La fabricación aditiva, también conocida como impresión 3D, es por su capacidad de atender necesidades concretas con precisión y agilidad una de las tecnologías que más desarrollo están alcanzando en los últimos tiempos. Elimina proveedores externos, reduce tiempos e incrementa la autosuficiencia. Por eso, para entornos en los que una rápida respuesta puede comportar, incluso, salvar vidas humanas, es una solución óptima. No debe extrañar, por tanto, que organizaciones como la US Navy jueguen a favor de la fabricación aditiva pero lo que sí que llama la atención es que, en lugar de con tecnología estadounidense, lo hagan con tecnología española.

Naval propeller 3
 

Impresión 3D en metal

De momento, el sistema funciona sólo en un buque y permite hacer reparaciones casi inmediatas mediante la impresión 3D de piezas de metal empleando un sistema desarrollado por Meltio, una empresa multinacional española que está empeñada en demostrar cómo de útil es la fabricación aditiva en el sector naval. Su sistema, además, es híbrido, pues puede funcionar por adición —se crea una pieza con aportes sucesivos de material— o por sustracción —como si de un escultor se tratase, el sistema talla la pieza a partir de un bloque de material—. Para desarrollar el sistema, Meltio colabora con Phillips Additive Hybrid, que ha desarrollado un cabezal de deposición de metal por láser, y Hass, responsable de la fresadora de control numérico en la que este cabezal se integra. Del láser, se encarga Meltio, que tiene su sede en la muy industrial ciudad andaluza de Linares. El sistema se instala en el US Bataan, un buque de asalto anfibio de usos múltiples de la clase WASP similar en su concepto al Juan Carlos I, el buque insignia de la Armada Española.

Autosuficiencia

Con el sistema de Meltio, es posible fabricar piezas cuando y donde sea, lo que resulta especialmente interesante en largas singladuras marítimas o entornos aislados. En sí, los sistemas de impresión 3D permiten hacer (con menor coste, por supuesto) lo mismo que aquellas antiguas empresas decimonónicas que se instalaban en lugares remotos para explotar depósitos de materias primas y construían sus propios talleres para no depender de terceros. Ahora, con una fresadora dotada de un cabezal se puede construir cualquier cosa. Y la tecnología, además, es nacional.