Desde diferentes organizaciones ecologistas –aprovechando que el país teutón no ha cerrado sus minas de lignito ni sus térmicas- se cita a Alemania como ejemplo de qué no debe hacerse en materia de descarbonización, pero los datos quitan la razón a estas entidades. Con las nucleares cerradas –por una decisión política que ha traído más de un quebradero de cabeza al Ejecutivo alemán- Alemania acredita unas cifras muy a tener en cuenta: Casi el 60% (58,4) de toda la electricidad que ha consumido el país centroeuropeo entre enero y marzo de este año era de origen renovable.
Gana la eólica
La energía eólica es la mayor fuente renovable de energía de Alemania y aportó durante el primer trimestre de este año un 38,5 % del total de energía consumida. Al tiempo, las fuentes convencionales aportan sólo el 41,6% del total y más de la mitad de ese porcentaje se genera con carbón, en concreto lignito. ¿Fue una buena decisión cerrar las nucleares? En términos de sostenibilidad, no, porque hasta la propia UE considera que la energía nuclear es sostenible. En Alemania, como en España, pesan más los prejuicios ideológicos.
Crecen las renovables
El veinte por ciento de energía renovable que resta se ha producido con centrales hidroeléctricas, placas fotovoltaicas y otros sistemas. La oficina de estadística alemana (Destatis) indica que el porcentaje de participación de “todas las fuentes de energía renovable” ha crecido en el mix alemán. ¿Qué confirman estos datos en términos españoles? Pues que, si cerramos en 2035 las nucleares, no tendremos más remedio que construir más centrales de gas y depender de Argelia o, peor aún, de Rusia. Las térmicas de carbón, gracias al Gobierno de Pedro Sánchez y a la flamante eurodiputada Teresa Ribera hace tiempo que son historia ya en España. Historia escrita, además, porque ni siquiera se preservan con fines museísticos. Es la consecuencia el inaudito furor iconoclasta aplicado al patrimonio industrial con que se maneja el ecologismo español.