Este 2022 que acabamos de cerrar ha sido un mal año para el sector del motor: se han matriculado sólo 813.396 coches, lo que supone un 5,4% menos que en 2021, y, de ellos, menos de un 4% son exclusivamente eléctricos, lo que equivale a menos de 40.000 unidades. Un desastre, sin duda, si tenemos en cuenta que las previsiones más halagüeñas pronosticaban que un 13% de los coches que se venden en nuestro país serían eléctricos al acabar 2022.

 

¿Cómo puede ser?

Las razones son múltiples y una, quizá la más importante, tiene que ver con la escasa reputación que los coches eléctricos han conseguido entre el gran público. Hoy, no hay nadie ya que no sepa que las baterías se degradan y que los vehículos que prometen autonomías de 300 o 400 kilómetros verán éstas sensiblemente reducidas en breve por un dificultad técnica insalvable de momento. Otro factor que lastra las ventas de este tipo de coches es su precio, superior casi siempre a los 35.000 euros, cuantía que queda muy lejos de la capacidad de compra del español medio. Hace menos de cuatro años, un coche de gama media-alta con motor de combustión como, por ejemplo, un Jeep Compass salía por unos 18.000-20.000 euros y hoy, una versión MHEV, ronda los 40.000 euros. También conviene tener en cuenta como elemento que disuade a la hora de adquirir un coche eléctrico el laberinto burocrático en el que el Gobierno ha convertido el Plan Moves. Quien compra un coche eléctrico, además de tener capacidad de endeudamiento, debe convertirse ahora en un  experto tramitador de subvenciones y eso, en un país al que se ha acostumbrado durante años a pagar en los concesionarios el precio del coche menos la subvención fija, es muy dificil de entender. Por último, no hay que olvidar el insuficiente parque de cargadores públicos.

¿Qué se puede hacer?

Pues muy sencillo: abordar uno por uno cada problema reseñado y darles, desde la Administración, respuestas asumibles por un comprador medio que no dispone ni del dinero necesario ni de las infraestructuras propias para sacarle todo el beneficio a un coche eléctrico. El Plan Moves, si se mantiene, debe simplificarse, la red de cargadores se debe ampliar y las baterías (o lo que sea) deben ser de verdad eficaces. Hoy, podemos asumir que nuestra nevera durará quince años como mucho, pero poner a un coche un límite de vida útil inferior a los veinte años es inasumible. O se hace todo eso, o se suben los sueldos por decreto y eso, lamentablemente, es imposible. Mientras no se haga todo o parte de lo indicado, la revolución verde de la movilidad, quedará como lo que hoy es aún: un deseo.