Sin agricultura, la España interior estaría todavía más vacía aún y nuestra dependencia de países terceros como, en su día Ucrania, de donde importábamos cereal, crecería hasta límites inadmisibles pero, si lo que pretendemos es que nuestra agricultura permanezca, es necesario que trabajar el campo sea más rentable. Para ello, las placas solares pueden ser un valioso aliado. Hablamos, claro, de los sistemas agrovoltaicos.
¿Qué es la energía agrovoltaica?
Un complejo agrovoltaico es aquel que aprovecha una misma superficie de terreno para obtener energía solar y cultivar productos agrícolas. Se consigue, lo habéis adivinado, haciendo que los paneles convivan con los cultivos y con el ganado. Para lograrlo, hay múltiples soluciones: elevar las placas solares varios metros por encima del terreno, instalar los paneles en el techo de invernaderos o almacenes o, incluso, instalarlos sobre cables elevados móviles. De momento, sólo un 1% de los terrenos de cultivo de todo el mundo acogen complejos agrovoltaicos y eso, consideran los expertos, debería cambiar.
¿Por qué?
Las ventajas son múltiples: se ocupa menos terreno, se abaratan costes y se genera más necesidad de mano de obra. Los agricultores y ganaderos complementan sus ingresos con lo que obtienen de la producción eléctrica que no consumen y, a la larga, las administraciones podrían dejar de tener que subvencionar unas explotaciones que, hoy, son imprescindibles pero deficitarias. El problema, como siempre es el mismo: determinados colectivos se oponen porque consideran que el campo, en lugar de un espacio de producción, es algo así como un jardín que conviene preservar intacto. En España, lamentablemente, todavía no disponemos de una legislación que detalle como deben funcionar estas explotaciones mixtas.