carga y recarga hace que se generen daños físicos que lastran el funcionamiento de las baterías hasta hacerlas prácticament inservibles.
¿Cómo se soluciona?
El resultado de la investigación desvela que la variación en la arquitectura de diferentes áreas de la batería es lo que fomentaba muchos de los cambios estructurales. La corrosión del electrolito ocurre con mayor frecuencia en una delgada lámina que recubre la superficie del cátodo y, por ello, lo que conviene es desarrollar redes estructurales distintas capaces de prevenir la degradación de los contactos con los materiales activos. sea como fuere, y en lo que al consumidor se refiere, la conclusión es clara: si has de comprar un coche, piénsatelo dos veces antes de optar por uno exclusivamente eléctrico si no quieres tener que cambiar de vehículo cada diez años. Otra opción, siempre válida, es el renting, pero eso implica aceptar lo que llevan años repitiendo los apóstoles de la buena nueva: llegará un día en el que no tendremos nada y seremos felices. O eso dicen, vaya.