Seguramente, es una de las cosas más horribles que cualquier padre puede imaginar: estás durmiendo y, de repente, te despiertas y oyes a alguien hablándole a tu niño pequeño, que duerme en la habitación de al lado. Por supuesto, te levantas corriendo y descubres estupefacto que lo que sucede es que hay un fulano (o fulana) diciéndole cosas al crío a través del micrófono que incorpora esa cámara de videovigilancia tan chula que te convencieron para comprar. El niño, por supuesto, ajeno a todo, duerme o, en el peor de los casos, está despierto y llorando. ¿Quién tiene la culpa? Tú, por supuesto; pero, si aún no te ha pasado, no te preocupes, vamos a explicarte qué puedes hacer para evitarlo si eres de los que consideran que esas cámaras que no existían cuando nosotros éramos pequeños y sin las que nuestros padres lograron que llegásemos a ser adultos (más o menos) de provecho son imprescindibles.

cámara bebés
 

Medidas de seguridad

Lo primero, por supuesto, es escoger un fabricante fiable que destaque por las medidas de seguridad que incluye en sus dispositivos. Por suerte, gracias a la tecnología, podemos contrastar lo que el propio fabricante dice de sí mismo (publicidad) con lo que explica la prensa especializada (información) o los propios usuarios (opiniones). También es interesante, por supuesto, que escojas un modelo que no permita la comunicación remota mediante una aplicación. Si has de usar contraseñas, emplea una difícil de adivinar y, además, emplea la doble verificación. Por supuesto, no debes olvidarte jamás de revisar periódicamente los registros del monitor, ya que no hay mejor manera de detectar intrusiones.

¿Cómo se piratean estas cámaras de videovigilancia?

Pues, en realidad, de la misma manera que cualquier otra: conociendo la contraseña o forzándola. Los motivos para secuestrar una cámara de este tipo son muchos: desde saber a qué horas dormís o cuando no estáis para planear un robo a asustarte diciéndote que van a secuestrar a tu hijo o, simplemente, pasar el rato haciendo algo tan indecente como asustar a un niño, primero, y a sus padres, después. Lo mejor, además de preguntarte si de verdad necesitas esa cámara de videovigilancia es avisar al niño: basta con sentarse un día con él (si tiene ya edad) delante de la cámara y decirle “mira, esto es para que veamos cómo duermes pero, si un día sale por ahí alguien que no seamos nosotros, cosa que no debería pasar, lo que hay que hacer es muy fácil: le sacas la lengua y te vienes corriendo a nuestra habitación y, luego, venimos los tres juntos y le explicamos cuatro cosas que, ya te lo adelanto, no le van a hacer gracia ninguna”. Por cierto, en Samsung ya están preparados para vendernos cámaras de estas con las que controlar a nuestros perros. Por suerte, como ellos son más listos, si por el monitor sale algún desgraciado sin nada mejor que hacer, seguro que lo solucionan con cuatro ladridos o, directamente, tirando la cámara al suelo