Lo de la Inteligencia Artificial –o al menos esa encarnación (o lo que sea) de la misma que son los aplicativos conversacionales- es un no parar y, así, después de que ChatGPT lleve semanas trayéndonos a todos por la calle de la amargura, ahora Google se saca de la manga otra aplicación del mismo tipo llamada Bard.
Motor conversacional
Como ChatGPT, Bard es un motor conversacional y, del mismo modo que hace su predecesor, responde de manera formalmente más o menos correcta a cualquier pregunta que se le formule. Con ello, Google espera conjurar el riesgo de migración masiva de usuarios desde su buscador hacia la nueva herramienta. Bard se apoya, explican desde Google, en un modelo de lenguaje denominado LaMDA que la firma utiliza desde hace dos años, pero sin que hasta ahora se hubiese utilizado para articular un software conversacional.
Más de lo mismo
En sí, BArd no deja de ser otra versión de ChatGPT, pero tiene una ventaja: dispone de una base de datos mucho mayor que la de su adversario y, por tanto, puede ofrecer mejores respuestas. A eso hay que añadirle que, explican desde Google, precisa de una potencia de cálculo menor y que Google, además, dispone de servidores más potentes que ChatGPT, que carece en su base de datos de información anterior a 2020. Lo último que han hecho sus promotores, eso sí, es interesante: lo han integrado en Bing, el buscador que, se supone, es la alternativa a Google. ¿De verdad alguien cree que vamos a preferir hablar con un Chat, se llame como se llame, a buscar nosotros mismos las respuestas? Al final, con todo esto de la IA pasará lo mismo que sucedía en videoclubes y sucede aún en bibliotecas y librerías: el mundo se divide entre los que le piden a otro que busque por ellos y quienes, por la razón que sea, no queremos renunciar al placer de encontrar nosotros. Ya lo decía Enrique Bunbury: fácil es buscar y, también, fácil es no encontrar pero ¿no es eso lo fascinante?