Por si no fuera suficiente la disparada inflación de dos dígitos, a partir del 1 de enero un nuevo cisne negro se cruzará con nuestra cesta de la compra en forma de impuesto. Se trata, en concreto del llamado impuesto al plástico, una tasa que se sumará a la docena de impuestos que ya gravan a los alimentos desde que salen del campo o la granja y hasta que llegan al consumidor. Desde la industria alimentaria se pide ya una moratoria.

 

Hasta un 7% adicional

Este nuevo impuesto especial con el que el Gobierno de España quiere reducir lo que considera un uso excesivo e innecesario de material plástico en los embalajes de los alimentos penalizará con un gravamen de 45 céntimos cada kg de plástico de un solo uso que utilicen las empresas alimentarias. Deriva de la Ley de Residuos y Suelos Contaminados y, según un estudio de la consultoría independiente Analistas Financieros Internacionales, podría reportar a las arcas del Estado hasta 2.000 millones de euros anuales. La cruz de la moneda, que es la que nos tocará a los consumidores, supone que las distribuidoras y los fabricantes se verán obligados a subir hasta un 7% todos los productos que se venden en envases pequeños para que cuadren sus cuentas.

Así, mientras que los detergentes, geles, cremas y similares pueden subir un tres o un cuatro por ciento, los lácteos lo harán algo menos: entre un 1% y un 3%.

El plástico, indispensable según los distribuidores

Los distribuidores lamentan que la nueva tasa vaya a entrar en vigor sin que el Gobierno de España se haya esforzado lo suficiente como para garantizar un suministro de plástico reciclado o materiales ecológicos sustitutivos suficientes para abastecer a toda la industria alimentaria. Para los productores, el plástico (o una alternativa fiable) es imprescindible.

La tasa deriva de una normativa europea vigente desde 2021 según la cual cada país debe de pagar 0,8 euros  a la UE por cada kilo de plástico que no recicle. Italia aplicará también una tasa similar a la española a partir de enero y el Reino Unido, que ya no forma parte de la UE, tiene también un impuesto similar. La solución se antoja difícil; pero, quizá, una buena idea hubiese sido activar antes de la entrada en vigor de la tasa un Plan Estratégico para desarrollar materiales ecológicos de calidad capaces de reemplazar el plástico pero, como siempre, parece que lo primero es recaudar.