Con las herramientas de IA sucede lo mismo que con cualquier otra tecnología: puede ser beneficiosa o perjudicial en función de para qué se usen. Así, y entra las posibilidades múltiples que ofrece esta tecnología, figura (ahí es nada) la de hablar con muertos. Las aplicaciones que permiten este uso tienen hasta nombre: deadbots.

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¿Qué son?

En sí, nada más que un chatbot tradicional que se ha configurado con los parámetros de la personalidad de una persona fallecida. Hoy, programarlos es sencillo: basta echar mano de la huella digital que deja una persona al morir para que cualquier sistema lo suficientemente avanzado configure un chatbot capaz de interactuar de manera creíble con quien así lo desee. Existen ya hasta empresas que ofrecen estos servicios.

Deadbots
Deadbots

Alto riesgo

Sin embargo, este uso de la IA Generativa –conforme más se interactúe con el chatbot más creíble será hacerlo- ha sido calificado ya por investigadores de centros como la Universidad de Cambridge como “de alto riesgo”. Las aplicaciones de presencia post mortem puede, explican, generar daños psicológicos graves entre sus usuarios y, también, abrir puertas a nuevos modelos de estafa "Los rápidos avances en la IA generativa significan que casi cualquier persona con acceso a Internet y algunos conocimientos básicos puede revivir a un ser querido fallecido. Esta área  es un campo minado ético. Es importante dar prioridad a la dignidad de los difuntos y garantizar que esto no se vea invadido por motivos financieros, por ejemplo, de servicios digitales de ultratumba. Al mismo tiempo, una persona puede dejar una simulación de IA como regalo de despedida a sus seres queridos que no están preparados para procesar su dolor de esta manera. Los derechos tanto de los donantes de datos como de quienes interactúan con los servicios de inteligencia artificial después de la muerte deben salvaguardarse por igual, explica la doctora Katarzyna Nowaczyk-Basinska, coautora del estudio sobre estas aplicaciones que ha elaborado el Centro Leverhulme para el Futuro de la Inteligencia de Cambridge (LCFI).