Gobernar es decidir y, cuando se decide, no se contenta a todos, pero presidir un país no es tarea para pusilánimes. Por eso, Rishi Sunak, primer ministro del Reino Unido, está aguantando firme el chaparrón que el ecologismo está haciendo caer sobre él después de que el Gobierno que preside haya dado el visto bueno a la mina de carbón más moderna (y sostenible) del mundo para que inicie labores en Whitehaven, al norte de Inglaterra.

 

Palabras van, palabras vienen

Los adjetivos groseros no han dejado de llenar páginas de diarios y minutos de informativos estos días en Gran Bretaña: para Tim Farron, hoy parlamentario raso del partido Liberal Demócrata, el visto bueno a la mina es una decisión “ridícula y terrible” que supone “un patético fracaso del liderazgo”. Desde el Partido Verde, Caroline Lucas calificó la decisión del Gobierno Británico de “crimen climático contra la humanidad y Alok Sharma, parlamentario conservador responsable de la organización de la COP26 en Glasgow y, por supuesto, sabedor de que hasta allí, como a la COP27, todo el mundo fue en avión quemando bien de queroseno, “abrir una mina de carbón no sólo será un paso atrás para la acción climática  del Reino Unido” si no que también “dañará su reputación internacional”

Empleo y futuro

Ni unos ni otros reparan en que Whitehaven es un antiguo centro industrial que lleva décadas viendo cerrar siderurgias y plantas químicas y que la mina creará 500 empleos de calidad que permitirán producir cada año más de dos millones de toneladas de carbón siderúrgico que se procesará con un impacto ambiental mínimo, ya que todas las labores de lavado y clasificación se realizarán en hangares cerrados. El Reino Unido, pionero de la minería del carbón en el siglo XVIII, se convierte así en la evidencia de que sí que hay futuro para un mineral que, todavía hoy, resulta imprescindible y que, si no se produce en Europa, deberá importarse de Indonesia, Australia, Colombia, China, Rusia o Vietnam.