En el 2030, dentro de 6 años, cerca del 25% de la población de Catalunya tendrá más de 65 años. Harán falta más profesionales gerontólogos y, si el modelo asistencial hoy vigente no cambia, también centros de día y residencias más grandes o, en su defecto, más equipamientos de esta índole. Hay, sin embargo, una alternativa: la atención domiciliaria profesional.
¿Solución idónea?
La atención domiciliaria permite que la persona en situación de dependencia no deba abandonar su entorno e instalarse en una institución. Mediante sistemas tecnológicos, se monitoriza a la persona en todo momento y, así, los profesionales médicos encargados de su cuidado pueden conocer a distancia su estado de salud, las condiciones de su domicilio y supervisar su medicación. Al tiempo, gerontólogos –o personal médico y de otro tipo- especializado visita periódicamente al enfermo, que puede recibir cada día comidas elaboradas según las indicaciones de dietistas o, también recibir apoyo para mantener su domicilio en perfectas condiciones, tanto en lo referido a la limpieza como al mantenimiento. En Gran Bretaña –y con el concurso de una empresa catalana- se habilitan incluso servicios de salud bucodental a distancia.
¿Qué se logra?
Al no abandonar su entorno, el usuario mantiene su red familiar y de amistades y su estado de ánimo general mejora, lo que tiene efectos beneficiosos en situaciones de comorbilidad (varias dolencias a la vez) habituales en personas de la tercera edad. El coste también es menor, ya que una persona que sigue viviendo en su domicilio no ocupa una plaza residencial. Incluso, hay beneficios a nivel urbanístico, ya que las personas mayores suelen vivir en núcleos rurales o barrios que, si todos o gran parte de los residentes de una franja de edad determinada son institucionalizados, podrían quedar vacíos o gentrificarse. ¿Es la atención domiciliaria una solución? Si se presta adecuadamente, sí.