Que los coches eléctricos no serán los únicos que circularán en 2040 por las carreteras españolas está ya claro, pero lo que nadie sabe es cuánto puede llegar a costar el litro de carburante –sólo se podrán comercializar, en principio, combustibles neutros en emisiones- a quienes decidan seguir utilizando vehículos con motor de combustión. Fabricantes como Porsche hablan de producir combustibles sintéticos a dos euros el litro, pero a esa cantidad hay que sumarle el coste de la distribución y el margen de beneficio. Ahora, y en medio de un contexto que se modifica cada semana, la Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos exige a las administraciones ”certidumbre regulatoria” ya que, explican, sin ella no será posible “alcanzar precios competitivos”. Sea como fuere, parece complicado que baje de los tres euros.

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Inversiones

Según la citada organización, el establecimiento de un marco regulatorio definido para estos carburantes es condición sine qua non para que se puedan abordar las inversiones “milmillonarias” que van a ser necesarias para desarrollar “a escala industrial” unos combustibles en los que ya trabajan todas las grandes petroleras. Por supuesto, dichas inversiones no se van a acometer si desde la UE no se garantiza que, de aquí a cinco o diez años, no vaya a haber un replanteamiento que convierta a cualquier vehículo con motor de combustión en anatema.

¿Qué pasa con los biocombustibles?

La Asociación de Operadores de Productos Petrolíferos exige también que los biocombustibles, que también son neutros en emisiones, no se citen en el borrador de normativa que maneja la Comisión Europea y que contempla, por ejemplo, que todos los vehículos convencionales que se quieran comercializar a partir de 2035 deban contar con un sistema que indique que consumen combustibles sintéticos neutros y otro que impida arrancarlos si usan gasolina o gasóleo, que sólo se reservarán para coches matriculados antes de esa fecha.  El litro de combustible sintético neutro podría rondar en 2030 los 3 euros en gasolinera según los cálculos más optimistas de entidades como Transport&Environment, pero los biocombustibles, que se fabrican con residuos procedentes, por ejemplo, de la industria agroalimentaria, serían más baratos.  El elevado precio de los combustibles sintéticos tiene que ver con el alto consumo de energía que exige su producción. Con ello, el coche de combustión se convertirá casi en artículo de lujo y la consecuencia primera será un notable envejecimiento del parque móvil, dado que el precio de un coche eléctrico supera habitualmente los 30.000 euros y queda lejos del poder adquisitivo del ciudadano medio.

Sin un marco legal firme, nada será posible

Con todo, el principal problema para los fabricantes de automóvil, las petroleras y los ciudadanos es el criterio cambiante de las administraciones en relación a los coches de combustión y, por supuesto, la escasa disponibilidad de infraestructuras eléctricas de recargas. Y eso, por no hablar de las consecuencias que, en términos de empleo, puede tener un terremoto como el que generará convertir el coche de combustión en un producto de lujo. Los eléctricos baratos, y basta con echar un vistazo a portales como quecochemecompro.com, son en su mayoría asiáticos y en Europa, las plantas que se electrifican ya pierden empleo: ahí está Ford Almussafes demostrándolo. ¿De verdad están seguros de que eso de “no tendrás nada y serás feliz” va a funcionar? De todos modos, seamos optimistas como dicen los Niños Mutantes, aquel grupo granadino de los 90 que cantaba aquello de Todo puede ir mejor, pero nunca se sabe cuándo y remataba su vaticinio con un contundente podemos hacernos viejos, esperando ver el cambio.