¿Cómo se puede reducir el impacto ambiental de la navegación transoceánica? Compañías como Maersk tienen claro que el futuro es el metanol y, por eso, van a producirlo ellos mismos. Otros, confían en el hidrógeno pero, también, hay otras propuestas que implican en cierto modo una vuelta al pasado aunque actualizando sistemas que en su día fueron hegemónicos. Nos referimos, en concreto, a la navegación a vela.
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Desde Southampton
El planteamiento se formula desde el Reino Unido y, más en concreto, desde Southampton, la misma ciudad desde donde zarpó el Titanic en el que fue su primer y último viaje. Las velas que se propone usar un equipo de investigadores de la universidad de esta ciudad, eso sí, no son las mismas que llevaban los veloces clippers del XIX que aspiraron incluso a competir con los navíos a vapor: son velas rígidas similares a las que se utilizan en los barcos de la Copa América y no son el sistema de propulsión principal, ya que actúan como dispositivo de soporte que reduce la necesidad de combustible de los motores.
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FastRig
Las versión moderna de las velas para navegación tiene ya hasta nombre: alas FastRig. Las ha desarrollado una empresa británica llamada Smart Green Shipping y se desplegarán sólo en momentos en los que el viento sople a velocidad suficiente como para generar el impulso suficiente para hacer innecesario que los motores ejerzan su fuerza de propulsión. Cada vela tendrá una superficie de 20 metros y se podrán instalar en cualquier tipo de embarcación a partir de cierta eslora. Cuando el viento no sople, permanecerán plegadas en cubierta y, por supuesto, no serán ni de tela ni de lona. De hecho, se parecerán más a las alas de un avión que a una vela de barco.
Barcos híbridos
Con ellas, y siempre combinándolas con motores convencionales, se aspira a conseguir que en la navegación oceánica se generalice también el uso de mecanismos híbridos, que son los que parece acabarán sustentando también la movilidad terrestre, ya que nadie es capaz de momento de superar las limitaciones que imponen las baterías. Cuando se trata de barcos, estas son aún mayores, pues recargarlas es mucho más difícil.