Si eres un habitual de la sección de consumo y moda de este digital, seguro que has leído más de una vez el nombre de una fibra relativamente moderna que se clasifica en ese ambiguo epígrafe denominado fibras semisintéticas y que se sitúa a caballo de las bien conocidas fibras naturales (lana, lino, algodón o seda) y las frecuentísimas y también muy bien valoradas fibras sintéticas como el poliéster o el nylon. Entre las fibras semisintéticas hay que citar tres como las más conocidas: la viscosa, el acetato de celulosa y la que hoy nos ocupa: el Lyocell. ¿En qué se diferencia de las otras dos? En que, además de no tener origen estrictamente químico, es también sostenible.
¿Qué es?
El Lyocell, igual que otras fibras similares como el Tencel, o el cupro son fibras obtenidas tras procesos químicos que se aplican no a derivados del petróleo, sino a celulosa obtenida de madera o residuos agrícolas. Así, y por ejemplo, mientras que el acetato es el resultado de la aplicación de ácido acético o diclorometano (en el caso de triacetato) a celulosa, el Lyocell se obtiene a partir de madera de eucalipto, igual que determinados tipos de viscosa, pero empleando un ciclo cerrado en el que los productos químicos que se emplean pueden reutilizarse. De entre todas las fibras semisintéticas, el Lyocell se considera una de las más sostenibles, pues su producción no genera subproductos nocivos. Es, además una fibra que no absorbe olores con la misma rapidez que otros tejidos y no se tiene que lavar tanto.
¿Y la viscosa?
De uso común desde hace décadas, la viscosa procede de celulosa regenerada que se disuelve con disulfuro de carbono y se convierte en hilo continuo. Será más o menos sostenible en función del origen de la celulosa que le da origen. Así, si procede de cultivos controlados o de residuos procedentes de algodón sostenible, será tan o más respetuosa con el medio como el Lyocell, pero no es lo más habitual.
Otras fibras
Además del Lyocell, existen otras fibras semisintéticas como el cupro, que procede de celulosa fabricada a partir de algodón de lino o residuos de algodón que se empapa en cuproamonio, de ahí su nombre. Como en el caso del Lyocell, el proceso de producción es cerrado e implica que los productos químicos que se emplean son biodegradables y se reutilizan. El Tencel, que se fabrica en un ciclo cerrado con aditivos de origen orgánico que se aplican sobre residuos procedentes de madera de eucalipto, pino, haya, abeto, roble y abedul. Es también compostable y biodegradable. Muy a menudo, se mezcla con el Lyocell.