Es imprescindible, es la segunda sustancia más consumida en nuestro planeta superada sólo por el agua y es el responsable del 8% de la huella de carbono que generamos, ya que la reacción química que permite producir los 4.000 millones de toneladas que consumimos al año produce CO2. Algo hay que cambiar, parece, pero no es fácil: hablamos del hormigón.

 

Más ventajas que inconvenientes

De acuerdo, no hay manera de eliminar la contaminación que genera producirlo, pero también hay que tener en cuenta que se fabrica con cemento y la tecnología que permite producir cemento es una de las más accesibles que existen, porque en cualquier lugar del mundo se pueden encontrar las materias primas que permiten producirlo. Además, es fácil de usar, muy seguro y muy barato; ya que, por ejemplo, en países punteros como Estados Unidos el cemento no ha visto incrementado su precio (si descontamos la inflación) desde 1900.Y, no: no hay nada que pueda reemplazarlo

¿Qué se puede hacer?

Emitir más CO2 a la atmósfera es malo, pero el hormigón es una de las herramientas que nos permiten controlar las consecuencias de los cambios en el clima que generan estas emisiones extra, ya que, sin él, no podríamos construir ni presas, ni diques ni puentes. Las alternativas son pocas: investigar para identificar posibles materiales de reemplazo, rehabilitar las estructuras de hormigón que ya existen y atenuar la expansión de nuestras ciudades y pueblos. ¿Decrecimiento? Seguramente, si a Eduardo Torroja, el más brillante de todos los ingenieros españoles que convirtieron la construcción con hormigón en arte, nos diría que no hay peor solución que esa. Larga vida, pues, al hormigón y un recuerdo para don Eduardo, por supuesto.